Pasar por el Fuego

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Moat observaba atónita, y el pueblo Omaticaya guardaba silencio.

Deseé morir, para volver con mi familia, volver al manto seguro de nuestra Gran Madre, junto a mi clan... —el fuego se hacía cada vez más intenso, las llamas comenzaba a rozar la espalda de Omli. —Pero ese no era el designo de nuestra Gran Madre...así que ella me ayudó a ver, a volver a ver y vi más de lo que pude imaginar.

El fuego comenzó a arremolinarse en las manos de Omli, cruzando por instantes entre sus piernas y su torso.

Eywa es más grande de lo que creemos... —el fuego comenzó a electrificarse en sus manos, brotando destellos púrpura. —Nuestra Gran Madre me mostró lo que hay más allá del odio, la tristeza y el miedo. Vi, que ella me escogió para pasar por el fuego... —sus manos estaban encendidas y el clan observaba con miedo. —Y si yo era capaz de aceptar su herida, también sería capaz de aceptar su cura.

Ella me escogió para pasar por el fuego, y si yo era capaz de aceptar su herida, también sería capaz de aceptar su cura.

Pasar por el fuego.

Aceptar su herida.

Aceptar su cura.


Aceptar su herida.

El Coronel había tomado una decisión.

Después de discutir un par de asuntos con la General Ardmore, ambos llegaron a la conclusión de continuar fortaleciendo los lazos con los Tawkami, en especial ahora que ellos estaban dispuestos a recibir a la Unidad Recom. La alianza con los nativos seguía siendo la mejor oportunidad para ganar terreno para los humanos.

El Coronel llegó con buenas noticias y explicó a Omli que Ardmore había dado luz verde a la siguiente reunión con los Tawkami. Ahora, las lecciones de los soldados se centrarían en las costumbres y tradiciones de la ceremonia Tì'ong'akra:

El Florecimiento de la fertilidad.

Pero antes, necesitaban informar al clan Tawkami que los acompañarían, ya que el Coronel había prometido al Olo'eyktan enviar una respuesta. Omli no fue sola, él la acompañó, sin imaginarse lo que sucedería a su regreso.

Después de encontrarse con uno de los Tawkami, cerca de su territorio, Omli y el Coronel fueron llevados ante Tau'rom, en la aldea del clan. El lugar donde ellos vivían estaba al pie de un tronco muy grueso y hueco. No era tan alto como los árboles que llegaban a tocar el cielo. Este árbol tenía varios habitáculos en su interior, destacando el área más amplia cerca de la entrada, donde se llevaban a cabo las ceremonias del clan.

Alrededor del árbol, sostenidas por el amplio follaje, colgaban las flores gigantes que se interconectaban con puentes tejidos con el mismo follaje del árbol. Estas flores eran los lugares de descanso del clan, los capullos internos eran camas, y los pétalos aromatizaban el aire de noche para que calmar el espíritu de sus habitantes.

Tal como Omli había dicho, los Tawkami viven en perfecta simbiosis con el bosque, habitan en sus entrañas herbáceas, se alimentan del néctar que fluye de la vegetación y adornan sus cuerpos con la misma flora que los rodea.

Para llegar a la aldea, debían cruzar un río que delimitaba la zona. Afortunadamente, el agua no era muy profunda, llegando solo hasta los tobillos, salvo en el borde, donde era más profunda. Los Tawkami habían construido plataformas de madera para facilitar el acceso a los jardines perimetrales.

La vida en la aldea Tawkami era como ver la vegetación misma caminando. Un inmenso espectáculo de colores y perfumes se desplegaba ante el Coronel, quien, aunque no era impresionable, debía admitir que aquella vista era peculiar.

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