Fall in love in a single touch...

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Seré honesta, la vida me ha enseñado que es una marea en constante cambio y eso es hermoso.

Un día estás con tu familia, disfrutando de la compañía de tus seres queridos, viéndolos reír, bailar contigo, cocinando juntos, disfrutando de una cena deliciosa.

Al siguiente, vuelves a casa y vuelves a tu rutina. Despiertas y todo sigue moviéndose hacia adelante. Los momentos felices, los momentos tristes e incluso, los momentos vacíos, donde solo estas ahí esperando, hasta que un nuevo momento llega.

Así es la vida, en constante flujo y reflujo, como las mareas. Y eso, es hermoso; en especial si te tomas el tiempo de recordar, porque al final de todo, todo lo vivido es lo que nos hace ser nosotros. Bien dicen que: recordar es volver a vivir.

Y vivir es bueno.

Muy bueno.

Y la vida nunca se queda con nada, todo lo que nos ha dado y quitado sirvieron a un propósito, cuando observas el panorama completo y vez hacia atrás todo lo sucedido, lo comprendes. Todo tenía su propósito y eso, también es bueno.

Omli había comprendido eso, y después de las tormentas de hace unas horas, ella se tomó un instante para contemplar lo acontecido.

Cerró los ojos y suspiró, reviviendo aquello que sucedió el día en que ella fue capturada por el Coronel, en medio de su idilio de amores. Mientras recitaba poemas en otro idioma y se escondía bajo las alas de su ikran.

¿Qué sucedió el día en que Omli estaba rebosante de encanto poético?

¿Qué sucedió cuando ella no pudo esconderse del Coronel?

¿Qué se dijeron ella y el Coronel?

Desafortunadamente, Omli no fue muy cuidadosa. Saltó tan rápido que no se percató de que arrastró un par de sábanas. Una de ellas quedó atascada en el techo del dormitorio, revelando su escondite. El Coronel trepó los muros de acero y caminó entre los ikran que ya llevaban horas durmiendo.

—¡Tsahik! —exclamó. —Si no tienes nada que ocultar, no deberías esconderte.

Omli intentó escapar, pero Cupcake se había acomodado muy cerca de Isis, inmovilizándola bajo el ala de su ikran. Desesperada, ella intentó empujar el lomo de Cupcake, lo que provocó que este despertara, alborotando a Isis.

—Ahí estás... —dijo el Coronel, viendo a su ikran aletear.

El Coronel se escabulló y al ver la colita de Omli asomarse en el ala de Isis, él se agachó, sostuvo la cintura de Omli y de un solo tirón la sacó de su escondite.

Ella ya no pudo huir.

—¿Qué te está pasando, Tzuan? —preguntó el Coronel, desconcertado por todo el alboroto.

Ella no lo miraba, permaneció callada, mientras su corazón repicaba hasta aturdir sus oídos.

El Coronel suspiró agotado.

—Bajemos, tú y yo tenemos que hablar. —declaró.

Era momento de tomar cartas en el asunto que tanto habían aplazado, en especial Quaritch.

Ambos bajaron del techo y se sentaron en las escalinatas del dormitorio. Omli se mantenía alejada del Coronel, preguntándose si él, finalmente, había descubierto sus sentimientos. Y si era así, la verdad era que ella no quería saberlo, de hecho, no quería estar ahí, junto a él.

Todo su encanto, su revoloteo febril entre los poemas y los aromas que emanaba de las cobijas del Coronel, se había esfumado en un instante. Y de la forma más inesperada posible: ella había sido acorralada y capturada, cazada cual criatura indefensa, a merced de su adorado Coronel.

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