XVIII

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El puerto de Driftmark era un hervidero de actividad cuando Rhaegar Targaryen llegó acompañado por un pequeño grupo de su Guardia Real. Las gaviotas volaban en círculos sobre las embarcaciones que se balanceaban suavemente en las aguas de la bahía, mientras los pescadores y marineros gritaban órdenes y realizaban sus labores diarias. Pero a pesar del bullicio habitual, había un aire de expectación en el puerto. La presencia de un rey no era una visita común.

Rhaegar se mantuvo en silencio mientras su caballo avanzaba por las estrechas calles adoquinadas que conducían al puerto. Había una inquietud en su corazón que no podía ignorar. La guerra estaba en un punto crítico, y necesitaba aliados de confianza, hombres que pudieran comandar lealtad y respeto, no solo por sus títulos, sino por sus acciones. El joven Addam de Hull, un nombre que había aparecido repetidamente en sus informes recientes, era uno de esos hombres. Un carpintero sin nombre había logrado lo que muchos solo podían soñar: reclamar a Bruma, el antiguo dragón de Laenor Velaryon, el fallecido esposo de Rhaegar y el hijo del Señor de las Mareas, Corlys Velaryon.

El viento salino agitaba el cabello plateado de Rhaegar mientras descendía de su montura frente a los muros de piedra de Driftmark. La fortaleza de los Velaryon estaba justo al otro lado de la colina, pero su destino era el puerto, donde Corlys había pedido encontrarse con él. Un hombre que prefería el aire del mar al de una sala cerrada, pensó Rhaegar. Algo que compartían, aunque sus experiencias con el mar eran muy diferentes.

Rhaegar caminó con paso firme hacia la mayor de las embarcaciones atracadas, una impresionante nave de guerra que dominaba las aguas. Su casco, negro como la obsidiana, estaba adornado con detalles dorados que reflejaban la luz del sol naciente. La Serpiente Marina, el orgullo de la flota Velaryon. A bordo, el Señor de las Mareas esperaba, con los brazos cruzados y una expresión indescifrable en su rostro.

"Lord Corlys," saludó Rhaegar al subir a bordo. La cubierta crujió bajo sus botas mientras se acercaba al anciano marino, cuyas arrugas eran testimonio de una vida larga y llena de aventuras.

"Mi rey," respondió Corlys con una leve inclinación de cabeza. "Es un honor recibirlo en Driftmark. ¿Cómo puedo servirle hoy?"

Rhaegar no perdió el tiempo con formalidades innecesarias. "Un joven en vuestra flota, un carpintero llamado Addam de Hull. Reclamó a Bruma."

Corlys asintió lentamente, su mirada se desvió hacia el horizonte, donde las olas rompían suavemente contra las rocas. "Es cierto. Addam es hijo de mi casa, aunque nació fuera del matrimonio. Un muchacho talentoso, leal... y ahora, jinete de un dragón."

Rhaegar estudió la expresión de Corlys, buscando algún indicio de duda o resentimiento, pero encontró solo una aceptación tranquila. "Reclamar a un dragón no es tarea fácil. Muchos han muerto intentándolo. ¿Qué lo hace especial?"

Corlys suspiró, dejando escapar un leve murmullo en su voz que era casi un lamento. " Muchos creen que es un bastardo targaryen que es el destino, que la sangre de Velaryon es fuerte en él. Pero, más allá de eso, Addam es un muchacho con corazón. Un corazón que late con fuerza por su familia, por Driftmark, por todo lo que hemos perdido."

El nombre de Rhaenys hizo que Rhaegar sintiera un nudo en el estómago. La princesa Rhaenys, esposa de Corlys, había sido su suegra y una mujer a la que siempre había respetado profundamente. Su muerte, junto con la de Laenor, había dejado cicatrices profundas en la familia Velaryon. "Habladme de él," pidió Rhaegar, tratando de entender al joven que había realizado una hazaña tan increíble.

"Addam siempre ha sido un chico tranquilo, observador," comenzó Corlys, mientras se dirigía hacia la proa del barco, invitando a Rhaegar a caminar con él. "Trabajó en los astilleros desde que era lo suficientemente fuerte para sostener un martillo. Rápido para aprender, más rápido aún para reparar cualquier cosa que se rompiera."

Dragón BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora