𝘑𝘶𝘯𝘨𝘸𝘰𝘯
Miro la puerta por centésima vez en diez minutos para asegurarme de que los pequeños gremlins no han salido de algún respiradero y la han abierto. Pero no, sigue cerrada.
Me siento como si estuviera haciendo algo mal. Como si hubiera metido la mano en el tarro de las galletas en cuanto mi madre me ha dado la espalda.
Quizá estoy siendo demasiado duro conmigo mismo. No hay nada de malo en ver porno. Soy un hombre de veintidós años con sangre en las venas. No una virgen. No soy un mojigato. Solo un tipo que intenta descubrir qué le gusta.
Con un suspiro, me recuesto contra las almohadas con el portátil apoyado sobre los muslos mientras recorro las miniaturas de la pantalla. Paso el ratón por encima de una de las imágenes que muestra una vista previa de lo que puedo esperar.
De acuerdo. Parece que está bien. Clico en el título: «Deportistas buenorros mamando y follando». ¿He mencionado que estoy buscando porno gay? Sí, soy un mentiroso asqueroso: le dije a Jay que iba a echar una siesta y mírame ahora.
Dejo escapar un suspiro cuando se carga el vídeo. Es un vídeo corto y comienza en medio de una escena de la película de la que se sacó el clip. He bajado el sonido, pero puedo escuchar cada palabra con claridad. Bueno, solo uno de los tipos está hablando. El otro solo es capaz de dar sorbos húmedos y gemidos profundos mientras se lanza a por el pene del primero.
—Joder, sí... Oh, joder, sí... Chupa esa gran polla...
Vale, eso es muy cursi. Me río al imaginarme ordenándole a Jay que «chupe esa gran polla».
Siguiente vídeo. Este no me convence. Hago clic en algo etiquetado como «Polvo en la piscina». Suena prometedor. Me gustan las piscinas y me gusta el sexo. No puedo equivocarme con eso, ¿verdad? «¿Quieres esta gran polla en tu agujero, muchacho? Eso es, chico, tómala...».
Y lo paro enseguida. No, eso no. Me toca el premio gordo en la siguiente selección. Dos tipos muy atractivos se besan acostados y sus miembros chocan. El mío reacciona.
Interesante. Hay algo en la forma en la que se agarran que me excita. No es suave. Hay una energía hambrienta y contundente en sus besos que aprecio. Que mi polla aprecia.
Mierda, lo aprecia y mucho.
Estoy empalmado, con la mirada fija en la pantalla mientras un tipo besa el estómago del otro. Cuando engulle la erección de su compañero, una sacudida de calor me asciende por la columna vertebral.
Respiro, me inclino y me agarro el miembro dolorido. Joder, qué bien sienta. Sigo mirando. Sigo acariciando. Y lo peor es que ni siquiera estoy sustituyendo la cara del tipo por la de Jay. Ese había sido uno de los motivos de este pequeño experimento, averiguar si es solo él quien me excita o los tíos en general.
El tipo que recibe la mamada suelta un gemido ronco. Ese sonido masculino me hace sentir algo. Su compañero chupa con más fuerza. Estoy literalmente a cinco segundos de correrme. «Tranquilo», ordeno mentalmente a mi pene. «Acabamos de empezar». Pero el pequeño portero tiene mente propia. No deja de palpitar, así que pulso el botón de avance rápido para pasar a la verdadera prueba. El sexo anal.
Y, joder, eso sí que es penetrar con fuerza. Me estremezco cuando el sonido de la carne golpeando la carne sale de los altavoces del portátil. Dios mío, ¿cómo no grita de dolor? Pero está gritando. Bueno, gimiendo. Y hay gruñidos. No son cuidadosos el uno con el otro, pero todo ese entusiasmo sin gracia parece divertido. No dejo de mirar al tipo que está siendo penetrado. Sus bíceps sobresalen mientras se masturba, con los ojos cerrados y el cuello tenso por el placer.
Entonces se corre y yo no me quedo atrás. El ordenador cae de mi regazo mientras me acaricio más rápido y me ahueco los huevos con la otra mano. Jadeo, con los ojos pegados a la pantalla, a la visión de dos hombres practicando sexo. Arqueo la espalda mientras mi polla se retuerce en mi mano y el semen se derrama por todo mi estómago.
Madre... mía.
Tardo casi un minuto entero en regular los latidos de mi corazón. Una vez que mis miembros dejan de temblar, tomo la caja de pañuelos de papel que tengo al lado y me limpio. Luego, miro al techo durante un rato. Pero no he terminado. Esa era solo la primera parte del experimento. Vuelvo a tomar el portátil y hago clic en una nueva categoría. El porno lésbico de toda la vida.
Estoy demasiado cansado para volver a masturbarme, pero presiono en una miniatura que muestra a dos morenas muy sexis enredadas en un sofá blanco. Vuelvo a subirme los calzoncillos, con una mano apoyada en la entrepierna mientras me acomodo para disfrutar de la vista. Y lo disfruto. Se me vuelve a poner dura.
La lujuria no es tan fuerte como antes, no obstante, eso se debe al orgasmo que acabo de tener, no a que las chicas no me exciten. Lo hacen. Y mucho.
Sus suaves curvas, sus bonitos senos y esos dulces gemidos. Me atraen las mujeres, sin duda. También los hombres, por lo visto.
Maravilloso.
Mi miembro es complicado.
Cuando unos pasos resuenan en el pasillo, cierro el portátil y casi me arranco los dedos. Luego empujo el ordenador a un lado y me pongo de pie a la vez que tiro el pañuelo usado en la papelera que hay cerca de la cómoda. Un segundo después, una llave tintinea en la cerradura y Jay entra a grandes zancadas por la puerta. Me ve de pie en medio de la habitación, levanta una ceja y pregunta:
—¿Qué tal la siesta?
Tengo la sensación de que sabe justo lo que he estado haciendo, aun así, me limito a encogerme de hombros.
—Justo lo que necesitaba. ¿Qué tal la comida?
—No he comido. He dado un paseo.
—¿Tienes hambre? —Recojo la camiseta del suelo y me la pongo— Porque yo sí.
Cuando mi cabeza asoma por el agujero del cuello de la camiseta, veo que Jay me mira con recelo.
—¿Te encuentras bien, Yang?
—Sí. —Me dirijo a la puerta y lo miro por encima del hombro—. Entonces... ¿vamos a almorzar?
Frunce el ceño y la barra metálica de su ceja izquierda llama mi atención. Le da un aire de chico malo que me pone un poco... cachondo.
—¿Jay?
Abandona cualquier pensamiento que le esté preocupando.
—Uh, sí. Almorzar suena bien.
Salgo de la habitación sin comprobar si me sigue, pero sé que lo hace. Siento como su mirada perpleja me cosquillea en la espalda.
Después de cómo he pasado la tarde, seguro que no está ni de lejos tan perplejo como yo.
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𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon
Fanfiction¿Puede una noche de borrachera arruinar una amistad para siempre? ¿O es esta la oportunidad que ambos necesitan para aprender más sobre el otro... y sobre sí mismos? Todos los derechos a su respectivo autor.