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Al día siguiente Dogmin se levantó muy temprano para limpiar y ordenar toda su casa ya que al ser muy grande le tomaba bastante tiempo, no quiso despertar a In-yeop ya que seguramente aún estaba agotado del viaje. 

Para muchos hacer las tareas del hogar era algo pesado pero no para el rubio, él amaba hacer esas actividades y más aún cuando ponía buena música.

Cuando vió el piso reluciente y los muebles sin ningún rastro de polvo supo que hizo un gran trabajo, enseguida se metió a la cocina para preparar el desayuno, casi nunca se le antojaban las cosas dulces para comer en la mañana pero hoy era la excepción, hizo unos panqueques de avena y arándanos los cuales decoró con miel de maple y fresas picadas, todo aquello lo acompañó con una taza caliente de chocolate.

In-yeop bajó cuando el delicioso aroma de la comida recién hecha lo despertó llenando todos su sentidos, vió al rubio poniendo la mesa con tanto cuidado que le robó un suspiro y fue a abrazarlo por la cintura.

—Buenos días amor—dijo dejando un beso en su cuello.

—Buenos días In-yeop—sonrió dándose la vuelta y plantando un beso en los labios de su esposo— espero que no te moleste que el desayuno sea excesivamente dulce.

—Jamás me molestaría algo que hagas tú.

—¿Nada? —preguntó refiriéndose a otra cosa de la cual In-yeop no sabía nada.

—Nada —dijo y le ayudó al rubio a sentarse jalando la silla— por cierto hoy mis padres cumplen treinta años de casados y están haciendo una fiesta esta noche ¿quieres ir? tus padres también estarán.

—Claro, será bueno verlos.

Comieron casi en silencio, pero esta vez Dongmin veía como In-yeop cerraba los ojos tras cada bocado que daba, parecía disfrutarlo.

—¿Sabes? —San habló dejando sus cubiertos a un lado— creo que nunca te lo he dicho pero amo la forma en que te preocupas siempre por mantener toda la casa en orden, desde la limpieza hasta la comida, que por cierto es una delicia.

El rubio ruborizado abrió sus ojos sorprendido ante la confesión de In-yeop, hasta que sintió unas repentinas ganas de llorar.

—Valoro y agradezco todo lo que haces mi amor —In-yeop tomó las manos de Dongmin y la envolvió con las suyas— estoy seguro que no pude haberme casado como una mejor persona que tú por qué sencillamente no existe.

Los ojos de Dongmin comenzaron a derramar lágrimas mojando su rostro, no era justo que le dijera todas esas cosas bonitas cuando él le estaba siendo infiel descaradamente, por que todo tenía que ser tan complicado.

—No llores mi amor —In-yeop acarició su rostro y secó sus lágrimas con sus pulgares— te mereces el mundo entero.

—No es cierto —el rubio seguía llorando— perdóname por todo.

In-yeop no entendió lo último pero lo atribuyó al estado de sensibilidad en el que se encontraba Dongmin y pasó parte de la mañana consolándolo.


ººº


Bin se ponía un abrigo largo y salía del edificio de Ferragamo, había tenido su primera sesión y esta fue todo un éxito ya pronto saldrían las fotos en redes los medios de comunicación y revistas, y su rostro junto a su nombre estarían por todas partes.

Iba caminando con cierta prisa ya que tenía un almuerzo junto a sus padres cuando chocó con un chico haciéndolo caer.

—Mierda, lo siento mucho —le tendió la mano ayudando a pararse al castaño.

—No te preocupes —dijo regalándole una hermosa sonrisa cuadrada— yo fui el despistado que se cruzó en tu camino.

—Deja que te invite un café a modo de disculpa.

—No me gusta el café —hizo un puchero— pero me encantan los pasteles.

—Bien, vamos a comer unos pasteles.

—Está bien, mi nombre es Boo Seungwan —extendió su mano.

—Soy Moon Bin —estrechó la mano contraria— ¿vamos?

El castaño asintió y juntos caminaron hasta dar con una pastelería cerca al edificio, ubicándose en una de las mesas Bin pidió una tarta de moras y su acompañante, un brownie con una bola de helado de vainilla.

Mientras comían iban hablando y descubriendo que eran muy parecidos en tantas cosas, despertando en ambos el deseo por conocerse aún más.

Mine | BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora