VII

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Los meses habían pasado con rapidez, y la vida en King's Landing continuó su curso. Rhaegar, junto a su esposo Laenor y su hijo Jacaerys, disfrutaba de la nueva dinámica familiar, aunque sus pensamientos a menudo volvían a Driftmark y a su vínculo secreto con Corlys Velaryon. La llegada de la primavera trajo consigo una nueva oportunidad para los amantes clandestinos.

Un día, Rhaegar viajó a Dragonstone, acompañado por Laenor y su pequeño Jacaerys. La razón oficial era supervisar algunas reparaciones y mejoras en el castillo ancestral de los Targaryen, pero había otra motivación mucho más personal y secreta. Lord Corlys había dejado Driftmark con la excusa de un viaje diplomático, permitiéndole varios días para encontrarse con Rhaegar sin levantar sospechas.

Dragonstone, con su imponente arquitectura y sus estrechos pasillos de piedra, ofrecía el refugio perfecto para su encuentro. La atmósfera allí era diferente, llena de historia y misticismo, lo que solo incrementaba la intensidad de sus emociones. En cuanto llegó, Rhaegar comenzó a preparar el terreno para su cita clandestina.

Al caer la noche, mientras Laenor se ocupaba de asuntos de la casa y Jacaerys dormía plácidamente en su cuna, Rhaegar y Corlys se encontraron en una de las cámaras más apartadas del castillo. La habitación, iluminada por la tenue luz de las antorchas y el resplandor de la luna que se filtraba por las ventanas, estaba cargada de una expectación eléctrica.

Corlys se acercó a Rhaegar, rodeándolo con sus brazos y atrayéndolo hacia sí. La barba de Corlys, áspera y familiar, rozó la piel de Rhaegar, enviando un escalofrío de placer por su columna. "He soñado con este momento," murmuró Corlys en su oído, su voz profunda resonando con orgullo y satisfacción. "Cada noche lejos de ti ha sido una tortura."

Rhaegar respondió con un beso apasionado, su lengua explorando la boca de Corlys con una urgencia que ambos compartían. Se separaron solo lo suficiente para recuperar el aliento, sus ojos ardiendo con deseo. "Aquí, en Dragonstone, somos libres," susurró Rhaegar. "Aquí, podemos ser quienes realmente somos."

Con un movimiento fluido, Corlys deslizó su mano por la espalda de Rhaegar, acariciando su piel con una firmeza que prometía tanto placer como dolor. "Esta noche," dijo con una sonrisa oscura, "no solo celebraremos nuestra unión, sino también nuestros deseos más profundos."

Rhaegar asintió, sintiendo un torrente de emoción y anticipación. Corlys lo empujó suavemente hacia la cama, sus manos firmes pero cuidadosas. La seda de sus ropas se deslizaba sensualmente sobre sus cuerpos mientras se desnudaban mutuamente, sus caricias cada vez más intensas.

Una vez desnudos, la intimidad de sus cuerpos bajo la luz de las antorchas se hizo más palpable. Corlys, tomando la iniciativa, ató las muñecas de Rhaegar con cintas de seda, asegurándolo a los postes de la cama. "Confía en mí," susurró, sus labios rozando el oído de Rhaegar.

Rhaegar cerró los ojos, entregándose por completo a la voluntad de Corlys. Los juegos de poder y dominación que compartían habían evolucionado, y ahora encontraban un placer oscuro y adictivo en la mezcla de dolor y placer. Corlys comenzó con caricias suaves, pero pronto sus manos se volvieron más demandantes, explorando cada rincón del cuerpo de Rhaegar con una mezcla de ternura y brutalidad controlada.

Los gemidos de Rhaegar llenaron la habitación mientras Corlys usaba una variedad de instrumentos y técnicas para llevarlo al límite de sus capacidades. El dolor era intenso, pero siempre estaba matizado con la promesa de placer, creando una experiencia que era tan emocional como física. Cada golpe, cada mordisco y cada caricia ardiente eran una manifestación de su amor y devoción mutua.

"Te daré un ejército," susurró Corlys en un momento de intensidad, sus ojos fijos en los de Rhaegar. "Cada hijo que tengamos será una extensión de nuestro poder, un símbolo de nuestra unión y de nuestra fuerza."

Dragón BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora