— Bye bye —saludó Gojo en un tono infantil, sonriente, moviendo animadamente la mano desde su lugar en el escritorio. Megumi no respondió, continuando inmutable su camino a la salida del aula. Nobara, frente a él, hizo un gesto vago con la mano sin mucho interés. Detrás, Yuji se apresuró a terminar de guardar sus cosas, aún con su mala costumbre de hacer todo lentamente.
— ¡Esperen, esperen, esperen! —exclamó y cerró apresuradamente el bolso, con todos los cuadernos desprolijos y los lápices desperdigados dentro. No era momento de orden. Sin más, corrió hasta alcanzar al dúo más allá de la puerta, con los ojos tan centrados en ellos que uno podría pensar que no había nadie más allí.
Gojo detuvo el gesto animado, llevando las manos a los bolsillos y balanceando suavemente la silla mientras observaba al chico marcharse, otra vez, sin siquiera una mirada. Aunque aún mantuvo su sonrisa, la verdad era que nunca se había sentido tan invisible como en esos últimos días, donde su pelirrosa favorito parecía no querer ni recordar su existencia.
Megumi vio a Yuji asomarse por su espalda y, luego de dar unos cuantos pasos por el pasillo, se animó a hablar al respecto.
— ¿Aún sigues ignorando a Gojo-sensei?
— ¿Eh? —estático, tenso, la expresión del chico decía mucho. Fácilmente, podría compararse con un niño que acababa de ser descubierto. Acomodándose el bolso al hombro en un gesto demasiado a la defensiva, respondió— No lo estoy ignorando.
— ¿No?
— No.
Nobara y Megumi compartieron miradas silenciosas, y el alfa decidió no insistir. A diferencia de la castaña a su lado, él no tenía interés en saber o, mejor dicho, no quería terminar involucrado. Podía notar que algo había sucedido, volviendo tensa la situación entre el omega y su profesor, y aunque su lado más chismoso lo carcomida con la duda, quería creer, en realidad, que algo entre esos dos idiotas se resolvería bastante rápido. Era extraño no verlos andar de arriba a abajo como chicle, pero si Itadori así lo prefería, no creía que hubiese problema. Quizás había logrado alcanzar la maduración divina que le permitiera darse cuenta de que Gojo no era la mejor compañía.
Juntos caminaron hacia los dormitorios y, a medio camino, se encontraron con los de segundo. Todos se dedicaron breves saludos.
— ¿Hoy empiezan más temprano? —preguntó Nobara a Maki, no era común aquel tipo de encuentros.
— Sí —la beta de anteojos no se veía muy feliz al respecto—, al parecer Gojo-sensei tiene una misión más tarde.
— Hmmm~ —alargó la castaña. A su lado, Megumi bajó la mirada a Inumaki—. Bueno, adiós.
El grupo compartió un gesto de cabeza y retomaron sus caminos, menos el pelinegro y cierto rubio que aún se miraban. Su interacción entonces fue tan corta y extraña como siempre.
— ¿Hoy a las diecinueve está bien?
El omega asintió suavemente— Shake.
— Bien —también asintió—, nos vemos.
El alfa continuó su camino en dirección opuesta, mientras los ojos lilas lo siguieron unos cuantos segundos. A unos metros, Maki y Panda se miraron, arqueando las cejas.
El trío de primer año llegó a la vivienda de Yuji y dejaron las cosas en la sala. Megumi, como siempre, cocinó el almuerzo, negándose rotundamente a recibir ayuda en su espacio. Mientras, los otros dos pasaron el rato jugando y discutiendo cuales niños. Poco después almorzaron y, finalmente, pasaron el resto de la tarde estudiando. Bueno, intentándolo. Aquello era más bien como una reunión en la que Megumi fungía de profesor particular para una castaña lenta que creía siempre tener la razón y un pelirrosa cuya cabeza haría eco si una ardilla la golpeara.
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𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||
FanfictionA una temprana edad, Itadori Yuji ya había aceptado vivir con la muerte a los hombros. No le importaba abandonar su vida, su hogar o su ciudad, porque no había nadie más allí por quien quedarse. Sumergiéndose en un mundo de maldiciones y hechicería...