XVI

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Rhaenys descendió de Meleys con un peso en sus hombros que no era solo físico. Sus ojos, cansados y apagados, mostraban la fatiga de días sin descanso. Su cabello, normalmente ordenado, ahora estaba enmarañado por el viento y la sal del mar. Cada paso que daba hacia la fortaleza de Dragonstone era una lucha contra el agotamiento.

Daemon entró a la cueva con la urgencia de un hombre que no conoce la paz. Su rostro estaba marcado por la impaciencia y la frustración, sus ojos brillaban con una determinación feroz. Al ver a Rhaenys, su expresión se endureció aún más. No había tiempo para descansos, no con la guerra acechando cada sombra.

"Vuelve a tu montura", ordenó Daemon con una voz que no admitía réplica. "Vamos a volar".

Rhaenys, apenas capaz de mantenerse en pie, sintió un impulso de rabia mezclado con agotamiento. "Yo sola patrullé cientos de kilómetros de mar abierto, sin cesar, para mantener el bloqueo. Meleys debe comer y descansar", dijo mientras caminaba hacia la fortaleza, sus pasos lentos y pesados. "También yo", añadió, sin mirar a Daemon, solo deseando llegar a la seguridad y calma de su hogar.

Daemon la tomó del antebrazo, deteniéndola en seco. "Iremos a King's Landing", dijo, su tono urgente y lleno de furia contenida.

"¿Con qué fin?", replicó Rhaenys, sus ojos cansados pero llenos de desafío.

"Matar a Vhagar", respondió Daemon, su voz casi un susurro de odio. "No puedo enfrentar a esa perra vieja solo, pero con mi dragón junto al tuyo podemos matar a Vhagar y a su jinete. Hacer que sea un hijo por un hijo".

Rhaenys sintió un frío recorrer su columna. "¿Es lo que el rey ordenó?", preguntó, su tono lleno de escepticismo y un atisbo de desafío.

Daemon apretó su mandíbula, la frustración brotando de cada poro. "El rey Rhaegar sigue ausente", dijo, su voz temblando ligeramente de ira mientras Rhaenys se soltaba de su agarre.

Rhaenys lo miró con incredulidad y cansancio. "Yo debería estar en Harrenhal forzando alianzas, pero debo quedarme, librando su guerra", continuó Daemon, su frustración transformándose en resentimiento palpable.

Rhaenys sintió un destello de dolor en su corazón. "O tal vez solo esperar su regreso", sugirió, su voz tratando de mantener la calma mientras Daemon se dirigía al acantilado de la cueva cubierta.

"Se ha ido por días, es mucho tiempo, está expuesto", dijo Daemon, su voz casi quebrándose con la tensión.

Rhaenys sintió una oleada de compasión y rabia. "Está de luto", gritó, su voz cargada de la tristeza que también sentía por la pérdida de su nieto.

"El padre llora mientras el rey elude sus deberes", respondió Daemon, su voz aumentando en volumen y furia.

Rhaenys cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. "Fue un cuervo el que me trajo la noticia de la muerte de Laena", dijo, su voz quebrada por el dolor.

Daemon la miró, su expresión suavizándose ligeramente pero sin perder la dureza. Rhaenys continuó, "Por semanas estuve en tormento, negándome a creer lo que me habían dicho". Se movió hacia él, sus ojos buscando los de Daemon, tratando de hacerle entender. "Fue hasta que vi los restos mortales de mi hija que pude comenzar mi duelo".

Daemon apartó la mirada, su rostro una mezcla de dolor y furia contenida. Rhaenys continuó, "Un cuervo le dijo a Rhaegar que su hijo está muerto, necesita saberlo con certeza".

Daemon, con un suspiro de resignación y amargura, dijo, "Fue tonto al ir solo, ¿y si Aemond lo encuentra?".

Rhaenys respondió rápidamente, "Pues siento lástima por Aemond. El rey fue listo al alejarse, él no ha actuado bajo el impulso de venganza que otros podrían tener".

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