Ek Baar Dekh Lijiye

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El primer ritual dio inicio durante el eclipse.

Omli sentía su corazón palpitar con emoción, mezclada con una pizca de nerviosismo. Sus ojos recorrían a los soldados, admirada por lo bien que ellos se mimetizaban con el resto del clan. Una sonrisa se dibujó en sus labios al pensar en ellos y todo el camino que había recorrido hasta ahora.

Omli cantaba, siguiendo las voces de Saran'tsi y las voces del clan. Entrecerraba los ojos y sostenía entre sus manos las ofrendas a la Gran Madre.

El Coronel Quaritch, por su parte, mantenía su semblante serio y observador. Sus pensamientos oscilaban entre el espectáculo frente a él, los aromas, los cantos y lo ritualístico del momento. Sin embargo, de entre todo lo que abarrotaba sus sentidos, lo que más capturaba su atención era la melodiosa voz de Omli, casi espectral. Sus cantos zumbaban en sus oídos y vibraban en su pecho, tal como lo haría un instrumento de cuerdas. Al mirarla, no pudo evitar notar cómo la luz del atardecer acentuaba sus rasgos, sus lunares luminiscentes, sus alargadas extremidades, su pestañas blanquecinas.

Al terminar los cantos, los hombres sostuvieron a la altura de sus pechos los recipientes de madera blanca y las mujeres las flores luminiscentes, Omli explicaba en voz baja:

—Esta es la ofrenda a la Gran Madre. —tomando las manos del Coronel, elevando el recipiente hacia su pecho. —Esto es el corazón, txe'lan. Representa la pureza de nuestras intenciones y como estas cambian conforme nuestra vida avanza. El corazón se vacía y se llena, así el flujo de la sangre y la vida misma.

Él asintió, notando como Omli rodeada sus manos con suavidad. Ahora ella alejó sus manos para sostener la flor que le correspondía, acercándola al borde del recipiente en las manos de Quaritch.

—Esto es el espíritu de Eywa. —inclinando su rostro hacia el Coronel. —La flor representa la semilla que ya germinó, encarna la belleza del fruto, el final de una etapa. Se marchita, deja atrás su cuerpo para que de sus vestigios, surja un nuevo fruto, de la misma semilla que la engendró. —sonrió, mientras colocaba la flor en el recipiente del Coronel. —Es el balance del que siempre les he contado y el pueblo Na'vi lo celebra. Todo es un ciclo de muerte y nacimiento, —ambos cruzaron miradas. —morir y renacer.

Él de nuevo sin palabras, solo asintió. Sintiendo una extraña mezcla de respeto por aquellas costumbres y, encanto por Omli, quien parecía no tener miedo a acercarse demasiado a él, ya que sus pechos rozaban su brazo y su cabello le cosquilleaba la espalda.

Los demás soldados siguieron las instrucciones de Omli, conforme ella se acercaba y les murmuraba la oído que hacer; así mismo, varias cazadoras y hembras se acercaron al grupo, depositando sus flores en sus recipientes. Z-dog, en particular, parecía fascinada por la delicadeza de la flor que sostenía, mientras que Mansk intentaba mantener su postura militar a pesar de la situación poco convencional.

Omli observó con orgullo cómo sus compañeros se adaptaban a la ceremonia. Sus pensamientos volaron hacia el futuro, imaginando un mundo donde humanos y Na'vi pudieran coexistir en armonía, la utopía perfecta. Sin embargo, al mirar el rostro inexpresivo del Coronel, ella recordó lo duros que pueden se los corazones del humanos: recipientes sin fondo, devoradores insaciables.

—¿Solo lo sostenemos? —murmuró el Coronel, sin quitarle al mirada a la Tsahik Tawkami.

Omli volvió a su lado, deslizando sus manos por sus brazos, hasta sostener sus manos.

—Hay que dejarlos en el río tan pronto Saran'tsi lo indique.

—Ok. —sintiendo un leve escalofrío al sentir el cuerpo de Omli prácticamente abrazarlo desde la espalda.

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