24

92 18 0
                                    

Dongmin llegó a su casa a las ocho de la noche con la prueba que le habían sacado, él médico dijo que tenía exactamente cuarenta días de embarazo más o menos eso era un mes con diez días, los tiempos cuadraban con el primer encuentro que tuvo con Bin, no habían dudas, él era el otro padre del bebé.

Subió hacia su habitación encontrando a In-yeop en ella, este le sonrió y fue a abrazarlo, el rubio correspondió el abrazo al instante mientras su pecho dolía.

—Mi amor, dime que fuiste al médico.

Dongmin asintió.

—¿Y qué te dijo?

A este punto el rubio ya no podía seguir conteniendo sus lágrimas y las dejó ir mientras le entregaba el sobre que tenía en su mano, In-yeop le recibió con una clara preocupación por la reacción de su esposo, abrió el sobre sacando el papel y leyéndolo atentamente, con cada palabra su rostro se iba desfigurando, ahora todo iba teniendo sentido, los malestares, los antojos, todo se debía al embarazo de su esposo.

—¿Cómo puede ser posible esto? —preguntó con un hilo de voz— nosotros no hemos tenido relaciones por lo tanto el tiempo que tienes no puede ser cierto ¿con quién estuviste Dongmin? —las lágrimas comenzaban a caer de su rostro— ¿en qué te fallé?.

—Perdóname In-yeop—decía cubriendo su boca con una de sus manos— lo siento de verdad, no pensaba bien las cosas al momento de hacerlo, tú no hiciste nada solo fui yo.

Ambos lloraban, uno porque había traicionado la confianza de la persona a la que juró fidelidad un día en el altar y la otra, por el dolor que sentía tras el engaño de su esposo a quien puso en un pedestal.

—Si quieres separarte de mí lo entenderé perfectamente, solo no me odies por favor —pidió el rubio.

El corazón de In-yeop se estrujó ante lo planteado por Dongmin, él jamás había pensado que un día se separaría de su esposo y a pesar de la infidelidad él lo seguía amando como cuando se entregaron el uno al otro o como cuando cumplieron seis meses de novios, lo seguía amando como el día en que se casaron, no podía dejar al rubio eso sería como una muerte lenta y dolorosa para él.

—No me quiero separar de ti —dijo sorprendiendo a Dogmin— te amo y amaré al bebé que llevas dentro como si hubiese sido yo el que lo engendró, solo te pido que por favor no vuelvas a verte con la persona con la que estuviste, ya no podría soportar otro engaño más.

—Perdóname —el rubio se lanzó a los brazos de In-yeop y lloró sobre su hombro, aún no podía entender cómo es que no se quería separar de él aún cuando le había sido infiel.

—Ya pasó —dijo acariciando la cabellera rubia— todos fallamos en algo, quizás yo me dediqué mucho al trabajo y te descuidé, prometo que a partir de ahora estaré más al pendiente de ti y de nuestro hijo.

Ninguno tenía hambre así que solo se acostaron a dormir sin saber que a partir de ese momento ya nada sería igual.


ººº


Desde la confesión del engaño ya habían pasado dos meses y en el abdomen de Dongmin ya había una ligera curvatura indicando los tres meses de gestación que llevaba, y hasta ese entonces seguía cumpliendo la promesa que le hizo a In-yeop de no volver a verse con el pelinegro, aún lo pensaba y lo extrañaba pero debía ser fuerte para no arruinar la nueva oportunidad que le había dado su esposo.

Hoy había salido desde temprano para hacer algunas compras y ahora se encontraba en una tienda de ropa de bebé escogiendo algunos conjuntos para su hijo o hija, aún faltaba mucho para que nazca pero igual él quería tener todo listo.

—¿Lo puedo ayudar en algo? —preguntó amable la señorita que atendía la tienda.

—Sí, estoy buscando....

Así el rubio le explicó todo lo que quería y la señorita le ayudaba a elegir ciertas cosas.


ººº


—¿De verdad tengo que entrar? —preguntaba Bin con expresión aburrida.

—Que sí Bin—dijo Seungkwan jalándole hacia la tienda— es el baby shower de Eunbi, mi mejor amiga, y necesitamos un buen regalo.

La pareja entró a la tienda y mientras Seungkwan escogía unos zapatitos de lana con forma de ositos, Bin se perdía por otros pasillos de la tienda cuando escuchó una voz conocida y se giró para confirmar la identidad de la persona.

—Sí, ese está perfecto —decía Dongmin con una sonrisa aprobando la sugerencia de la señorita que lo atendía— a mi bebé se le verá excelente.

—¿Eso es todo lo que necesita?

—Por ahora sí.

—Bien, acompáñeme a la caja por favor.

El rubio asintió pero mientras caminaba sintió una mirada pesada encima de él así que volteo sin imaginar que se encontraría con los ojos marrones que muchas noches le habían quitado el sueño.

—Bin.

—Dongmin.

Mine | BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora