En la sede de la cadena hotelera, SeokJin se había transformado en una figura imponente y temida. Sus pasos resonaban en los pasillos de mármol, marcando un ritmo que sus subordinados rápidamente aprendieron a seguir. No había lugar para errores en su mundo, y su mirada seria y concentrada dejaba claro que esperaba lo mismo de los demás.
Cada mañana, SeokJin llegaba puntualmente a las siete, vestido impecablemente con trajes a medida que acentuaban su porte autoritario. Sus ojos, antes brillantes y llenos de calidez, ahora reflejaban una determinación inquebrantable. Sus empleados sabían que el día comenzaba con una reunión a las siete y media en punto, donde se revisaban los objetivos diarios y se asignaban tareas con precisión militar.
El ambiente en las oficinas era tenso. El personal caminaba con rapidez, llevando carpetas y dispositivos electrónicos, susurrando entre ellos para evitar atraer la atención de SeokJin. Su reputación de líder competente y justo estaba manchada por su severidad. La eficiencia había mejorado drásticamente bajo su liderazgo, pero a un costo emocional considerable. Nadie quería ser el próximo en recibir su mirada desaprobatoria o su reprimenda, conocida por su frialdad y precisión.
Durante las reuniones, SeokJin se sentaba en la cabecera de la mesa de conferencias, su presencia dominando el espacio. Sus discursos eran claros y directos, cada palabra calculada para transmitir su mensaje sin lugar a interpretaciones. No había espacio para la mediocridad en su equipo; esperaba excelencia y no aceptaba menos. Su capacidad para resolver problemas complejos y tomar decisiones rápidas lo hacía admirable, pero también temido.
En una de las reuniones, SeokJin repasaba los informes trimestrales, sus dedos pasando las páginas con rapidez, su mente procesando la información a una velocidad impresionante. Un silencio sepulcral llenaba la sala mientras él leía, sus empleados esperando ansiosamente su veredicto. Finalmente, levantó la vista, sus ojos oscuros fijos en el jefe del departamento de ventas.
—Los números están por debajo de lo esperado —dijo con voz firme—. Necesito un plan detallado de cómo van a mejorar esto antes del final del día. No acepto excusas.
El jefe de ventas, un hombre experimentado que rara vez se sentía intimidado, asintió rápidamente, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que SeokJin no aceptaría nada menos que un plan impecable.
En otra ocasión, durante una inspección sorpresa en uno de los hoteles de la cadena, SeokJin caminaba por los pasillos del establecimiento, su mirada crítica evaluando cada detalle. Encontró una ligera mancha en una de las ventanas del lobby y llamó al gerente del hotel, quien llegó rápidamente, sudando nervioso.
—Esto es inaceptable— declaró SeokJin, señalando la mancha—. Quiero que este lugar esté impecable en todo momento. Si esto se repite, habrá consecuencias.
El gerente asintió rápidamente, sintiendo el peso de la mirada de SeokJin sobre él. Sabía que debía actuar de inmediato para corregir el error y evitar más reprimendas.
A pesar de su severidad, SeokJin también demostraba ser un líder que se preocupaba por la calidad y la excelencia. Sus estándares altos impulsaban a la compañía hacia el éxito, y aunque sus métodos eran estrictos, los resultados eran innegables. Los hoteles bajo su supervisión se volvieron modelos de eficiencia y lujo, atrayendo a clientes de alto perfil y obteniendo críticas favorables.
Sin embargo, este éxito profesional tenía un costo personal para SeokJin. Su vida personal se volvía cada vez más solitaria. La imagen pública que proyectaba era de un hombre inquebrantable, pero en su interior, luchaba con la presión constante de mantener esos altos estándares. Su relación con Jungkook era su único refugio de calidez en un mundo dominado por la frialdad y la eficiencia.
Las noches, después de jornadas agotadoras, las pasaba a menudo en la quietud de su despacho, revisando informes y planificando estrategias, la luz suave de su lámpara de escritorio iluminando su rostro cansado. En esos momentos, extrañaba la simplicidad de los días pasados en la granja de los Jeon, la calidez de las risas y la alegría de la familia que lo había acogido.
