VII. El espejo roto

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Me bebí mi sangre
después de ennegrecer la luna,
dejé salir avispas de mis propias venas,
espanto de helados borbotones, de punzó veneno
que brotó sereno desde el enjambre,
mi llanto como una canción de cuna;

he tocado fondo y me he roto en cada borde,
en cada arista me increpó el reflejo,
me convertí en una araña entre hilos de bronce
salino, un roce gélido me destrozó los nervios,

¡ah, oscuro delirio!
Permanecí inmóvil,
sin poder meterme en algún escondrijo,
tantos moretones he coleccionado dócil...
y de una vez desbordó el río
que, no pudiendo despedazar al padre,
atrincheró su imagen en el propio hijo.

Retales de un hombre polillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora