𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐𝟓

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Agitadas, las respiraciones de Megumi e Inumaki resonaban entre ellos, calientes y apuradas, acompañando sus veloces movimientos. Un ligero sudor ya se podía ver y un tenue rubor teñía sus mejillas, muestra del calor de sus cuerpos cansados. No había palabras, simplemente uno se movía y el otro respondía. Las únicas veces que se oían el uno al otro era cuando algún que otro quejido se les escapaba.

El cuerpo del omega rebosaba de feromonas calientes y encantadoras, suaves aun cuando lo atacaban tan fuertemente. Megumi podría asegurar que era el aroma más extraño e intrigante que hubiese sentido, porque sin importar que tan intensamente fueran infundidas en él, seguía siendo agradable.

Inumaki golpeó su frente— ¡Tuna!

«¡Concéntrate!»

Megumi resopló, ambos se separaron no más que un par de metros y cerró los ojos brevemente para recuperar el aliento, sacudiendo su remera en un intento de obtener algo de frescura. A pesar de que en un comienzo había estado reacio a realizar estos entrenamientos con el rubio, ahora sin dudas confirmaba que, otra vez, Gojo tenía razón. Llevarían, quizá, una hora y media de enfrentamiento puro y directo, sin descansos. El pelinegro mantenía un control sobre sus feromonas inimaginable para cualquiera que lo hubiese visto hace tan solo dos meses, con la mente clara y presente sin importar que tanto Inumaki esparciera sus feromonas ni que tan penetrantes fueran. Claro, no eran del mismo calibre que las de un omega en celo, pero un poco de esto, anteriormente, había hecho estragos con el alfa dentro de él. Ahora, en cambio, soportaba con bastante calma. No solo podía mantener sus feromonas escondidas con el flujo de energía maldita, sino que también parecía que su cuerpo se había adaptado a las feromonas ajenas, haciendo que los efectos fueran más suaves y manejables. Además, sus habilidades de pelea cuerpo a cuerpo habían aumentado considerablemente.

Retomando la pelea, Megumi atacaba con golpes fuertes y secos e Inumaki esquivaba y se cubría. Una tanda de feromonas salió de la glándula del cuello del omega, expuesta gracias a que hacía tiempo había dejado de llevar su particular cuello que lo cubría hasta la boca. A pesar de que Megumi las recibió directamente, logró mantener la firmeza y continuar atacando. Siendo más rápido que su mayor, avanzó uno, dos, tres pasos. Inumaki se vio obligado a retroceder cada vez, porque a pesar de que es pequeño, rápido y ágil, a esas alturas de la noche y habiéndose obligado a liberar tantas feromonas en tan poco tiempo, la poca energía que de por sí tenía su cuerpo se había agotado rápidamente.

El rubio esquivó un golpe por la izquierda y enseguida se protegió por la derecha. Atrapado y sin tiempo a nada, vio como el puño ajeno se acercaba nuevamente justo frente a su rostro. Incapaz de protegerse o esquivar, solo alcanzó a moverse hacia atrás con tanto impulso que perdió el equilibrio. Megumi lo vio resbalar y rápidamente lo intentó tomar entre sus brazos. Con una mano rodeó su cintura y se creyó capaz de evitar la caída hasta que Inumaki se aferró a él instintivamente, atrayéndolo con tanta fuerza que ambos terminaron cayendo. El golpe seco de sus cuerpos resonó por las paredes del gimnasio vacío, y luego solo sus respiraciones agitadas otra vez.

Megumi se separó apenas lo suficiente para no aplastarlo, apoyándose en sus rodillas, y se quedó quieto unos segundos para recuperar el aliento. La rapidez con que todo sucedió hizo latir su corazón de una manera tal que se vio en la necesidad de recuperar la calma antes de siquiera pensar en levantarse. Por su parte, Inumaki se quejó al azotar su cabeza contra el suelo, pero en cuanto el dolor inicial pasó su atención se desvió. A pesar de que Megumi se sostenía unos centímetros por encima, aún podía sentir el calor de su cuerpo abrazarlo. La mano en su cintura lo elevaba suavemente en una posición demasiado comprometedora y la respiración agitada del pelinegro tan cerca de su oreja arrastraba su de por sí poca cordura a un lugar lejano. Entrecerró los ojos, frunció el ceño y mordió la parte interior de su cachete para disipar cualquier pensamiento pecaminoso, aunque le resultó difícil. A este paso se conformaba con que su aroma no lo delatara.

𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora