Wolves to the rescue

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Me vi corriendo sin descanso a través de un bosque que parecía tan familiar para mí como inquietante, perseguida por sombras que clamaban venganza por mis acciones hacia Perla. Mis pasos eran frenéticos, mis manos aferradas al vestido mientras intentaban escapar del destino que se cernía sobre mí. Pero los tacones traicioneros me jugaron una mala pasada, haciendo que tropezara con una rama oculta y cayera por un barranco en espiral. Giraba sin control hasta chocar bruscamente contra un árbol, sumiéndome en la oscuridad y dejándome sin sentido. Antes de caer en el letargo, unos aullidos lejanos rompieron el silencio nocturno: eran lobos. A pesar de mis esfuerzos por mantener la compostura, mis fuerzas flaquearon y me dejé llevar por la inconsciencia, mientras los aullidos se desvanecían en la neblina de mi mente...

—¿Qué crees que haya pasado para que estuviera en el bosque a esa hora? — preguntó una voz desconocida.

—Para ser honesto, no tengo ni idea. Además, esta es la segunda vez que le sucede algo así en el bosque. Si no hubiéramos patrullado ayer, no sabría qué habría sido de ella— respondió otra voz.

Ya no sentía el frío que me había envuelto antes; de hecho, ahora me sentía cálida y demasiado cómoda para mi gusto, gracias a una manta que me cubría. Lentamente abrí los ojos, entrecerrándolos por la luz del sol que entraba por la ventana. Frente a mí, dos chicos semidesnudos captaron mi atención: uno caminaba ansiosamente por la sala, mientras el otro disfrutaba de un muslo de pollo. En la cocina, una chica con una cicatriz en el rostro preparaba una sabrosa sopa, cuyo aroma me envolvía.

Al darme cuenta de que no me encontraba en mi casa, sino en un lugar desconocido e incluso con una ropa que no era mía, me incorporé rápidamente del sofá en el que me encontraba acostada, desconcertada y un tanto asustada, lo que hizo que los chicos se giraran para mirarme fijamente.

—¡Ya está despierta! — exclamó uno de ellos. Al mirarlos con más atención, reconocí a Paul Lahote y Jared Cameron. No los veía desde hacía meses, y su transformación física me sorprendió. Eran notablemente más altos y robustos, especialmente Paul, cuyos bíceps y abdominales marcados captaron mi mirada. Sin embargo, lo que me intrigó aún más fue el tatuaje que ambos llevaban en el brazo, idéntico al de... Sam Uley. En ese instante, sin pensarlo dos veces, me lancé hacia una mesa cercana y agarré un plato como si fuera un escudo.

—¡¿Qué hicieron conmigo?! ¿¡Me han secuestrado?!— Sin embargo, sus risas burlonas me desconcertaron aún más. La chica que cocinaba solo me sonrió amablemente.

—Por favor, no lo volveré a repetir. ¿Por qué estoy en este maldito lugar desconocido con dos chicos semidesnudos a los que no veía desde hace meses y una chica a la que no conozco? — mi voz se elevó, pero sus risas persistieron.

—¡IDIOTAS...!

De repente, Sam Uley apareció, arrebatándome el plato de mis manos con firmeza: —Aquí no se permiten malas palabras, señorita— advirtió seriamente. 

La chica que se encontraba en la cocina se acercó con gentileza hacia mí.

—Siéntate, querida, tómate unos minutos para relajarte— sugirió con una voz reconfortante.

Me senté en el sofá, ligeramente confundida. —Me llamo Emily, ¿y tú eres Leslie, ¿verdad? —, dijo ella mientras regresaba a la cocina para apagar el fuego bajo la sopa que estaba preparando. —Emmm... Si—, respondí un tanto insegura, deseando comprender por qué me encontraba allí. —Será mejor que me vaya—. Intenté levantarme con prisa del sofá para dirigirme hacia la puerta, pero Paul me cortó el paso poniéndose delante de ella con rapidez. —Será mejor que te quedes sentada—, expresó con sarcasmo, repitiendo mis palabras anteriores.

¡¿Acaso él es mi impronta?! - Embry CallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora