capítulo 22.

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𝘑𝘢𝘺

Nuestros entrenamientos se reanudan a la mañana siguiente y yo salgo al hielo dispuesto a entrenar a los chicos.

La semana pasada tuve un comienzo difícil, pues permití que me afectara su temperamento y su incapacidad para seguir mis instrucciones, pero estoy decidido a aprender de Won y tener un poco de paciencia.

No me malinterpretes, soy paciente cuando juego. Pero ¿ver jugar a otros chicos? ¿Ver los errores que cometen y cómo los repiten en lugar de corregirlos, aunque les haya aconsejado? Me vuelve loco. Sin embargo, hoy los chicos me prestan más atención.

Estoy realizando algunos ejercicios de pases básicos con mis delanteros, cambiando las líneas de vez en cuando para que conozcan el estilo y la técnica de sus compañeros.

En su mayor parte, todo va bien, no obstante, un chico —Ten— monopoliza el disco sin importar en qué línea juegue.

Hago sonar el silbato, tentado de arrancarme el pelo de raíz. Ten acaba de ignorar mis instrucciones de nuevo y ha lanzado un débil tiro de muñeca a Taeyong en lugar de pasarle a Mark como debía hacer.

Lo llamo, y se acerca patinando, con la cara roja y malhumorado. Por el rabillo del ojo, veo que Won nos observa con atención, como si estuviera evaluando mi habilidad como entrenador. Pat también nos vigila desde el banquillo, y me complace ver que por fin haya dejado de fruncir el ceño.

Anoche, Yang y yo llegamos demasiado tarde al comedor para ver la actuación en directo, pero, por suerte, Georgie la filmó con su iPhone. Nunca olvidaré la imagen de Pat y sus cuatro entrenadores arrastrando los pies y cantando la versión más desafinada de «Oops, I Did It Again». No creo que Pat lo olvide, tampoco. O dejará de odiarme por haber elegido las apuestas del partido de fútbol.

Me centro en Ten y me cruzo de brazos sobre la parte delantera de la sudadera con capucha de Northern Mass.

—¿Qué tipo de ejercicio estamos haciendo?

—¿Eh...?

—Pases —aclaro. Él asiente con la cabeza.

—Cierto.

—Lo que significa que tienes que pasar el disco, chico.

—Pero en el último entrenamiento nos diste un discurso sobre no dudar. Dijiste que, si tienes una oportunidad, debes aprovecharla. —Alza la barbilla en actitud defensiva—. Tenía una oportunidad.

Me burlo de él.

—Espera, ¿el disco ha pasado por encima de Taeyong? Debo haberme perdido ese gol.

Su expresión se vuelve tímida.

—Bueno, no, he fallado, pero...

—Pero querías marcar. Lo entiendo. —Le ofrezco una suave sonrisa. —Estoy contigo, chico. No hay sensación más dulce en el mundo que ver esa luz encenderse. Aun así, déjame preguntarte algo: ¿cuántos delanteros suele haber en el hielo?

—Tres...

—Tres —confirmo—. No juegas solo ahí fuera. Tienes a tus compañeros de equipo contigo, y no es para que patinen por ahí y queden bien. Esboza una sonrisa. —Mark tenía un tiro. Si le hubieras pasado el disco, lo habría metido en la escuadra. Y tú habrías conseguido la asistencia. En cambio, no has logrado nada.

Ten asiente con cuidado, y una explosión de orgullo se dispara dentro de mí. Joder, estoy llegando a él. Veo cómo asimila las palabras, mis palabras, y de repente entiendo por qué Yang se interesa tanto por esto de ser entrenador. Es... gratificante.

𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora