capítulo 30

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𝘑𝘶𝘯𝘨𝘸𝘰𝘯

Tal vez esto me convierta en un cobarde, pero acepto la oferta de Pat de no participar en el partido. No temo al padre de Taeyong ni tampoco a lo que la gente murmure sobre mí.

Sin embargo, estoy triste, y no quiero que nadie lo note.

Antes de hoy no entendía realmente a qué se enfrentaba Jay. Nunca había escuchado a alguien dar un discurso homófobo, excepto en las películas. No sabía que un hombre en un coche de cien mil dólares pudiera causar tantos estragos.

Como se supone que todo el mundo se encuentra en la pista de hielo, la segunda planta del dormitorio se ha quedado desierta cuando giro la llave en la cerradura. Dentro, me estiro en la cama.

Por muy triste que me sienta, al menos puedo sacar algo positivo de esta experiencia. Una idea a la que me he resistido a ponerle una etiqueta. Soy... bisexual.

Sí, lo sé, no es un giro argumental alucinante al más puro estilo thriller, pero es la primera vez que permito que la palabra eche raíces en mi conciencia.

Soy bisexual y lo que tengo con Jay no es solo una conexión física. También me veo en una relación con él. Me imagino siendo feliz a su lado y sin sentir que me falta algo.

Me había hecho a la idea de encontrar un trabajo cerca de Toronto. Y que Jay y yo siguiéramos siendo... lo que sea que seamos el uno para el otro. Sin embargo, eso no va a suceder. Jay me dijo que me fuera a Detroit. Necesita que permanezca a una distancia de cuatro horas.

«Solo disponemos del verano», dijo la noche que discutimos. Tenía razón. Eso es todo lo que tendremos.

Un rato después oigo alboroto en el pasillo. El lugar tiene eco, así que, aunque la habitación de Taeyong se ubica en el extremo opuesto del edificio, es fácil escucharlo.

—¡No quiero irme! —grita después de que se abra una puerta.

—Vas a meter tu culo en el coche ahora mismo.

—¡No puedes obligarme!

El chico se resiste con todas sus fuerzas, aunque sé muy bien quién gana siempre estas peleas. La voz que le responde es baja y dura:

—Si no estás en ese coche en sesenta segundos, no jugarás en el torneo del Día del Trabajo este año.

«Ay. Dale al chico donde le duele, ¿por qué no?».

Oigo lo inevitable: el sonido de una maleta que rueda por las baldosas y unos pies en las escaleras.

Cuando miro por la ventana un minuto después, veo a mi portero, que camina encorvado hacia el asiento del copiloto y a su padre, que guarda el equipaje en el maletero. A ese imbécil ni siquiera le han puesto una multa por aparcar en el carril de emergencia.

Un minuto más tarde, se van, y ese es el fin de los Taeyong, tanto del joven como del mayor.

También me salto la barbacoa.

Como me he perdido el partido, Pat no me necesita, y aprovecho el tiempo para recomponerme. He de afrontar el hecho de que el verano terminará pronto.

Así que llamo a mi madre al teléfono del trabajo, el que siempre está manchado de barro. —¡Hola, cariño! —me dice cuando contesta— ¿Me llamas para decirme que vuelves a casa?

Siempre va al grano. Con seis hijos, ha tenido que hacerlo. No hay suficientes horas en el día para una pequeña charla.

—De hecho, sí. El entrenador Pat aún no me ha sustituido, pero voy a decirle que necesito esa semana libre.

𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora