XX. Junto a ti.

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A la mañana siguiente, la casa de la familia Jeon estaba llena de actividad desde muy temprano. A excepción de Seokjin, todos se levantaron antes del amanecer, listos para un día de arduo trabajo en la granja. La antigua habitación de Jungkook, ahora ocupada por Seokjin, permanecía en silencio mientras él dormía plácidamente, ajeno al bullicio matutino.

Desde las cuatro de la mañana, los miembros de la familia Jeon estaban ya en el campo, listos para enfrentar la jornada. Las máquinas de la granja se habían descompuesto recientemente, así que todo el trabajo tenía que hacerse a mano. Sin perder el ánimo, se organizaron para sembrar y recoger lechugas, recolectar frutas frescas y llevar a los niños a la escuela. Mientras algunos se ocupaban de las tareas del campo, otros se encargaban de las reparaciones necesarias en la casa.

El sol ya estaba alto cuando Seokjin finalmente se despertó. Estirándose con pereza, se levantó de la cama y se acercó a la ventana. Desde allí, pudo ver la impresionante escena de la familia Jeon trabajando en perfecta armonía. A pesar del trabajo duro, todos cantaban, reían y disfrutaban de su convivencia. La calidez de su camaradería era palpable, y Seokjin se sintió conmovido por la alegría sencilla pero genuina que emanaba de ellos.

Mientras observaba desde la ventana, una pequeña niña de la familia lo vio y corrió hacia él con entusiasmo.

—Oppa —dijo la niña, mirándolo con grandes ojos brillantes—, juega conmigo.

Seokjin, que solía ser bastante distante y un poco seco, no pudo resistirse a la ternura de la pequeña. Sonrió, algo que no solía hacer a menudo, y asintió. Salió de la casa hasta llegar al patio.

—Claro, ¿qué quieres jugar? —preguntó, agachándose a su altura.

La niña tomó su mano y lo llevó al centro del patio, donde algunos otros niños también jugaban. Pronto, Seokjin se encontró rodeado de risas y voces infantiles, participando en juegos y cantando melodías con los más pequeños. Al principio se sentía un poco fuera de lugar, pero poco a poco se dejó llevar por la alegría contagiosa de los niños.

Cantaron una melodía simple pero encantadora, y Seokjin se sorprendió al descubrir que realmente disfrutaba del momento. Las preocupaciones y el estrés de la semana pasada parecían desvanecerse con cada risa y cada juego. Los otros miembros de la familia, aunque ocupados con sus tareas, sonreían al ver a Seokjin integrarse tan bien con los niños.

Para alguien que siempre había llevado una vida estructurada y formal, esta experiencia era completamente nueva. Pero Seokjin se dio cuenta de que había una belleza en la simplicidad y una felicidad pura en estos momentos compartidos.

El tiempo pasó rápidamente, y antes de que se diera cuenta, ya era mediodía. Jungkook, que había estado ayudando en el campo, regresó a la casa para ver cómo estaban Seokjin y los niños. Al ver a su novio jugando y riendo con su hermana pequeña y los otros niños, sintió una calidez en el corazón. Seokjin parecía haber encontrado un pequeño refugio de paz y felicidad en medio del caos de la granja.

Seokjin, al notar la presencia de Jungkook, sonrió y se acercó a él, aún sosteniendo la mano de la pequeña.

—Tu familia es increíble —dijo Seokjin, con una sinceridad que sorprendió a Jungkook—. Nunca había experimentado algo así.

Jungkook sonrió y le dio un ligero abrazo.

—Me alegra que te sientas así —respondió—. Aquí siempre eres bienvenido. Y parece que también has conquistado a los más pequeños.

Ambos rieron y, por un momento, el tiempo pareció detenerse. En medio de la agitación y el trabajo duro, Seokjin había encontrado un lugar donde pertenecía, un lugar donde el amor y la alegría eran abundantes. Y en ese instante, supo que había tomado la decisión correcta al venir aquí, junto a Jungkook y su maravillosa familia.

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