capítulo 37.

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𝘑𝘢𝘺

Mi primer entrenamiento es duro, pero eso es lo que me gusta.

El entrenador Harvey nos manda un ejercicio combinado diseñado para reforzar nuestra capacidad de aceleración en las curvas, y solo necesito cinco segundos para darme cuenta de que ahora me encuentro en las ligas mayores.

«No, ya no estás en la universidad, princesita».

Este es un nivel de intensidad totalmente nuevo.

Estoy sudando la gota gorda mientras entro y salgo entre la multitud, que cambia de dirección según la voluntad del entrenador.

Me esfuerzo para seguir el ritmo de los jugadores que llevan entrenando juntos durante mucho más tiempo que los cinco minutos que llevo con ellos. Y, a partir de ahí, la intensidad aumenta, aunque me parece bien.

Esto es todo lo que tengo. Es mi elección.

Jugar el mejor hockey que pueda será el eje de mi vida durante los próximos años.

Para cuando terminamos, he sudado tanto que me sale vapor del interior del casco cuando me lo quito. Las piernas me tiemblan al bajar por la rampa hacia los vestuarios.

—Buen trabajo ahí fuera, tío. Vas a ser un buen fichaje —dice mi compañero Taehyun. Lleva tres temporadas y lo está haciendo bien, así que me reconforta oírlo decir eso.

—Gracias. Me alegro de estar aquí.

Y es cierto. En gran parte.

Después de una ducha, me visto y salgo de la pista. Estoy cansado y tampoco tengo la necesidad de hacer vida social porque en dos horas empieza la cena de equipo.

Compruebo si alguien me ha llamado. Nada. Sin embargo, tengo una notificación de la aplicación Brandr.

Es extraño, porque no he enviado ningún mensaje desde que llegué a Toronto. Me he portado bien. De hecho, debería desinstalarme la maldita aplicación para no caer en la tentación y todo eso.

De cualquier forma, leo la notificación por si es de algún conocido. Se trata de un mensaje de un perfil nuevo, con la imagen de un dedo que no reconozco.

Cuando voy a pulsar el botón de «borrar», aparece el nombre del remitente.

El mensaje es de alguien llamado SkittleLila. Y, cuando lo abro, su ubicación marca que se encuentra a tres kilómetros de aquí.

Mi pecho se estremece de golpe.

Yang Jungwon está en Toronto.

Me pongo en guardia al tiempo que abro el mensaje, porque debe seguir muy enfadado conmigo. Pero es lo mejor.

«𝗝𝗮𝘆, 𝗻𝗲𝗰𝗲𝘀𝗶𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗶𝗻𝗰𝗲 𝗺𝗶𝗻𝘂𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝘁𝘂 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼. 𝗩𝗼𝘆 𝗮 𝗮𝗰𝗲𝗽𝘁𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮𝗷𝗼 𝗱𝗲 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲𝗻𝗮𝗱𝗼𝗿, 𝘆 𝗵𝗮𝘆 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗿𝘁𝗲. 𝗩𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗮 𝗰𝗶𝘂𝗱𝗮𝗱, 𝗽𝗼𝗿 𝗺𝘂𝘆 𝗴𝗿𝗮𝗻𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗮. 𝗗𝗶𝗺𝗲 𝗱ó𝗻𝗱𝗲 𝗽𝗼𝗱𝗲𝗺𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗿𝗻𝗼𝘀. 𝗡𝗼 𝗺𝗲 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮 𝗱ó𝗻𝗱𝗲. 𝗨𝗻 𝗦𝘁𝗮𝗿𝗯𝘂𝗰𝗸𝘀 𝗼 𝗰𝘂𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗮 𝗲𝗹 𝗲𝗾𝘂𝗶𝘃𝗮𝗹𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝗮𝗻𝗮𝗱𝗶𝗲𝗻𝘀𝗲.
𝗣𝗼𝗿 𝗳𝗮𝘃𝗼𝗿. 𝗝»

Respondo antes de pensarlo bien. Le digo que sí. No porque sea lo correcto, sino porque no tengo fuerzas para negarme.

Aunque una cafetería no es la mejor idea. Es demasiado público. Por tanto, le pido que se reúna conmigo en el apartamento vacío que he alquilado.

𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora