capítulo 28

179 25 2
                                    

𝘑𝘶𝘯𝘨𝘸𝘰𝘯

No estaba exagerando antes. Soy adicto a Park Jongseong. Y ahora mismo necesito un chute con desesperación.

Hace un par de semanas, acostarme con un tío me habría horrorizado.

Ahora resulta tan evidente como respirar que todo lo relacionado con este hombre me excita: su voz ronca, su poderoso cuerpo, los tatuajes que le cubren la piel dorada.

Mi boca está sobre la suya en un instante y busco su garganta con la lengua mientras me pongo a horcajadas sobre sus musculosas piernas.

Suspira contra mis labios. —Eres un salido.

Lo soy, al cien por cien.

Me balanceo en la parte inferior de su cuerpo y subo y bajo las manos por su amplio pecho. La cuestión ahora no es si quiero divertirme con este hombre, sino cómo voy a dejarlo. Sin embargo, me deshago de ese pensamiento porque estoy a punto de estallar.

No obstante, puede que me haya precipitado en mi elección de sitios para enrollarnos, pues el asiento delantero es demasiado estrecho para acoger a dos jugadores de hockey cachondos. Ya noto calambres en las piernas y, cuando me muevo para intentar ponerme más cómodo, mi espalda choca con el claxon y el sonido atraviesa el aire.

Jay se echa a reír. Luego se ríe todavía más fuerte cuando vuelvo a intentar colocarme.

—¿Vamos al asiento trasero? —sugiere entre dientes.

Una idea mucho mejor. Él trepa primero, y su trasero me golpea en la cara mientras se lanza hacia la parte de atrás. Aterrizo sobre él con un golpe y los dos nos reímos a carcajadas. Aquí es igual de estrecho. No podemos tumbarnos uno al lado del otro, así que me pongo encima de él.

Cuando me inclino para besarlo, me golpeo con la frente en el pomo de la puerta. Y, en cuanto me llevo la mano a la cabeza a causa de la sorpresa, le doy un codazo en la cuenca del ojo.

—¡Mierda! —grita Jay— ¿Intentas matarme, Yang?

—No, pero...

—¡Abortamos misión! —dice entre risas.

A tomar por culo. Todo este movimiento y maniobra ha conseguido que frote mi dolorida erección por todo su cuerpo. Si no me corro pronto, voy a perder la cabeza.

—Nosotros podemos —digo. Luego me siento y me golpeo contra el techo del coche con la cabeza.

—Ajá —dice, serio—. Eso parece.

—A los jugadores de hockey les va lo duro —argumento, y meto la mano en el asiento delantero para tomar los pantalones cortos de Jay. En el bolsillo trasero encuentro su cartera. Un segundo después, le lanzo un condón y le ordeno—: Vístete.

—Sí, entrenador. —Intenta no reírse, pero sus ojos grises brillan de lujuria. Nos miramos a los ojos mientras se baja los calzoncillos por las caderas.

Me quito los míos a la vez que él se pone el preservativo, y luego me encorvo y me lo meto en la boca. El sabor medicinal del látex me llena la boca, pero lo ignoro.

Es la primera vez que el lubricante no entra en la ecuación, así que quiero asegurarme de que el condón está bien húmedo antes de atreverme a montar su miembro.

Dios, es algo que jamás imaginé que haría: montar la polla de otro tío.

—Cari. —Su voz es baja y ronca—. Me encanta, pero no tienes que hacerlo. Dame la cartera.

Tanteo el asiento delantero una vez más y se la paso. Saca otro paquete y lo abre. Está lleno de lubricante. Un segundo después, una mano deliciosamente resbaladiza se desliza por mi cachete, me frota la entrepierna y estremezco.

𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora