X. Navidad

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El paso del tiempo había convertido a Jungkook y SeokJin en una pareja inseparable en la oficina y más allá. Para todos, se había vuelto normal ver al sociable conejo junto al frío y distante zorro, una combinación que en un principio parecía inverosímil. La gente se preguntaba cómo era posible que alguien tan alegre y simpático como Jungkook se hubiera hecho amigo de alguien que parecía creerse mejor que todos, como SeokJin. Pero a ellos no les importaban las opiniones ajenas; disfrutaban de la compañía mutua y pasaban su tiempo explorando la ciudad juntos.

Sus días estaban llenos de pequeñas aventuras: desde visitas a parques de diversiones, donde Jungkook siempre intentaba ganar peluches para SeokJin en los juegos de feria, hasta tardes de compras en las que SeokJin aconsejaba a Jungkook sobre qué ropa le quedaba mejor. También se perdían en las maravillas del zoológico, riendo y señalando a los animales, y se maravillaban con las criaturas del acuario, donde SeokJin mostraba un inesperado conocimiento sobre la vida marina.

[…]

Una tarde helada, mientras caminaban juntos por la ciudad, Jungkook reunió todo su valor para tomar la mano de SeokJin.

—Jinnie—, dijo con un suspiro profundo. —¿Te gustaría ir al parque más tarde?

SeokJin miró con sorpresa y extrañeza la mano de Jungkook sosteniendo la suya. —Sí—, respondió, tratando de disimular su desconcierto.

Con las mejillas enrojecidas, Jungkook lo guió hacia el parque donde se celebraban los fuegos artificiales de Navidad. A pesar de haber tenido muchas citas antes, esta se sentía diferente, especial.

La noche se llenó de colores brillantes y explosiones en el cielo. Las llamadas de la familia de SeokJin se desviaban una tras otra; nada podía apartarlo de este momento mágico. El espectáculo de luces en la plaza de Seúl era lo mejor que había visto en años.

—Jinnie—, dijo Jungkook, girando para mirar a SeokJin como si fuera lo más maravilloso del mundo, porque eso se había vuelto SeokJin para él.

—¿Sí?—, respondió SeokJin, curioso.

—Me permitirás seguir junto a ti—, dijo Jungkook con un tono serio pero lleno de emoción.

SeokJin frunció el ceño, no entendiendo del todo. —Ya estás a mi lado—, señaló la nula distancia que los separaba.

—Lo que quiero decir es si me permitirías cortejarte—, explicó Jungkook con más claridad.

SeokJin lo miró con una mezcla de sorpresa y reflexión. —¿No lo estabas haciendo ya?—, cuestionó, levantando sus manos juntas.

—¿Qué?—, Jungkook quedó boquiabierto.

—Pensé que ya lo hacías—, dijo SeokJin, sonriendo levemente.

—Oh—, fue todo lo que Jungkook pudo decir antes de que la comprensión y la alegría inundaran su rostro.

La noche continuó con los fuegos artificiales iluminando el cielo, pero para Jungkook y SeokJin, un nuevo capítulo comenzaba. A partir de ese momento, su relación tomó una nueva profundidad, cada gesto y palabra adquirieron un nuevo significado, cimentando un lazo que, aunque inesperado, se sentía cada vez más natural y destinado.

[…]

La mansión Kim, una imponente construcción de estilo tradicional coreano mezclado con toques modernos, resplandecía bajo las luces navideñas. Cada rincón de la residencia estaba adornado con guirnaldas, cintas rojas y doradas, y brillantes esferas que colgaban de los altos techos. En el centro del enorme salón principal, un majestuoso árbol de Navidad, decorado con esmero, se erguía como el símbolo de la festividad.

Los invitados, vestidos con sus mejores galas, se movían entre las mesas de exquisita comida y los camareros que ofrecían bandejas de aperitivos y copas de champán. La música suave de un cuarteto de cuerdas llenaba el aire, añadiendo un toque de elegancia a la atmósfera festiva.

