Óbito

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La corteza hueca que fui se erguía sobre el terciopelo
con un resplandor perdido. Ultrajado en duelo,
sólo pude sentir vértigo.
Los arbustos se incendiaban bajo un rocío negro.

¿Me puedes oír?
Aquí las fragancias de las flores son inaccesibles,
corremos a ciegas entre las tinieblas,
y nuestras cadenas no nos dejan dormir;

el lamento de los difuntos es un salmo incesante
de blasfemias sobre las llamas,
gritos ásperos, escupitajos ácidos sobre una llaga;

relámpagos surcan los cielos con su luz ausente,
y las almas vagan errantes
sin poder hallar la barca de Caronte.

Retales de un hombre polillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora