𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐

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— Maldito mocoso... ¿realmente crees que puedes luchar contra mi? —la voz de Yuji sonaba áspera y socarrona cuando Sukuna la utilizaba. Un tono demasiado extraño para el original, quien nunca pensó oírse a sí mismo de aquella manera.

— ¿Y tú crees que puedes ganar? —sonrió de forma burlona— te recuerdo que este es mi cuerpo, yo mando aquí.

Sukuna rió agresivamente— Bien, bien, me gusta esa arrogancia. Vamos a ver qué tanto puedes soportar.

La alarma martilló su cerebro. Estiró pesadamente su mano y de un manotazo logró acallar el chirrido que, aun apagado, podía oír retumbar cual eco en su cabeza. Su cuerpo sudaba como si de una acalorada mañana de verano se tratase en la que habia olvidado la estufa encendida junto a la cama. Respiraba con dificultad, sentía la garganta desgarrarse con la sequedad que lo asolaba así que, estando preparado para ello, estiró su brazo nuevamente a la mesita de luz y bebió de una sola tanda toda el agua que tenía preparada en un vaso. Habían pasado dos semanas desde su llegada a la Escuela de Hechicería y todo estuvo bien al principio, hasta que poco a poco sus mañanas comenzaron a resultarle una tortura. Desconocía el por qué, tampoco sabía si realmente había un por qué, pero cada día aquello se volvía peor. Era como sufrir una pequeña fiebre cada amanecer que, poco a poco, se disipaba con el correr de las horas.
Con aquel malestar asumido se encaminó al baño, negándose a ahogarse en su cama un minuto más, y tras un largo y relajante baño de agua tibia se sintió mucho mejor. Para cuando terminó de vestirse el malestar se había reducido a una pequeña punzada de cabeza, lo suficientemente irrelevante como para ser ignorada.

— Buenos días, Nobara —sonrió alzando la mano, acercándose a la cocina. Allí la muchacha desayunaba un sándwich de carne y un café con leche.

— Buenas —respondió aun con la boca llena. Yuji sacó la leche de la heladera, huevos, jamón y queso. Con la agilidad de un maestro en el área, se preparó rápidamente un omelette que olía tan delicioso que a la castaña le pareció sentir que su sandwich perdía el sabor de pronto. Yuji lo acompañó con un suave café con leche apenas azucarado—. ¿Era necesario humillar mi triste sandwich?

Itadori rió ligeramente, acomodándose en la isla frente a su compañera beta, llevándose un bocado de aquel esponjoso omelette a la boca — ¿Fushiguro ya salió?

— Como si supiera.

— ¿No lo has visto? —habló a la vez que masticaba, Nobara negó con la cabeza. Aquello podría haber extrañado al par pues comúnmente partían juntos hacia la escuela, pero en poco tiempo habían logrado percatarse de la naturaleza mañanera del pelinegro, quien seguramente no estaba dispuesto a esperarlos si eso implicaba atrasarse. 

En silencio, ambos betas desayunaron sin mucha preocupación al respecto y, diez minutos antes de la hora de clase, partieron tranquilamente.


— ¡Buenos días, Yuji, Nobara! —Gojo saludó con su característica actitud alegre al verlos llegar al aula.

— ¡Buenos días, Gojo-sensei! —respondió el chico con la misma energía mientras Nobara solo murmuró un "Buenas" qué reflejaba muy bien su emoción de estar allí entre ese par. El pelirrosa buscó con la mirada a su amigo— ¿Fushiguro aún no llega?

— ¿No viene con ustedes? —el peliblanco ladeó la cabeza.

— No, pensé-, pensamos, que estaría aquí —Yuji se acomodó en su lugar a la izquierda de su amiga— ¿estará enfermo?.

Gojo, quien se atrevía a decir que había criado a ese gato negro de mal genio, sabía que aquello era poco probable. Desde que aquel niño estuvo bajo su cuidado se habría enfermado, a lo sumo, dos veces. La primera fue cuando comenzó a presentar los síntomas de desarrollo de su segundo género, la segunda cuando su hermana cayó en cama. Con estos registros Gojo estaba seguro de que al menos Fushiguro no se ausentaba por eso.

𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora