XXXIII. Recuerdos

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Al estar en su habitación, SeokJin se sentó en la cama, mirando fijamente su antiguo teléfono en la mesa de noche. Su mente estaba llena de interrogantes y confusión, y ese dispositivo parecía una ventana al pasado que no podía recordar. Lo tomó entre sus manos, sintiendo el peso de su amnesia y la frustración de no poder recordar la contraseña.

—¿Si yo fuera el SeokJin del pasado, cuál pondría? —murmuró para sí mismo.

Intentó con fechas importantes: su cumpleaños, el de su madre, y otros momentos significativos de su vida. Sin embargo, ninguno de estos intentos funcionó. SeokJin dejó escapar un suspiro de desesperación y dejó el teléfono sobre la cama.

Mientras se levantaba, algo en el fondo de su armario llamó su atención. Una caja polvorienta y aparentemente escondida. La sacó con cuidado y la abrió, descubriendo en su interior boletos de autobús, entradas a un zoológico, tickets de un acuario, una factura de un hotel en la playa y otros recuerdos. Su corazón comenzó a latir con fuerza al encontrar una foto suya junto a un alfa conejo. Lágrimas involuntarias comenzaron a caer de sus ojos.

—¿Quién eres? —susurró, mirando la imagen de sí mismo sonriendo y besando al alfa—. ¿Por qué no te recuerdo?

Siguió buscando en la caja y encontró papeles que indicaban la compra de un edificio en una zona pobre de Seúl. Frunció el ceño, desconcertado por esta información.

—¿Por qué hice eso? —se cuestionó en voz alta.

Mientras revisaba los objetos, un calendario llamó su atención. Tenía una fecha marcada: 2 de septiembre. Volvió a mirar el teléfono en sus manos, y con la esperanza renovada, introdujo los números. Para su sorpresa y alivio, el teléfono se desbloqueó.

El corazón de SeokJin parecía que se iba a salir de su pecho. Lágrimas de alivio y tristeza corrían por su rostro mientras revisaba el contenido del teléfono. Cada imagen, mensaje y nota parecía llenar el vacío en su memoria. Los recuerdos que no podía alcanzar comenzaron a formarse, trayendo consigo una sensación de pertenencia y verdad.

Miró las fotos de él y Jungkook, viendo el amor y la felicidad reflejados en cada imagen. Sus manos temblaban mientras deslizaba las imágenes, cada una confirmando lo que su corazón ya sabía: su vida con Jungkook había sido real y llena de amor. Las notas y mensajes entre ellos hablaban de planes futuros, de sueños compartidos, y de una vida que le había sido robada por la amnesia y las mentiras de Hwan.

SeokJin se hundió en la cama, abrazando el teléfono contra su pecho, sintiendo que, aunque el camino hacia la recuperación total de sus recuerdos sería largo y difícil, ya no estaba tan perdido. Había encontrado un fragmento de su verdadera vida, y con eso, una chispa de esperanza.

[…]

En la cocina, Hwan entró con determinación, llevando consigo un frasco pequeño. La sirvienta, una híbrida de ratón de mirada temerosa, lo observaba con nerviosismo.

—Necesito que dupliques la dosis —ordenó Hwan, entregándole el frasco.

—¿Eso está bien? ¿Qué le pasará al joven Kim? —preguntó ella, recordando con horror los efectos devastadores que una dosis similar había tenido en Seon Ho.

—Nada que te importe. Solo se desharán de algo que me está causando problemas —replicó Hwan con frialdad.

La híbrida temblaba mientras vertía las gotas en un vaso. Subió las escaleras con lentitud, cada paso parecía más pesado que el anterior. Al llegar a la habitación de SeokJin, abrió la puerta con cautela y se encontró con él abrazado a su celular, durmiendo plácidamente pero con rastros de lágrimas en sus mejillas.

—Joven Kim, la cena —dijo en un susurro, tratando de ocultar su nerviosismo.

SeokJin se despertó lentamente, sus ojos rojos y llenos de dolor. Miró a la sirvienta con desdén.

—No quiero. Llévatelo —ordenó con voz quebrada.

—Joven Kim, el doctor dijo que tenía que comer mejor —insistió la sirvienta, sabiendo que debía seguir las órdenes de Hwan, pero también sintiendo una punzada de culpa.

En ese momento, Seung entró en la habitación, con el rostro torcido por la ira.

—Mi hyung dijo que no —gritó, dirigiéndose a la sirvienta con furia—. ¿Estás sorda? ¡Vete!

La híbrida se apresuró a salir de la habitación, su corazón latiendo a mil por hora.

—¿Seung? —preguntó SeokJin, con una mezcla de sorpresa y dolor.

—Lo siento, hermano —dijo Seung, bajando la mirada—. No sabía cómo ayudarte hasta ahora.

—¿Lo sabías? —La voz de SeokJin era un susurro lleno de incredulidad y traición.

—Sí, pero... —Seung tragó saliva, luchando contra las lágrimas—. Te ayudaré a que escapes. No puedo permitir que te hagan daño.

Seung ayudó a su hermano a levantarse con cuidado. SeokJin todavía estaba débil y tambaleante, pero la determinación en sus ojos era inquebrantable. Juntos, comenzaron a planificar su escape, sabiendo que cada segundo contaba y que la sombra de Hwan se cernía peligrosamente sobre ellos.

Mientras tanto, en el pasillo, la sirvienta se encontraba con Hwan.

—¿Lo hiciste? —preguntó con impaciencia.

—Sí, señor —mintió ella, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Hwan asintió, satisfecho, y se dirigió hacia la habitación de SeokJin. La sirvienta esperó hasta que él se alejara antes de correr a la cocina, su mente llena de temor y culpa por lo que había hecho.

En la habitación, SeokJin y Seung se movían con rapidez y sigilo, sabiendo que sus vidas dependían de cada movimiento. La resolución en sus corazones era clara: escapar de las garras de Hwan y recuperar la vida que les había sido arrebatada.

[…]

La noche era fría y oscura cuando SeokJin y Seung salieron de la mansión. El corazón de SeokJin latía con fuerza, cada paso que daba lo acercaba a un futuro incierto, pero lleno de esperanza. Tomaron un taxi rápidamente, y SeokJin, con la mente todavía nublada por la confusión y el dolor, dio la única dirección que recordaba con claridad: el edificio que había comprado años atrás.

El taxi recorrió las calles de Seúl, mientras los hermanos miraban con nerviosismo por las ventanas, esperando no ser seguidos. Decidieron bajarse unas cuadras antes de su destino para evitar ser rastreados. El área era familiar para SeokJin, quien, a pesar de la bruma de sus recuerdos, sentía una conexión inexplicable con el lugar.

Caminaron por las aceras hasta llegar a un edificio que no se parecía del todo al que SeokJin había comprado, pero el entorno despertaba una sensación conocida en él. Subieron hasta el quinto piso, con el corazón en la garganta. SeokJin se detuvo frente a una puerta, sintiendo una mezcla de miedo y esperanza. Marcó los dígitos 0209 en el teclado de la cerradura.

La puerta se abrió lentamente, revelando un apartamento modesto pero acogedor. Al otro lado de la puerta, un alfa conejo los observaba con ojos llenos de sorpresa y preocupación.

—¿Jinnie? —dijo el alfa, su voz apenas un susurro.

SeokJin sintió una avalancha de emociones al ver al alfa de las fotos, la misma persona que había estado buscando en lo profundo de su corazón y en los fragmentos de sus recuerdos. Lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras daba un paso hacia adelante.

—¿Eres tú? —preguntó SeokJin con voz temblorosa, apenas capaz de contener la marea de sentimientos.

El alfa, reconociendo el dolor y la confusión en los ojos de SeokJin, dio un paso hacia adelante y lo envolvió en un abrazo cálido y protector. Jungkook, porque eso era lo que él era, cerró los ojos, sintiendo el alivio y la alegría de tener a su omega nuevamente en sus brazos.

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