I. Bienvenida en la Mansión Kim

179 17 0
                                    

La mansión Kim resplandecía bajo el sol de la tarde, con sus amplios jardines y su arquitectura imponente. El lugar estaba decorado con esmero para la bienvenida de SeokJin, el primogénito que regresaba a casa después de completar sus estudios en Harvard. Globos, flores y cintas adornaban el vestíbulo, mientras un delicioso aroma a comida casera se extendía desde la cocina.

—Vamos, cariño —alentó Jisoo, acomodando su elegante vestido de seda azul. Su voz llevaba una mezcla de impaciencia y ternura.

—Ya voy, mamá —bufó su hijo menor, un adolescente absorto en su celular, apenas levantando la vista de la pantalla.

Jisoo suspiró, resignada, mientras revisaba por última vez los preparativos. De repente, la puerta principal se abrió y una figura femenina se apresuró a entrar, sus tacones resonando sobre el mármol pulido.

—¡Ya llegó! —gritó Rose, su voz cortando el bullicio de la casa. Se dirigió apresuradamente hacia Seon Ho, el patriarca de la familia, quien observaba todo con una expresión grave.

—¡Bienvenido! —corearon todos en un solo grito ensayado cuando SeokJin cruzó el umbral. Pero SeokJin, con una actitud fría y distante, apenas les dedicó una mirada antes de seguir su camino, su maleta rodando tras él.

—¡Hijo! —gritó Jisoo, corriendo tras él, su voz teñida de desesperación. Logró alcanzarlo justo antes de que él comenzara a subir por la majestuosa escalera hacia su habitación—. Saluda a tu familia—dijo, su mano aferrándose al brazo de su hijo.

SeokJin se detuvo y la miró con desdén.

—Me mudare —anunció sin rodeos, soltando su maleta y comenzando a subir las escaleras con pasos firmes.

—¿Qué? —exclamó Jisoo, su voz cargada de incredulidad. Su dramatismo contrastaba con la seriedad de SeokJin. Corrió tras él, su vestido ondeando con cada paso apresurado—. Tu hermano te esperó mucho tiempo, al igual que todos nosotros. Incluso vino tu tía Rose a recibirte.

SeokJin no se inmutó. Continuó revisando su teléfono, probablemente poniéndose al tanto de las últimas noticias sobre los hoteles familiares.

—No importa —dijo finalmente, su voz carente de emoción—. A partir de mañana empezaré a trabajar en los hoteles y no me pueden ver salir de aquí.

—¿Trabajarás? —preguntó Jisoo, su voz temblando ligeramente. La híbrida de zorro se detuvo frente a la puerta de la habitación de su hijo, observándolo con preocupación—. ¿Tu padre te obligó? ¡Dime!

—No —respondió SeokJin, abriendo su computadora portátil—. Simplemente quiere ver mi desempeño. Si pude con Harvard, podré empezar desde abajo.

Jisoo lo observó en silencio, su corazón dividido entre el orgullo y la tristeza. La arrogancia en la voz de SeokJin reflejaba una confianza forjada en años de educación rigurosa y logros académicos, pero también una distancia que parecía insalvable.

—SeokJin, todos te quieren aquí —intentó, su voz suave y suplicante.

—Mamá, esto no es un juego —dijo él sin levantar la vista—. Debo demostrar que soy capaz.

Con eso, SeokJin cerró la puerta de su habitación, dejándola fuera. Jisoo se quedó allí, en el pasillo, tratando de procesar la frialdad de su hijo. Bajó la vista, tomó aire y se dirigió de regreso al vestíbulo donde la familia, desconcertada, esperaba alguna señal.

El regreso de SeokJin no era lo que habían imaginado, pero Jisoo sabía que debía ser paciente. El tiempo, esperaba, sanaría las distancias y quizás, algún día, SeokJin encontraría el equilibrio entre sus ambiciones y su familia.

[…]

En el interior de su habitación, SeokJin estaba sumido en sus pensamientos mientras preparaba sus maletas. La espaciosa habitación, decorada con un gusto impecable, estaba repleta de recuerdos de su infancia y adolescencia. Pero ahora, esos recuerdos parecían lejanos y borrosos, superados por su nueva realidad y ambiciones.

SeokJin abrió su armario, revelando una colección de trajes elegantes perfectamente organizados. Cada traje era una declaración de su determinación y estilo. Con movimientos meticulosos, comenzó a guardar sus trajes en las maletas, asegurándose de que todo estuviera impecable. Quería lucir presentable en su trabajo desde el primer día.

Mientras doblaba cuidadosamente una camisa de seda, su mente divagaba. Los murmullos de la familia en el piso de abajo eran apenas audibles, pero lo suficientemente presentes como para recordarle el peso de sus expectativas.

—¿Debería decirles? —murmuró, deteniéndose por un momento. La duda cruzó su rostro mientras reflexionaba sobre si compartir o no su decisión con su familia. Sin embargo, sacudió la cabeza y se reafirmó—. No, no —dijo, negando con determinación. Era mejor así, pensó. Menos explicaciones, menos interferencias.

Continuó guardando sus cosas, sus pensamientos profundizándose en su deseo de demostrar su valía. A pesar de haber nacido omega, estaba decidido a probar que era igual de capaz que cualquier alfa. Harvard había sido solo el primer paso. Ahora, el verdadero desafío era demostrar su capacidad en el mundo real, en el imperio hotelero de su familia.

—Seré más que un simple heredero —se dijo a sí mismo en voz baja, cerrando la cremallera de su maleta principal. El clic de la cerradura resonó en la habitación, un sonido que simbolizaba el cierre de una etapa y el comienzo de otra.

SeokJin miró alrededor de su habitación por última vez, observando cada detalle con una mezcla de nostalgia y determinación. Cada objeto, cada mueble, parecía cargar con una parte de su historia, pero él estaba listo para escribir un nuevo capítulo.

Con una última mirada a su maleta cerrada, se dirigió a la puerta, decidido a enfrentarse a su nuevo destino con la misma elegancia y firmeza con la que había manejado su vida hasta ahora. La mansión Kim, con toda su magnificencia y opulencia, pronto sería solo un recuerdo en su camino hacia la grandeza.

[…]

Mientras descendía las escaleras con sus maletas, la familia reunida en el vestíbulo se volvió hacia él. Sus rostros reflejaban una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿Ya te vas? —preguntó Rose, su voz cargada de incredulidad.

SeokJin asintió con firmeza, sin vacilar.

—Sí, es hora de que empiece a demostrar lo que puedo hacer —respondió, su voz tranquila pero decidida.

—¿No quieres quedarte un poco más? —insistió Jisoo, su tono suplicante.

—No, mamá. Es tiempo de trabajar —dijo él, su mirada firme—. Aparte no me iré tan lejos—, bufo.

Con esas palabras, SeokJin se despidió de su familia y salió de la mansión. Mientras se alejaba, su mente estaba enfocada en un solo objetivo: demostrar su valor y capacidad en el mundo empresarial, sin importar las expectativas o los prejuicios.

La carretera se extendía ante él, llena de posibilidades y desafíos. SeokJin estaba listo para enfrentarlos, decidido a dejar una marca indeleble en el legado de su familia y, sobre todo, en su propia historia.

The only reason Donde viven las historias. Descúbrelo ahora