A pesar de todo, SeokJin sabía que su papel era crucial para el futuro de la compañía y estaba dispuesto a sacrificar su bienestar personal por el éxito de la empresa. La fuerza de su carácter y su determinación eran admirables, pero también revelaban la carga pesada que llevaba consigo. La dualidad de su vida, entre la exigente sede y el consuelo del amor de Jungkook, definía su existencia, convirtiéndolo en una figura compleja y profundamente humana.
[…]
El día comenzó como cualquier otro para SeokJin, sumido en la rutina frenética de la empresa. La llamada inesperada llegó justo después del almuerzo, informándole de un problema grave en el restaurante de uno de los hoteles insignia de la cadena. La voz al otro lado del teléfono describía un desastre absoluto: quejas de los clientes, una cocina en caos y un servicio desorganizado. Estresado y con el ceño fruncido, SeokJin dejó todo de lado y se dirigió al lugar con urgencia.
Al llegar, notó algo extraño. El restaurante estaba impecable, decorado con esmero y en perfectas condiciones. Las mesas estaban perfectamente dispuestas, las luces suaves creaban una atmósfera acogedora y una fragancia floral llenaba el aire. Confundido, SeokJin caminó lentamente por el restaurante, buscando alguna señal del desastre que le habían descrito. Fue entonces cuando llegó al centro del comedor y vio una mesa elegantemente decorada, rodeada de velas y flores.
—¡Jinnie!— gritó una voz familiar.
SeokJin giró en dirección al sonido y vio a Jungkook de pie, con una gran sonrisa en su rostro. Antes de que pudiera procesar completamente la situación, cientos de pétalos de rosas comenzaron a caer del techo, cubriendo el suelo alrededor de él en un suave manto de colores.
Jungkook, vestido con un traje impecable, se arrodilló ante él con un anillo en la mano.
—¿Te quieres casar conmigo?— preguntó con una voz llena de emoción y amor.
El corazón de SeokJin se aceleró, y por un momento, todo el estrés y la tensión del día se desvanecieron. Miró a Jungkook, aún incrédulo por lo que estaba ocurriendo. Lentamente, una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Sí— respondió, su voz temblando ligeramente por la emoción.
En ese instante, las puertas del restaurante se abrieron y la gente comenzó a salir de sus escondites: empleados, amigos y familiares que habían estado esperando este momento especial. Aplausos y vítores llenaron el aire, pero SeokJin aún estaba tratando de procesar todo lo que había sucedido.
—¿Entonces no hay ningún problema?— preguntó, todavía dudoso, mirando a su alrededor en busca de alguna señal de los problemas que le habían descrito por teléfono.
Jungkook rió suavemente, tomando la mano de SeokJin y deslizando el anillo en su dedo.
—No, no hay ningún problema— dijo, acercándose para besar a SeokJin—. Solo quería sorprenderte.
—Te amo— añadió, sus ojos brillando con sinceridad.
—Yo también te amo,— respondió SeokJin. Aunque su tono era más frío y controlado, Jungkook sabía que esas palabras venían del fondo de su corazón.
Los dos se abrazaron mientras los pétalos seguían cayendo, creando un momento perfecto en medio del restaurante decorado. La planificación cuidadosa y el esfuerzo de Jungkook habían dado sus frutos, y SeokJin no podía evitar sentirse conmovido por el gesto.
La noticia de su compromiso se esparció rápidamente, y pronto ambos estaban rodeados de sus seres queridos, felicitándolos y compartiendo su alegría. SeokJin, normalmente reservado y serio, permitió que una genuina sonrisa iluminara su rostro mientras aceptaba los abrazos y las felicitaciones.
La noche continuó con una celebración improvisada en el restaurante, llena de risas, música y amor. A medida que avanzaba la velada, SeokJin se dio cuenta de lo afortunado que era de tener a Jungkook a su lado, alguien que no solo lo entendía, sino que también estaba dispuesto a hacer todo lo posible para hacerle feliz. Juntos, enfrentaron los desafíos del día a día, y ahora, con la promesa de un futuro juntos, SeokJin sabía que no había nada que no pudieran superar.
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The only reason
Fanfic"El amor no mira con los ojos, sino con el alma." -William Shakespeare