Hwan, un amigo cercano de la familia, entró en la mansión saludando a conocidos y estrechando manos con calidez. Al ver a la señora Kim, se acercó con una sonrisa.

—Hola, señora Kim — saludó Hwan, haciendo una ligera reverencia.

—¡Hwan, qué bueno verte! — respondió la señora Kim con una sonrisa radiante. —¿Cómo has estado?

—Muy bien, gracias. — Hwan miró alrededor, notando la ausencia de una figura familiar. —¿Está SeokJin por aquí?

La sonrisa de la señora Kim se desvaneció ligeramente, y una sombra de preocupación cruzó su rostro.

—No, no lo he visto — respondió ella, tratando de mantener un tono despreocupado. —Pensé que vendría, pero parece que tenía otros planes.

Hwan asintió, sintiendo una ligera inquietud. SeokJin siempre había sido puntual y rara vez se ausentaba de eventos familiares importantes. Decidió no presionar más a la señora Kim y se alejó, mezclándose con los demás invitados mientras su mente seguía ocupada con la ausencia de su amigo.

En otra parte de la mansión, el señor Kim, padre de SeokJin, conversaba con algunos socios de negocios. Al ser informado de la llegada de Hwan y su pregunta por SeokJin, no pudo evitar sentir una punzada de molestia y preocupación. SeokJin había estado distante últimamente, y su ausencia en la fiesta de Navidad era una clara señal de que algo no iba bien.

Mientras tanto, los invitados empezaron a notar la falta de SeokJin, y los murmullos comenzaron a circular. Algunos especulaban sobre su paradero, mientras que otros se preguntaban si estaría bien. Hwan, preocupado, decidió buscar discretamente más información. Encontró a Seung, el hermano menor de SeokJin, y le preguntó en voz baja:

—Seung, ¿sabes dónde está tu hermano?

Seung, que había estado conversando con un grupo de amigos, se volvió hacia Hwan con una expresión de preocupación similar.

—No estoy seguro — admitió. —No ha respondido mis mensajes en todo el día. Mamá y papá también están preocupados, pero intentan no mostrarlo.

La fiesta continuó, pero la ausencia de SeokJin lanzaba una sombra sobre el evento. La señora Kim, tratando de mantener la compostura, se movía entre los invitados, atendiendo a sus necesidades y asegurándose de que todos se sintieran bienvenidos. El señor Kim, por su parte, no podía evitar lanzar miradas hacia la puerta, esperando que en cualquier momento su hijo apareciera.

[…]

Mientras tanto, lejos del bullicio de la fiesta, SeokJin caminaba por las tranquilas calles de Seúl, su mente perdida en pensamientos. Había decidido pasar la noche de Navidad con Jungkook, el conejo que había traído una nueva luz a su vida. Juntos, lejos de la opulencia y las expectativas de la familia Kim, SeokJin encontró una paz que no había experimentado en años.

En un pequeño café, SeokJin y Jungkook compartían una taza de chocolate caliente, riendo y hablando sobre sus sueños y aspiraciones. La compañía de Jungkook era todo lo que SeokJin necesitaba en ese momento, y la decisión de faltar a la fiesta familiar, aunque difícil, se sentía completamente correcta.

Para SeokJin, esta Navidad significaba más que una celebración con su familia. Significaba la posibilidad de un nuevo comienzo, de seguir su corazón y encontrar la felicidad en los pequeños momentos compartidos con Jungkook. Mientras las luces navideñas brillaban en el exterior, SeokJin supo que había tomado la decisión correcta al seguir sus verdaderos sentimientos.

Y así, en medio del bullicio de la fiesta en la mansión Kim, y la tranquilidad del pequeño café en la ciudad, dos mundos coexistían, unidos por la búsqueda de la felicidad y la realización personal.

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