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Sus manos recorrían sin pudor alguno el cuerpo del más pequeño, ver su boca entreabierta cada que lo penetraba era jodidamente sexy, una cosa era imaginarlo y otra muy diferente era estarlo viendo, quién diría que de esa boquita salían tantas cosas que a la hora de tener sexo le ponían más y más duro.

—Ah s-sí... sigue así Bin—gemía Dongmin tras las embestidas que Bin le proporcionaba— s-sí papi que rico.

—¿Te gusta bebé? —preguntó mientras lo penetraba con fuerza— o lo prefieres más lento.

El pelinegro bajó la velocidad pero no la intensidad, pues seguía dando contra ese punto dulce que hacía delirar a Dongmin.

—Más... más rápido p-por favor.

Los movimientos se tornaron erráticos anunciando la liberación de ambos, cuando el momento llegó Bin se quitó el condón y cayó rendido a la cama junto a Dongmin, las tres rondas los habían dejado exhaustos pero a pesar de eso siguieron por una ronda más. Y así se podían pasar toda la mañana y la tarde pero el hambre se hizo presente, por ello Dongmin poniéndose la camiseta negra de Bin bajó a preparar alguna comida, dejando al pelinegro dormir.

Le dolía la parte baja de la espalda al igual que la primera vez pero esta vez por lo menos podía caminar, como Bambi, pero lo hacía ¿algún día podría acostumbrarse al tamaño de su amante?

Después de ver varias recetas en su libro de cocina decidió preparar pollo a la naranja estilo chino, abrió su refrigerador y comenzó a sacar todos los insumos.

Mientras el pollo picado en cubos macerado con salsa de soja, vino de arroz, huevo y sal se doraba con poquito aceite de sésamo, Dongmin picaba el cebollín y exprimía el jugo de unas cuantas naranjas. Una vez listo el pollo lo retiró de la estufa y continuó con la salsa, para ello usó ajos picados, salsa de soja, el jugo de las naranjas y edulcorante para dejar que entre en punto de hervor y añadir salsa de chili, cuando la mezcla se redujo añadió fécula de maíz para espesar, agregó el pollo y listo, su comida estaba hecha.

Sirvió en dos platos junto con arroz blanco y decoró con el cebollín picado y un poco de semillas de sésamo.

Miró con orgullo su arduo trabajo y subió a despertar a Bin, entró a la habitación y lo contempló durante unos segundos, a pesar de su talla y masa muscular se veía muy tierno durmiendo. Dongmin se acercó con sigilosos pasos para no asustarlo y una vez llegó hasta donde estaba le susurro en el oído.

—Binnie, despierta cociné algo muy rico y ya está servido.

El pelinegro se removió entre las sábanas y abrió sus ojos teniendo ante él la vista más hermosa que pueda haber.

—¿Dormiste bien? —preguntó el rubio.

—Sí, esperaba que tú lo hicieras también —dijo— pero agradezco que cocinaras, estoy muriendo de hambre porque literalmente mi único desayuno fuiste tú —escaneó al rubio de pies a cabeza— mi camiseta te queda bien, te ves tan sexy que hace que quiera follarte de nuevo.

—Tranquilo vaquero, aunque yo quiera lo mismo debemos darnos un descanso.

Se acercó para besarlo y de un momento a otro ya estaba encima de Bin frotándose contra él. El pelinegro no se quedaba atrás pues mientras se besaban él aprovechaba para tocar todo el cuerpo de Dongmin, en especial las nalgas que al estar sin ropa interior podía tantear su entrada cada tanto robándole gemidos.

—Si seguimos así no podré parar y la comida se echará a perder.

El rubio se puso de pie sin querer y le tendió la mano a Bin para que bajaran juntos.

—Me encantaría tomar tu mano y bajar pero aún sigo desnudo y me gustaría ponerme ropa.

Dongmin quitó rápidamente su mano y sus mejillas se tiñeron de rojo como si hace unos instantes no hubiera pretendiendo montar al pelinegro.

—V-vale te espero abajo —dijo y salió corriendo de la habitación haciendo reír al pelinegro ante tan tierno comportamiento.


ººº


Cada bocado se sentía como la gloria, el pelinegro jamás en su vida había probado algo tan delicioso como esa comida, a excepción del rubio por supuesto.

Dongmin miraba emocionado cada gesto que Bin hacía, el como fruncía sus cejas y como cerraba los ojos con cada bocado que daba, con In-yeop siempre había sido diferente quizás porque su esposo estaba acostumbrado a comer en lugares donde los cocineros eran chefs especializados e internacionales, siempre que el rubio preparaba la comida le decía que esta bien pero no parecía disfrutarlo tanto como lo hacía Bin y esa actitud del último llenaba el corazón de Dongmin.

—Este platillo debería costar millones —dijo el pelinegro al terminar la comida— cocinas realmente bien Dongmin.

El rubio agradeció con un sonrojo. Después de lavar los trastes Bin tuvo que volver a su departamento pero esta vez se fue teniendo otra fecha y lugar para su siguiente encuentro, pues ahora que se habían probado estando sobrios no querían dejarse ir nunca. 

Mine | BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora