𝘑𝘶𝘯𝘨𝘸𝘰𝘯
Es domingo de cena familiar en casa de mis padres en San Rafael, California.
Esta noche no asisto por Skype, pues soy yo el que está preparando la pasta. He picado una montaña de ajos, cortado varias cebollas y troceado un montón de aceitunas.
Somos diez para cenar: nosotros ocho, el marido de Tammy y el nuevo novio de Jess.
Mamá me ha tenido en la cocina durante una hora y media, y todavía nos falta mucho para estar listos. Resulta que cocinar es terapéutico.
Tengo algo que hacer con mis manos y no he de mirar a nadie a los ojos.
Llevo cuarenta y ocho horas en casa y mamá no ha dejado de dar vueltas a mí alrededor como un halcón.
Sabe que me pasa algo serio, aunque solo le he dicho que tengo una crisis profesional. Sabe que la entrevista está programada para dentro de tres días, y que eso entra en conflicto con el hecho de que se supone que estaré en Detroit en seis.
Todo lo que le he dicho es cierto. Pero no es toda la verdad. Elegir entre dos trayectorias profesionales es importante, mas no es tan doloroso como lo que me ha hecho Jay.
Después de esa horrible escena en nuestra habitación, salí a correr. Cinco kilómetros después, Jay se había ido. No me refiero a que saliera a tomar algo, sino que se había ido del campamento.
Toda su ropa había desaparecido de nuestro armario y el neceser tampoco se encontraba en el baño.
Sus patines también habían desaparecido.
Sin preguntar, supe que no volvería. Cuando bajé a desayunar a la mañana siguiente, Pat me recibió con alegría. Y, cuando le pregunté si estaba seguro de que tenía suficientes entrenadores para la semana siguiente antes de que me fuera a California, me contestó que sí sin pensárselo.
He pasado los dos últimos días tratando de no deprimirme en mi habitación. Da la casualidad de que el jardín de mis padres está bien desbrozado, he perdido cuatro veces al ajedrez contra mi padre, y por fin he terminado el libro que me llevé al campamento. Pero me duele haber perdido a mi mejor amigo-novio-lo que sea.
Nunca llegamos a ponerle una etiqueta, y ahora ya no lo haremos.
—¡Mierda! —maldigo cuando me corto la parte superior del dedo con el cuchillo, que se me escapa de la mano en cuanto me aprieto el corte para evitar que sangre.
—Jungwon. —Mi madre me llama con tono calmado—. Quizá necesites un descanso. —Ni siquiera se queja de la palabrota que acabo de soltar, por lo que debo de estar más raro de lo que creía —. Deja que te busque una tirita —añade.
Dos minutos más tarde, me cubre la herida.
—Puedo saltear las verduras con una sola mano —ofrezco.—En lugar de eso, ¿por qué no me cuentas qué te pasa?
Podría hacerlo. Mis padres no se escandalizarían ante la idea de que me enrolle con un tío. Ambos son unos hippies californianos hasta la médula. Y, si Jay y yo siguiéramos juntos, lo compartiría sin dudarlo.
En cambio, no tiene sentido contar la historia ahora. Solo me aseguraría una vida de burlas de mis hermanos.
«¿Necesitas saber qué camisa va con esos pantalones?, pregúntale a Won, fue gay durante unas semanas».
No conviene facilitar ese tipo de munición a cinco hermanos a menos que sea relevante.
De todos modos, me ahorro responder a las preguntas de mi madre, porque la puerta de la cocina se abre de golpe cuando empieza a llegar la primera oleada de gente.
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𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon
Fanfiction¿Puede una noche de borrachera arruinar una amistad para siempre? ¿O es esta la oportunidad que ambos necesitan para aprender más sobre el otro... y sobre sí mismos? Todos los derechos a su respectivo autor.