𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟑𝟐

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Inmóvil, Yoshino miraba al adulto frente a él. O, mejor dicho, sus ojos estaban en él, pero el chico realmente ya no podía ver nada. Una bruma oscura lo cegaba, aplastándolo, sumiéndolo en ese eterno abismo cuya salida se hacía cada vez más imposible de alcanzar.

Los recuerdos de lo que sucedió la tarde del día anterior se arremolinaban en su cabeza de forma vertiginosa, amenazando con provocarle náuseas. Fue iluso, lo sabe, ahora lo sabe. Se da cuenta de lo inocente que fue cuando creyó que lo peor había acabado al ver las cabezas aplastadas de aquellos chicos, porque no se trataba de tres, se traba del mundo.

Muchas veces, en momentos de debilidad, había deseado volver a la primaria, tiempos en los que a sus infantiles ojos todos eran iguales. Luego recordaba que la ignorancia en la que alguna vez vivió no restaba que, en realidad, aquello seguía ocurriendo a su alrededor, y la rabia volvía. A pesar de tener diecinueve años, aún no lograba comprender esa ridícula forma en la que el mundo se regía.

Alfas, betas, omegas. ¡Qué estúpido!

Los odiaba, a todos ellos. A los alfas por ser tan estúpidamente egocéntricos y narcisistas, a los omegas por hacer uso de sus asquerosas feromonas y a los betas que se dejaban ser nada. Y frente a él, uno de esos que tanto odiaba; su profesor. Un beta, por supuesto; su insignificante vida no le permitiría más. Sudando, escupiendo inmundas palabras, el hombre le dedicaba ese tipo de sonrisa que más lo asqueaban, repitiendo una y otra vez; amigos... amigos....

"¿Amigos?"

Un ligero tic de su mano perturbó su quietud.

"¿Yo y ellos....?"

"¿Amigos?".

Lo golpeaban, lo perseguían, lo acorralaban entre las paredes de la escuela para pisotearlo.

"¿Amigos?".

Lo habían lastimado, lo habían herido física y emocionalmente. Lo humillaron incontables veces, pasaron sobre él cuanto quisieron por el simple hecho de ser alfas y él un insignificante beta. Lo acusaron con mentiras, lo señalaron e incentivaron el rechazo colectivo de las masas solo porque quiso defenderse. Le dijeron e hicieron incontables cosas y, aun así, su propio profesor, testigo de muchas de esas cosas, se atrevía a ir y decirle esas palabras.

"Amigos".

Yoshino no tenía amigos.

A pesar de que se vio desbordado por cada invasiva emoción que lo llenó, el joven se sintió vacío, tanto que dolió.

— ¿Qué demonios les pasa? Todos ustedes... —murmuró con desprecio, casi escupiendo las palabras. Aunque no supo qué dijo aquel frente a él, su asquerosa risa burlona le dice todo, y pronto esta queda sorda ante la ira del joven. Había alcanzado su límite, y aunque muchas veces deseó que todos murieran, nunca lo vio como una opción real hasta ese momento en el que se sintió capaz de ahorcarlo con sus propias manos.

Chasqueó la lengua y dio unos pasos sin saber exactamente qué haría, pero dispuesto a callar esas risas de una vez por todas, a silenciar las burlas que por años soportó.

Entonces, un grito despistado lo alcanzó.

— ¡WAAA! ¡ALTO! —exclamó cierto joven por los aires, tomando entre sus manos una extraña y grotesca figura con alas, una de esas apariciones que el pelinegro poco a poco había comenzado a ver y pronto comprendió que nadie más podía.

Yuji caía del aire con la pequeña maldición en manos. Frente a él, Yoshino lo miraba directamente con una radical expresión de sorpresa. "Oh, puede verlo" pensó el pelirrosa una vez aterrizó. Rápidamente, dio unas volteretas y lanzó al insecto en dirección al coche donde Ijichi esperaba. Yoshino arqueó una ceja y, antes de que siquiera pudiera entender lo que sucedía, el chico de cabellos rosas ya estaba frente a él.

𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora