Eres linda y hechicera...

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Recomendación ¡Super recomendación!: Escuchen esta canción mientras leen el capítulo, en especifico esta versión del Miguel Aceves Mejía. La canción es: La Malagueña


Que bonitos ojos tienes

Debajo de esas dos cejas

Debajo de esas dos cejas

Que bonitos ojos tienes


Ellos me quieren mirar

Pero, si tú no los dejas

Pero, si tú no los dejas

Ni siquiera parpadear


Malagueña salerosa

Besar tus labios, quisiera

Besar tus labios, quisiera

Malagueña salerosa

Y decirte, niña hermosa


Eres linda y hechicera

Eres linda y hechicera

Como el candor de una rosa

Omli tenía la mirada perdida en la pierna del Coronel, sus manos dibujaban de forma maestra las líneas rojas de pintura. Su meñique se apoya en la piel del Coronel, mientras movía finamente su muñeca, casi como si esta temblara para conseguir la precisión de su trazo.

—Bien... —murmuró, alejándose un poco para apreciar el conjunto de líneas puntiagudas y curvas sobre el costado exterior del muslo del Coronel.

Mientras tanto, él contenía con todas su fuerzas esos súbitos rizos como calambres que subían por su espalda y que incluso, se cruzaban entre sus ingles. Esa clase de tacto con la punta húmeda del pincel y los dedos temblorosos de Omli, era una sensación demasiado sensual y sobre todo, nunca antes experimentada por el Coronel, quien estaba acostumbrado a la rudeza posesiva de sus manos, al ímpetu de su cuerpo por poseer.

Sin embargo, Omli le mostraba con sus gestos pacientes y delicados una especie de sensualidad fascinantemente...pasiva.

—Tendrá que quedarse de pie un rato más. —colocándose de pie frente a él, tocando la pintura en su pecho, en sus hombros y antebrazos. —Lo demás ya casi seca, aún así procure no tocar su piel.

Él asintió, mirándola altivamente, aunque en realidad, intentaba no tener que hablar porque sentía que la voz se le quebraría. Ese temblor de las manos de Omli al pintar sobre su piel, ahora se había anidado en la garganta del Coronel.

Omli dio un par de vueltas alrededor del Coronel, ajustando el collar de plumas en su cuello, revisando que las pulseras y las cuentas en sus brazos, ató una vez más el cordel rojo sobre su cintura y tiró de la tela que cubría frente a su pelvis, ya que claro, el Coronel usaba la prenda habitual Na'vi: atada a su cintura por numerosas cuentas, hilos y plumas rojas, sostenían un retazo de tela igualmente roja que se extendía entre las piernas a la altura de la pelvis y cubriendo la parte posterior apena por un hilera de plumas cortas, dejando sus muslos al descubierto.

—¿El entretejido aquí no le molesta? —sosteniendo la cola del Coronel, la cuál tenía varios hilos atados.

Él tan solo refunfuñó, casi como si bufara.

—No. —espetó.

Omli se agachó y revisó la pintura en sus tobillos, esta ya estaba seca.

—Si algo le incomoda, —dijo Omli, colocándose de nuevo de pie. —más de lo tolerable, —haciendo énfasis en esta última parte, pues ella estaba muy consciente de que todo lo que el Coronel traía puesto le incomodaba totalmente. —dígame. Después no podré hacer mucho. No llevaré nada de estos hilos o agujas.

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