XXX. Lejos

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Para Jungkook el dia comenzó normal, lleno de expectativas y planes para el futuro junto a SeokJin, se transformó en una pesadilla inesperada y desgarradora. La última vez que había visto a SeokJin, fue en la mañana antes de dirigirse a la sede de la empresa. Recordaba cómo SeokJin lo había besado dulcemente antes de despedirse, sus palabras de amor resonando en su mente como una melodía reconfortante.

Pero ahora, todo eso parecía un recuerdo lejano y difuso. El peso del silencio y la incertidumbre en su corazón pesaba como una losa mientras yacía en una fría celda de la cárcel. La atmósfera estaba cargada de desesperación y temor, y cada respiración se sentía como un esfuerzo sobrehumano.

—¿Dónde estás, SeokJin?— murmuró Jungkook, susurros de angustia escapando entre lágrimas que no podía contener. El dolor en su pecho era abrumador, como si cada latido de su corazón recordara la ausencia de SeokJin.

Los minutos se convirtieron en horas, y las horas en días mientras Jungkook esperaba desesperadamente alguna noticia, alguna señal de SeokJin. Recordaba el sonido de las sirenas de la policía, pero después de eso, todo se volvió borroso y confuso. La policía lo había detenido, acusándolo de causar malversación, pero Jungkook no entendía cómo podría haber sido responsable de algo así.

Las lágrimas seguían fluyendo, su corazón latía con una mezcla de dolor y esperanza. Esperanza de que SeokJin estuviera bien, de que pronto lo encontraría y todo volvería a ser como antes. Pero también temía lo peor, temía perder a SeokJin para siempre, temía no poder volver a ver su sonrisa o escuchar su voz calmante.

En la oscuridad de la celda, Jungkook cerró los ojos y trató de aferrarse a la esperanza, trató de recordar cada detalle de SeokJin que aún conservaba en su memoria. Sabía que no podía rendirse, que tenía que mantenerse fuerte por SeokJin, por su amor. Y mientras el tiempo pasaba implacablemente, Jungkook se aferraba a la promesa de que algún día, de alguna manera, volvería a encontrar a SeokJin y juntos superarían esta tormenta que los había separado.

[…]

Lo primero que SeokJin notó al despertar fue una sensación de desorientación abrumadora. Miró a su alrededor, tratando de ubicarse en el espacio que lo rodeaba. La habitación del hospital parecía extrañamente familiar y desconocida al mismo tiempo, como si hubiera estado allí antes pero no pudiera recordarlo.

—¿Hwan? ¿Qué haces aquí? —preguntó SeokJin, su voz sonando débil y confusa. Se llevó una mano a la cabeza, sintiendo una leve punzada de dolor mientras intentaba reconstruir los fragmentos de su memoria perdida—. ¿Dónde estoy?

Hwan, con una expresión preocupada pero comprensiva, se acercó a él. Era un hombre apuesto, con una presencia serena que parecía contrastar con la agitación interna de SeokJin en ese momento.

—Sufriste un accidente, Jinnie. ¿No lo recuerdas? —preguntó Hwan con suavidad, tratando de sonar reconfortante mientras tomaba las manos de SeokJin entre las suyas.

SeokJin frunció el ceño, tratando de enfocar sus pensamientos dispersos.

—No, solo recuerdo... estábamos haciendo planes para ir a estudiar juntos —dijo lentamente, como si intentara desenterrar una memoria enterrada profundamente en su mente.

Hwan asintió con una sonrisa triste.

—Jinnie, eso fue hace muchos años —explicó con paciencia—. Fuiste a Harvard, completaste tu doctorado y regresaste hace casi un año.

Las palabras de Hwan resonaron en la mente de SeokJin, pero parecían flotar en un vacío sin sentido. No podía conectar los puntos, no podía llenar los huecos en su memoria.

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