capítulo 26

310 32 6
                                    

𝙅𝙪𝙡𝙞𝙤

𝘑𝘶𝘯𝘨𝘸𝘰𝘯

Varios días después, recibo un correo electrónico de mi agente.

Hace un año, me encantaba decir eso: «mi agente». Suena bastante importante, ¿verdad?

No tanto.

Cuando era un niño, coleccionaba cromos de hockey. Venían en paquetes de diez con un pésimo chicle que tenía un sabor horrible. En cada paquete había un buen jugador —a ser posible uno que no tuviera ya—, y nueve tipos de los que nunca había oído hablar. Esos nueve iban al fondo de mi caja de zapatos, donde esperaban. De vez en cuando, uno de ellos subía de categoría, pero no era habitual.

Avancemos diez años. Para mi agente, soy una de esas tarjetas en el fondo de la caja de zapatos. De hecho, es poco probable que los correos electrónicos que recibo los escriba él.

En este me pregunta por la fecha en que me mudaré a Detroit.

—El club lo hospedará en un hotel cerca de la pista hasta que encuentre alojamiento. Adjunto la información de contacto del agente inmobiliario. Por favor, concierte una cita con él una vez que haya llegado a Detroit.

El final del verano se acerca cada día más y no podré aplazar más estos planes.

Entre las sesiones en la pista de hielo del jueves, busco a Pat en su pequeño y estrecho despacho. Debo averiguar si podré ir a casa como le había prometido a mi madre.

—¿Tienes un segundo? —pregunto desde la puerta. Pat me hace un gesto para que entre y luego se aparta de la pantalla del ordenador.

—¿Qué pasa, entrenador?

Todavía me emociona que me llame así. A los campistas los recibe con un: «¿Qué pasa, chico?».

—Intento planificar mi vida, que siempre es algo divertido. Así que necesito saber cómo te va con tu escasez de personal a final de mes.

Me mira fijamente, pensativo.—Siéntate, Yang.

Me dejo caer en una silla y me siento como un niño al que han llamado al despacho del director. Y no sé por qué. Pero me observa muy serio, y creo que estoy a punto de averiguar el motivo.

—No te he oído mencionar Detroit en todo el verano. —Forma un triángulo con las manos—. ¿Por qué?

—Eh, he estado ocupado. —«Y no quieres saber con qué».

Pat me sonríe y ladea la cabeza.—No me lo creo. Lo siento. Un hombre que va camino de conseguir todo lo que quiere en la vida, no se queda callado al respecto, ni siquiera tú.

Maldita sea. El entrenador se ha puesto en modo psicólogo.

—Es... No sé. No estoy seguro de cómo me irá, eso es todo. Quizá el año que viene no deje de hablar de ello.

Asiente despacio, reflexivo. Me siento como una ameba bajo un microscopio.

—Sabes que creo que eres un gran portero. Si pones el corazón en ello, alguien lo notará. Incluso aunque te lleve tiempo.

Es un poco difícil de tragar de repente. —Gracias —consigo responder.

—Pero me pregunto si de verdad lo sientes. No todo el mundo quiere subirse a esa cinta de correr cuando podría convertirse en entrenador, por ejemplo.

Ahora soy yo quien lo mira fijamente.—¿Quién me contrataría como entrenador?

Pat hace ademán de mirar al techo antes de volver a encontrarse con mis ojos.

𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora