capítulo 23.

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𝘑𝘢𝘺

Cuarenta minutos después tengo el pene de Won en la boca y le acaricio la próstata como un profesional. Se retuerce y suplica.

—Dame más —jadea— Dame la polla. Sabes que quieres.

Lo suelto con un chasquido y casi me trago mi propia lengua. La forma en que me ha pedido que le penetre me deja boquiabierto.

—No sé yo —balbuceo.

Acalorado, abre un ojo y me mira.— Dios. A veces siento como si tuvieras todo el brazo ahí metido, de todas formas. No puede ser muy diferente.

Pero sí lo es. No me malinterpretes, quiero estar dentro de ese bonito trasero suyo más de lo que quiero tomar mi próximo aliento. Sin embargo, también tengo miedo. No es una sensación familiar.

Nunca me han importado las consecuencias de mis acciones, pero si hacemos esto, no solo estaré follando con Won, sino que tendrá un significado para mí. Y lo más probable es que para él no.

Para él, será otro pequeño experimento que podrá llevarse antes de irse y sentar cabeza con alguna chica.

Ahora me observa y espera que me decida. Entretanto, se masturba con suavidad sin apartar los ojos de los míos.

Mierda, voy a hacerlo.

Voy a follarme al único hombre que he amado.

Apenas puedo respirar mientras busco el lubricante. En ese momento, me doy cuenta de que también necesito un condón, así que salgo de la cama en busca de mi bolsa de viaje. Guardé allí una caja entera de condones, aunque no sé muy bien por qué.

Cuando acepté el trabajo en el campamento, lo hice con el único propósito de pasar tiempo con Won, no para tener una especie de juerga sexual con los homosexuales del lugar.

Nunca pensé que abriría esta caja. Con Jungwon. Para Jungwon.

—¿Estás seguro? —pregunto con voz ronca.

Él asiente. Esos ojos marrones arden de hambre y brillan con confianza. Memorizo esa expresión, la forma en que está tumbado a mi merced, grande, duro y ondeando poder masculino.

Me tomo mi tiempo con él; soy más generoso que de costumbre con el lubricante.

Joder, no quiero hacerle daño y tampoco deseo que odie esta experiencia. No puedo evitar recordar mi primera vez, ni lo inferior que me sentí frente a un tipo al que no le importaba mi placer. Quiero que a Won le guste.

—Un dedo no será suficiente esta vez. —Mi voz es tan grave que me pica la garganta—. Tendrás que acostumbrarte a más antes de que yo... eh...

Su voz suena tan ronca como la mía.

—¿Pararás si no me gusta?— Mi corazón se estremece.

—Por supuesto. —Me inclino sobre él y le planto un beso tranquilizador en los labios, luego le guiño un ojo—. Solo di «cojonera» si quieres que me detenga.

Una oleada de risas lo sacude. —Oh, cielos. Me había olvidado por completo de eso.

Yo también me río al pensar en la ridícula palabra clave que nos inventamos cuando teníamos catorce años. No estoy seguro de a quién se le ocurrió.

¿A quién quiero engañar? Obviamente fui yo, pero la usamos durante nuestra fase de lucha libre. Decidimos que las artes marciales mixtas eran lo mejor y pasamos horas en el gimnasio practicando nuestros «movimientos»

Aunque la mitad de las veces, cuando uno de nosotros realizaba una llave, el otro no se daba cuenta, así que ideamos una palabra de seguridad. Creo que nunca olvidaré el día en que Pat entró en el gimnasio y nos encontró a mí, tumbado boca abajo con la rodilla de Jungwon clavada en la nuca, mientras yo gritaba «¡cojonera!» una y otra vez.

𝗔𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗵𝗲. jaywon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora