capítulo 40

278 30 0
                                    

𝘑𝘶𝘯𝘨𝘸𝘰𝘯

Un viernes a mediados de agosto me mudo a nuestro apartamento. Aunque «mudarse» requiere comillas, porque no tenemos casi nada

A principios de la semana, Jay encarga un sofá de cuero para machos, si he entendido bien la descripción.

Parece que tiene predilección por un estilo de «hombre de las cavernas», pero no me molesta.

También ha comprado tres taburetes de bar para la isla de la cocina, lo que significa que aplazaremos el tema de conseguir una mesa de verdad.

Anoche, después de la primera ronda de nuestro maratón de sexo por habernos echado de menos, Jay presumió de haber hecho la compra, sin embargo, solo volvió con patatas de bolsa, salsas y cerveza, lo que significa que tengo que volver a la tienda y comprar comida de verdad.

Puede que todavía no le haya mencionado que soy un cocinero bastante bueno. Jay parece dispuesto a sobrevivir con comida para llevar, y en Toronto eso es fácil.

Voy a tener que hacerme con algunas ollas y sartenes para dejarle boquiabierto un día de estos.

Eso suena bastante divertido, la verdad.

Mientras tanto, anoche perdimos el sentido (y otras cosas) en nuestro dormitorio. Tras quedarnos sin aliento, dormimos durante nueve horas en nuestra cama de matrimonio nueva.

Hoy es sábado, y todavía hay mucho que hacer.

Esta mañana, después de desayunar en una cafetería, he arrastrado a Jay por Toronto en busca de algunas cosas imprescindibles más.

Cuando por fin hemos llegado a casa, Jay estaba agitado. Seguro que tengo que calmarlo con una mamada.

—Son tres horas de mi vida que nunca voy a recuperar —se queja cuando entramos. Sus palabras retumban en las paredes, porque nuestro apartamento sigue terriblemente vacío.

La razón de su mal humor es que la sesión de compras nos ha llevado tres horas, porque somos un par de deportistas que no distinguen una tienda de otra.

Hemos entrado en cuatro tiendas antes de dar con una en la que no pareciera que íbamos a recibir la visita de la reina de Inglaterra. Allí, elegimos una alfombra y una mesa de centro que hemos comprado, pero el lugar no tenía cafeteras, así que tuvimos que seguir buscando.

—Un buen café no es negociable —dije mientras él refunfuñaba.

Tras haber escogido una cafetera de doble goteo y con molinillo integrado, me puse a mirar las toallas. Entonces, Jay se desmoronó y me di por vencido.

—Oh, la ironía —gime mientras se quita los zapatos—. Mi novio me ha arrastrado a un maldito centro comercial.

—Tienes razón —digo con desgana—. Ese viaje ha sido totalmente innecesario. ¿Quién necesita toallas? Podemos secarnos al aire.

Un Jay malhumorado entra en el dormitorio y yo lo sigo, porque es una de las dos habitaciones funcionales de la casa.

Dejo la cafetera y lo observo mientras se quita la camisa y se sienta en la cama gigante.

—¿Podrías acercarte, por favor? —gime—. Es una emergencia.

—Menos mal que estás bueno —murmuro mientras me deshago de los zapatos—. No sabía que entrar en una tienda te convirtiera en Park el llorón.

Me acerco a la cama donde me espera un hombre con tableta y sin camiseta, con una expresión consumida por la lujuria.

—Normalmente no lo hace —murmura—. Pero tenemos un problema.

𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora