IV

761 55 1
                                    

La noche estaba en su apogeo en la Fortaleza Roja, y una calma inquietante se cernía sobre el castillo. Las antorchas ardiendo en las murallas emitían un resplandor parpadeante que apenas lograba disipar la oscuridad. Rhaenyra Targaryen se encontraba en su sala de estar, una habitación cálida y decorada con estandartes de dragones y reliquias de su linaje. Aunque intentaba concentrarse en el libro de antiguos tratados de dragones que descansaba en su regazo, su mente estaba lejos de allí.

El sonido de pasos apresurados resonó en el pasillo, sacándola de sus pensamientos. La puerta se abrió de golpe y Rhaegar, su mellizo, entró con una energía palpable, sus ojos violetas destellando con una mezcla de resolución y pasión.

"Rhaenyra, necesito hablar contigo"dijo, su voz cargada de una urgencia que hizo que Rhaenyra se enderezara de inmediato.

"Qué ocurre, Rhaegar?" preguntó ella, su preocupación evidente.

Rhaegar tomó un profundo respiro, como si estuviera preparándose para un desafío.

"He decidido unirme a nuestro tío Daemon y a la Serpiente Marina en la guerra contra los Peldaños de Piedra."

Las palabras cayeron como una pesada carga en la sala. Rhaenyra lo miró, sus ojos entrecerrados en una mezcla de incredulidad y temor.

"No puedes hacer eso, Rhaegar. Es demasiado peligroso, y padre nunca lo permitiría" respondió ella, su tono firme, pero con una sombra de temor detrás.

Rhaegar dio un paso adelante, su determinación inquebrantable.

"No puedo quedarme aquí mientras nuestra familia lucha y arriesga sus vidas. Daemon y Corlys necesitan toda la ayuda que puedan obtener, y Valkyria y yo podemos marcar la diferencia."

Rhaenyra se levantó del sillón, su expresión severa. Se acercó a su hermano, sus miradas enfrentándose en un duelo de voluntades.

"Entiendo tu deseo de ayudar, pero no quiero perderte. No quiero que arriesgues tu vida innecesariamente."

Rhaegar la miró con una mezcla de ternura y firmeza.

"Rhaenyra, esta es nuestra lucha también. Somos Targaryen, y nuestros dragones y nuestra sangre nos obligan a tomar parte en esto. No puedo quedarme aquí sabiendo que podría hacer una diferencia allá fuera."

Ella suspiró, sus ojos reflejando una lucha interna. Finalmente, asintió con un gesto lento, sabiendo que no podía detener a su hermano.

"Si estás decidido, no puedo detenerte. Pero prométeme que tendrás cuidado, y que volverás a salvo."

Rhaegar asintió solemnemente, sus ojos llenos de determinación.

"Te lo prometo, hermana."

Las horas pasaron y la noche se volvió más oscura, envolviendo la Fortaleza Roja en un manto de silencio. Mientras todos dormían, Rhaegar se escabulló por los pasillos, moviéndose con la destreza y el sigilo de un cazador nocturno. Su corazón latía con fuerza en su pecho, pero su resolución no flaqueaba. Alcanzó el patio donde Valkyria, su majestuosa dragona, esperaba en silencio, sus escamas brillando débilmente bajo la luz de la luna.

Rhaegar acarició el hocico de Valkyria, murmurando palabras de consuelo y comando en alto valyrio. La dragona respondió con un ronroneo bajo y profundo, como si entendiera la gravedad de la situación. Con movimientos ágiles, Rhaegar se subió a la silla de montar, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.

"Sōvēs" susurró, y con ese simple comando, Valkyria alzó el vuelo, sus alas gigantescas cortando el aire con un poderoso aleteo.

Mientras ascendían, Rhaegar echó un último vistazo a la Fortaleza Roja, sus murallas iluminadas débilmente por la luna. Sabía que su padre desconocía su partida, y que enfrentaría las consecuencias a su regreso. Pero en ese momento, la necesidad de apoyar a su familia y su causa era más fuerte que cualquier otra cosa. Volaron sobre la ciudad de Desembarco del Rey, sus calles desiertas y silenciosas, y más allá, hacia el mar abierto donde su destino lo esperaba.

Dragón BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora