Dragón Blood

VIII

El sol se desplazaba lentamente por el cielo, bañando Dragonstone en una luz cálida y dorada que hacía brillar las escamas de los dragones y daba una cualidad etérea a la antigua fortaleza. En los amplios patios exteriores, Rhaegar y su hijo Jacaerys disfrutaban de una tarde tranquila y cargada de significados.

Rhaegar se encontraba sentado sobre una manta extendida en el suelo, con Jacaerys acurrucado en sus brazos. El pequeño tenía los ojos grandes y violetas característicos de su linaje, y su cabello blanco y rizado brillaba al sol. A su lado, Vermax, la joven cría de dragón de Jacaerys, jugaba con entusiasmo, sus escamas verdes relucientes y sus crestas y alas rojas capturando la luz del sol.

"Vermax está creciendo rápido," comentó Rhaegar, observando con orgullo cómo el joven dragón correteaba por el patio. "Pronto será un dragón formidable, igual que su madre."

A poca distancia, Valkyria, la madre de Vermax y la fiel dragona de Rhaegar, observaba a su cría con una mezcla de atención y cariño. Valkyria era una visión imponente: su piel negra como la noche contrastaba con los reflejos arcoíris que brillaban en su pecho y sus alas. Sus ojos dorados seguían cada movimiento de Vermax, asegurándose de que su cría estuviera a salvo mientras exploraba su entorno.

Jacaerys, con una risa burbujeante, estiró una mano regordeta hacia Vermax. El joven dragón, notando el gesto, se acercó con cautela y olfateó la mano del niño antes de frotar su cabeza contra ella, emitiendo un ronroneo satisfecho que hizo reír aún más a Jacaerys.

"Parece que se llevan bien," dijo Rhaegar con una sonrisa, acariciando suavemente la cabeza de su hijo. "Eres un verdadero jinete de dragones, Jace."

El bebé rió de nuevo, sus ojos brillando con alegría mientras jugaba con Vermax. Rhaegar se sentía increíblemente orgulloso de su hijo y de la conexión que ya estaba formando con su dragón. Era un vínculo que sólo los Targaryen y Velaryon podían comprender verdaderamente, uno que trascendía la mera compañía.

Valkyria, sintiendo la tranquilidad del momento, se acercó más a su hijo y a su jinete. Con movimientos elegantes, la dragona negra extendió una de sus alas, cubriendo parcialmente a Rhaegar y Jacaerys, ofreciéndoles sombra y protección.

"Gracias, Valkyria," murmuró Rhaegar, acariciando el cuello escamoso de su dragona. "Siempre cuidándonos."

El dragón emitió un sonido bajo, casi como un ronroneo, mientras inclinaba la cabeza hacia la mano de Rhaegar. Era una conexión profunda y respetuosa, construida sobre años de confianza y compañerismo.

Rhaegar se acomodó en el suelo, apoyándose contra el costado de Valkyria mientras sostenía a Jacaerys en sus brazos. El patio de Dragonstone estaba en calma, y el sonido de las olas rompiendo contra las rocas lejanas proporcionaba un fondo relajante.

"Un día, Jace, volarás sobre los cielos con Vermax," dijo Rhaegar, mirando a su hijo con una mezcla de amor y esperanza. "Serás fuerte y valiente, igual que yo. Y siempre tendrás a Valkyria y a Vermax a tu lado."

Jacaerys, como si entendiera las palabras de su padre, sonrió y se acurrucó más cerca, sus pequeñas manos aferrándose a la túnica de Rhaegar. Rhaegar acarició suavemente el cabello de su hijo, disfrutando de la paz de ese momento.

Vermax, satisfecho de haber jugado, se tumbó cerca de ellos, cerrando los ojos y disfrutando de la calidez del sol. Valkyria, vigilante pero relajada, se quedó junto a su familia, su presencia imponente y tranquilizadora.

La tarde avanzaba con una serenidad inusual. Rhaegar canturreaba suavemente canciones de cuna en alto valyrio, el sonido de su voz calmando a Jacaerys y a los dragones por igual. Era un raro momento de tranquilidad en sus vidas llenas de responsabilidades y tensiones.