Veintiséis: Los Obituarios

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Mariana, Salomón, Ismael y Gloria llegaron a la estación de policía

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Mariana, Salomón, Ismael y Gloria llegaron a la estación de policía. Pero el lugar estaba lleno de personas con carteles que gritaban que Altagracia era una asesina.

—Muchachas, no nos van a dejar entrar—habló Salomón—acá hay unos policías, vamos.

Los cuatro caminaron hacia ellos.

—Hola, ¿ustedes nos podrían ayudar a entrar?—preguntó Mariana—necesitamos hablar con Calixto.

—Disculpe señorita, pero nadie puede pasar, esto es muy peligroso—habló uno de ellos—.

—Señor ¿pero no habrá otra puerta?—preguntó Gloria—una en la que podamos entrar, vea es súper importante.

—Lo siento, pero es imposible.

—Nosotros vamos a entrar por las buenas o por las malas—habló Salomón—así que me van diciendo si nos van a ayudar.

(......)

Finalmente los cuatro pudieron pasar. Gloria entró primero cuando oyó que Calixto daba la orden que se llevaran a Altagracia.

—No, no, no, no se lleven presa a mi tía—dijo ella—nosotros pagaremos la fianza que sea necesaria pero no la metan presa, por favor.

—Yo no quiero ayuda de este hombre—habló Altagracia mirando a Salomón—prefiero mil veces ir presa que recibir ayuda de Salomón Vaisman.

Mariana y Gloria se miraron. Salomón no dijo nada ya que se lo veía venir, pero si miró a las chicas para quitarle importancia.

—Vete por donde viniste, Vaisman—siguió Altagracia—yo sé cuidarme sola.

—No Altagracia, la fianza la vamos a pagar Gloria y yo—habló Mariana para que no se negara—así que, Calixto suéltala.

—No se trata de pagar una fianza, señorita—habló este mirándola—.

—¿A no?—preguntó Ismael—¿entonces de qué se trata, Calixto?

—Ya dije que no quiero la ayuda de Salomón Vaisman—habló Altagracia—así que ese dinero no lo usarán.

—Lo que tengan que hacer lo van a tener que hacer en Caracas, con el juez y con el fiscal—habló Calixto hacia los chicos—.

—¿Usted no entiende que ella no mató a Buenaventura? Por favor, no lo mató...

—Lo siento señora, lamentablemente no puedo hacer más nada—detuvo Calixto a la Juaca—así que procedan señores—habló hacia los policías—acompañen a la señora hasta allá afuera.

Mariana y Gloria se acercaron a Altagracia preocupadas. Mariana tomó sus manos como apoyo, mientras que Gloria empezó a llorar.

—¡Tía no dejes que te vuelvan a hacer eso!—habló Gloria—.

Love and death || La Mujer de JudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora