𝙽𝚎𝚠 𝚋𝚎𝚐𝚒𝚗𝚗𝚒𝚗𝚐𝚜

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Otro maldito día de colegio. Me desperté sintiéndome extraña, como si el mundo entero estuviera girando a una velocidad que no podía soportar. El mal humor era evidente, y no solo porque me había quedado hasta tarde leyendo esos libros que siempre logran atraparme. Había algo más, algo en el ambiente que me hacía sentir incómoda, como si una sombra desconocida se cerniera sobre mí.

Me dirigí al baño con la esperanza de que una ducha rápida despejara mi mente. Pero antes de entrar, me detuve frente al espejo, algo me llamaba la atención. Mis ojos... estaban demasiado dilatados, casi como si fueran dos pozos oscuros en medio de mi rostro. Algo que definitivamente no era normal. Un escalofrío recorrió mi espalda, pero decidí ignorarlo y me sumergí en el agua fría, que fue un alivio momentáneo para el calor que quemaba mi piel. Era como si mi cuerpo estuviera en llamas, un fuego interno que no tenía explicación.

Tras la ducha, busqué algo casual para vestirme, algo que me hiciera pasar desapercibida, pero sin dejar de verme bien. Mientras me peinaba con prisa, escuché a Will llamarme desde el piso de abajo, como lo hacía todos los días.

—¡Lesl...!— comenzó, pero lo interrumpí antes de que pudiera terminar.

—¡YA BAJO! — grité, mientras agarraba mi mochila y me dirigía hacia las escaleras. Cuando llegué abajo, Will me esperaba en la puerta, con una sonrisa que iluminaba su rostro. No entendía su entusiasmo, y sinceramente, en ese momento no me importaba saber la razón.

—Leslie, eres lo mejor del mundo, ya no me van a molestar en el colegio como antes. ¡En serio, te quiero mucho! — exclamó mientras me abrazaba con fuerza. Pero, de repente, se apartó de mí, su expresión cambiando de emoción a preocupación.

—Leslie... estás ardiendo— dijo, su voz temblando un poco. Antes de que pudiera procesar lo que me estaba diciendo, el claxon de mi tío nos interrumpió, urgencia en su tono. Sin pensar, me subí al auto con rapidez, ignorando totalmente el comentario de Will.

Will se sentó adelante, mientras yo me acomodaba atrás, como siempre. Mientras mi tío arrancaba el coche, mis ojos se posaron en los árboles de la reserva que pasaban a toda velocidad. Bajé la ventana, dejando que el aire frío azotara mi rostro, tratando de apagar ese calor que seguía quemándome desde dentro. Algo llamó mi atención entre los árboles, algo rápido y borroso: lobos. Eran más grandes de lo normal, pero ya no me importaba. Después de todo, en este lugar, los lobos eran algo cotidiano, aunque siempre me había dicho que era mejor ignorar lo que no te convenía saber.

Al llegar al colegio, me apresuré a bajar del coche, evitando la habitual despedida de mi tío. Caminé hacia la entrada, notando que algunas personas me miraban más de lo normal, pero no estaba de humor para averiguar por qué. El timbre de la primera clase sonó, español, y por supuesto, tenía la "suerte" de compartirla con Lotte y Perla. Genial, además de lidiar con una amiga que ya no quería saber nada de mí, también tenía que enfrentar a la persona más desagradable del mundo.

Cuando llegué al salón, vi que Lotte estaba sentada en la última fila, el único asiento disponible. Me dirigí hacia allí, pero justo cuando estaba a punto de sentarme, "accidentalmente" me tropecé y caí al suelo, golpeando mis rodillas con fuerza. Sentí un dolor agudo, mientras algunos se reían y otros simplemente ignoraban lo que acababa de pasar.

—Oops, lo siento mucho, no te vi— dijo Perla, con una sonrisa maliciosa. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que me había puesto el pie a propósito. La furia comenzó a crecer dentro de mí, y estaba a punto de devolverle el golpe, pero la profesora entró en el aula justo a tiempo para detenerme.

—Por favor, siéntense, hoy vamos a empezar un tema nuevo— anunció la profesora, sacando un marcador para escribir en la pizarra.

Detención era lo último que necesitaba en ese momento, así que me contuve, lanzándole a Perla una mirada llena de veneno. Ella solo se rió, disfrutando de su pequeña victoria. Me senté en mi asiento, dejando caer la mochila al suelo, y miré a Lotte de reojo, pero ella parecía completamente indiferente a mi presencia. Frustrada y aburrida, rodé los ojos y traté de concentrarme en la clase, pero el aburrimiento pronto comenzó a apoderarse de mí.

¡¿Acaso él es mi impronta?! - Embry CallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora