XXI. Citas

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Cuando Seokjin vio a su padre conectado a la máquina de soporte vital, sintió una oleada de emociones abrumadoras. El sonido rítmico de las máquinas llenaba la habitación, y las luces parpadeantes creaban un ambiente sombrío. En otro momento, esta escena habría sido insoportablemente devastadora, pero tener la mano de Jungkook entrelazada con la suya le brindaba una fuerza inesperada. Seokjin respiró hondo, tratando de mantener la compostura mientras miraba a su padre, una figura que siempre había sido imponente y ahora se veía tan vulnerable.

—Es hora de irnos —murmuró Seokjin, su voz apenas un susurro, pero cargada de una firmeza renovada.

Salieron de la habitación y caminaron hacia la salida. El pasillo del hospital estaba tranquilo, y el eco de sus pasos resonaba suavemente en el aire. Jungkook apretó la mano de Seokjin, ofreciéndole una sonrisa cálida y reconfortante.

—Lo hiciste, Jinnie —dijo Jungkook, con un tono de orgullo y ternura. —¿Quieres ver una película para distraerte? —sugirió, deseando aliviar la tensión de Seokjin.

Seokjin asintió, sintiéndose agradecido por la consideración de Jungkook.

—Vamos —respondió, sintiendo que cualquier cosa sería mejor que seguir sumido en pensamientos oscuros.

Llegaron al cine, y para sorpresa de Jungkook, Seokjin había rentado toda la sala para que pudieran estar solos. El cine vacío ofrecía un refugio privado donde podían relajarse sin preocuparse por el mundo exterior. Eligieron una comedia ligera, algo que pudiera arrancarles sonrisas y hacerles olvidar, aunque sea por un momento, las preocupaciones que los habían seguido hasta allí.

Después de la película, Jungkook decidió que no iba a permitir que la tristeza volviera a asentarse. Llevó a Seokjin a una cabina de fotos cercana, donde se pusieron pelucas y diademas, riendo mientras tomaban fotos divertidas. La primera foto era de ellos sonriendo ampliamente; en la segunda, Seokjin llevaba una peluca roja y Jungkook una diadema con orejas de gato; en la tercera, se dieron un beso de pico; y en la cuarta, un beso más apasionado que capturaba la esencia de su amor.

Emocionados por la experiencia, compraron una cámara instantánea y comenzaron a documentar el día. Tomaron fotos mientras andaban en bicicleta, soplaban burbujas y exploraban la ciudad. Cada imagen capturaba momentos de alegría y ternura, creando un álbum de recuerdos que atesorarían para siempre.

Andando en bicicleta por el parque, Jungkook detuvo su bici y esperó a Seokjin. Cuando llegó a su lado, lo capturó en una foto, con el cabello desordenado por el viento y una sonrisa que iluminaba su rostro. Luego, tomaron una foto juntos, con las bicicletas de fondo y el cielo azul extendiéndose sobre ellos.

Más tarde, encontraron una fuente en el parque y decidieron soplar burbujas. Seokjin, riendo como un niño, soplaba burbujas que brillaban bajo el sol. Jungkook capturó ese momento, la imagen de Seokjin con la risa pura y la luz del sol reflejada en las burbujas se convirtió en una de sus fotos favoritas.

La tarde se convirtió en noche, y la ciudad se llenó de luces titilantes. Tomaron una última foto juntos, con las luces de la ciudad como telón de fondo. Jungkook se acercó a Seokjin, colocando un brazo alrededor de su cintura, y ambos sonrieron a la cámara.

—Gracias por esto, Kook —dijo Seokjin, sosteniendo las fotos en sus manos. —Este fue el mejor día de mi vida.

—Siempre estaré aquí para ti, Jinnie —respondió Jungkook, acariciando suavemente la mejilla de Seokjin. —No importa lo que pase, siempre encontrarás mi mano.

Con esa promesa, Seokjin sintió una paz interior que hacía mucho no experimentaba. Juntos, caminaron de regreso, con los recuerdos del día llenando sus corazones de esperanza y amor.

[…]

Hwan, con el ceño fruncido y una ira contenida, arrojó el vaso de vidrio contra la pared de su oficina. El sonido de la ruptura resonó como un eco de su frustración y celos. Las imágenes en las noticias mostraban a Seokjin y Jungkook juntos, felices, y cada palabra del reporte era como una daga en su corazón. Seokjin sonriendo, Seokjin besando a Jungkook, Seokjin disfrutando de la compañía del otro hombre. "Ese debería haber sido yo," pensó Hwan con amargura, apretando los puños.

Los fragmentos de vidrio se esparcieron por el suelo, reflejando la luz de las lámparas de la oficina. Hwan miraba el desastre con ojos llenos de furia. Seokjin había sido suyo desde siempre, desde que eran niños. Su familia había planeado su futuro juntos, y no iba a permitir que un simple contador lo robara.

—Todo está listo, señor —informó uno de sus guardaespaldas, entrando en la oficina con cautela, consciente del estado de ánimo volátil de Hwan.

Hwan se giró para mirar al guardaespaldas, su expresión se suavizó levemente, pero la determinación seguía siendo clara en sus ojos.

—Perfecto —respondió Hwan, su voz fría y calculadora. —No quiero fallos. Seokjin volverá a estar a mi lado, cueste lo que cueste.

El guardaespaldas asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Sabía que Hwan no toleraba errores y que cumpliría sus órdenes a cualquier precio. Salió de la oficina para coordinar los últimos detalles del plan, dejando a Hwan solo con sus pensamientos.

El híbrido de león se acercó a su escritorio y tomó la fotografía que siempre había tenido allí: una imagen de él y Seokjin de niños, sonriendo inocentemente. Sus dedos trazaron el contorno de la cara de Seokjin en la foto, y por un momento, sus ojos se suavizaron, recordando tiempos más simples.

Pero esa dulzura desapareció rápidamente, reemplazada por una determinación feroz. Hwan se prometió a sí mismo que haría lo necesario para recuperar a Seokjin. No importaba lo que tuviera que hacer o a quién tuviera que derribar en el proceso.

Mientras el equipo de Hwan se movía en las sombras, preparando cada detalle con precisión, Hwan se dirigió a la ventana, mirando la ciudad que se extendía ante él. Las luces de los edificios brillaban en la noche, y el ruido distante del tráfico le recordaba que la vida seguía su curso. Pero para Hwan, todo estaba en pausa hasta que Seokjin volviera a ser suyo.

En su mente, trazaba cada paso de su plan. Sabía que Jungkook no sería un rival fácil, pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo. No solo por amor, sino también por orgullo. Seokjin le pertenecía, y nadie, ni siquiera Jungkook, iba a arrebatarle lo que era suyo por derecho.

La noche avanzaba, y Hwan se preparaba para la batalla que se avecinaba. En su interior, una mezcla de emoción y rabia lo mantenía en pie. La misión estaba en marcha, y Hwan estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para asegurarse de que terminara a su favor.

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