VI. Pobre

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En la tranquilidad de su pequeña habitación, Jungkook se transformó en su forma animal, un conejo inquieto y lleno de energía. Saltaba de un lado a otro, su corazón acelerado y su mente llena de pensamientos sobre SeokJin. No podía evitarlo; cada vez que cerraba los ojos, veía la forma en que las pestañas de SeokJin se movían, cómo sus labios se abultaban ligeramente cuando estaba pensativo, y la manera en que fruncía el ceño con desdén cuando algo no le agradaba. Estos detalles, aparentemente insignificantes, ocupaban todos los rincones de su mente.

—Es demasiado pronto para decir que me gusta —se quejaba en su mente mientras daba saltos nerviosos por la habitación.

El conejo aterrizó sobre su cama, rebotando en el colchón mientras sus pensamientos giraban en un torbellino. La idea de que SeokJin, con su actitud fría y distante, pudiera ocupar un lugar tan importante en su corazón lo desconcertaba. Se detuvo un momento, volviendo a su forma humana, y se dejó caer sobre la cama, mirando al techo.

—¿Qué futuro tendría con un asistente de oficina pobre? —se preguntó en voz alta, la realidad de sus circunstancias pesándole en el ánimo.

Jungkook suspiró, recordando cómo, con su sueldo de trabajador fijo, apenas lograba cubrir sus gastos. Vivía modestamente, en un pequeño departamento que apenas podía permitirse, y no veía cómo podría sostener una relación con alguien en una situación económica similar. Sin embargo, cada vez que pensaba en la posibilidad de vivir junto a SeokJin, su corazón se llenaba de una esperanza irrazonable.

—Tal vez, si vivimos al margen, podríamos salir adelante —murmuró, la idea brotando en su mente como una flor en medio del desierto.

Esa posibilidad, aunque precaria, lo llenó de una alegría infantil. Volvió a saltar, esta vez transformado de nuevo en conejo, brincando por la habitación con renovada energía. La imagen de SeokJin, con su mirada desafiante y su presencia imponente, se mezclaba con sus sueños de un futuro juntos, haciendo que cada salto estuviera lleno de esperanza.

Finalmente, agotado, volvió a su forma humana y se sentó en el borde de la cama, una amplia sonrisa iluminando su rostro.

—Es solo un sueño, pero vale la pena intentarlo —se dijo, decidido.

Los últimos rayos del sol se filtraban por la ventana, bañando la habitación con una luz dorada. Jungkook miró hacia afuera, hacia el horizonte, donde el cielo comenzaba a teñirse de colores cálidos. En su corazón, la certeza de que haría todo lo posible para estar con SeokJin crecía con cada latido. Sabía que el camino no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, se sintió realmente esperanzado.

Y así, en la tranquilidad de su hogar, Jungkook se permitió soñar con un futuro en el que, a pesar de las dificultades, encontraría la manera de estar junto a SeokJin. La idea de compartir su vida con él, aunque fuera en los márgenes, lo llenaba de una alegría tan intensa que no pudo evitar sonreír.

[…]

El taxi se detuvo con un chirrido y Jungkook bajó de un salto, ajustándose la mochila mientras sus ojos escaneaban el bullicio matutino frente al edificio de la empresa. Al otro lado de la calle, vio a SeokJin corriendo hacia la entrada, y una sonrisa se dibujó en su rostro. La visión del híbrido de zorro, siempre tan elegante y sereno, apurado y con los papeles volando, era una rareza que lo llenaba de ternura y curiosidad.

Jungkook observó cómo SeokJin intentaba atrapar un documento que había salido volando de sus manos. Su chaqueta ondeaba al viento mientras estiraba el brazo, finalmente logrando recuperar el papel. En ese momento, un rumor se extendió por el lugar en cuanto enteraron.

—¡El presidente Kim está en la sede!— gritaban unos a otros, la noticia causando un pequeño revuelo entre los empleados.

SeokJin no mostró la más mínima sorpresa. Había sido informado por su padre esa misma mañana sobre la visita. Con la misma calma de siempre, ajustó los papeles y continuó su camino hacia la oficina una vez que paso su tarjeta con éxito.

—Hola—, saludó Jungkook al alcanzarlo —Te quería saludar desde la entrada, pero te vi muy apurado.

—Yo no te vi —, respondió SeokJin sin levantar la vista, enfocado en ordenar sus documentos.

—Bueno estaba bajándome de un taxi.

—Yo nunca me he subido a uno de esos —, dijo SeokJin distraídamente, todavía revisando que no le faltara nada.

Jungkook frunció el ceño, sorprendido por la declaración. Había asumido que SeokJin, con su porte y elegancia, usaría algún tipo de transporte similar, pero la realidad parecía ser diferente. Definitivamente SeokJin era más pobre de lo que creía.

—Oh...—, dijo pensativo —No cuestan mucho. De hecho, es casi nada lo que cobran. Podrías subirte a uno alguna vez.

—No lo creo —, SeokJin hizo una mueca —Mis padres no lo aprobarían. De hecho, mi mamá pegaría un grito si ve que gasto dinero en eso—. Una sonrisa se asomó en su rostro al imaginar la escena dramática de Jisoo.

—Veo que tu familia es muy ahorradora.

—Suelen serlo —, dijo SeokJin, alzando los hombros sin darle mayor importancia.

—Seokjin, si alguna vez necesitas que te preste dinero, lo haría sin dudar—, Jungkook levantó su mano en una promesa sincera.

—No necesito dinero, de hecho, nunca lo he necesitado—, respondió SeokJin con franqueza, entrando en el espacio de su oficina.

Jungkook lo miró con una mezcla de confusión y admiración. Aunque el comentario de SeokJin había sido directo, había en él una vulnerabilidad que Jungkook no podía ignorar.

—Bueno, si alguna vez lo necesitas, no dudes en pedírmelo. Mis papás venden lechugas y son las mejores, así que no te preocupes. Estaré bien—, Jungkook sonrió y se despidió avanzando hacia su lugar de trabajo.

SeokJin se quedó unos segundos observándolo, sintiéndose extraño por la oferta y la amabilidad del conejo. Luego, sacudió la cabeza y murmuró para sí mismo:

—Es tan raro—, susurró mientras se ponía a trabajar, pero en el fondo, la preocupación y la bondad de Jungkook habían dejado una pequeña huella en su corazón.

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