𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐𝟕

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Megumi miró por arriba, rebuscó en la sección más baja, y finalmente se rindió. Suspiró y guardó el billete que pensaba invertir en una cálida lata de café. Entendía que el abastecimiento de la máquina expendedora de la escuela no fuese prioridad, más aún cuando eran tan estrictos respecto a lo que dejaban entrar y a lo que no, pero aun así, ¿café?, ¿cómo era posible que una máquina expendedora no tuviera café? Había de todo tipo de bebidas con todo tipo de sabores raros, pero nada de café. Era casi un sacrilegio.

Dio unos pasos hacia atrás y se recostó en la pared, cansado. La noche pasada había manejado horriblemente mal sus tiempos, no estaba para nada acostumbrado a eso de preparar un bento para alguien más. Lo había prometido, de todas formas, e incluso se había sentido con la confianza suficiente de permitirle al omega elegir lo que quisiera, así que no había tenido más opción que simplemente hacerlo. Estaba bien, no le molestaba. Si había alguien con quien enojarse, ese era él mismo, por dejar hasta último momento la tarea.

— Oh, Megumi —escuchó a su lado, Shoko se acercaba con un cigarro en sus manos.

— Buenos días —saludó con su típico tono formal—. Es raro verla por aquí tan temprano.

— Ah.. —suspiró, tomando una pitada—, bueno, tengo que hacerle curaciones a ese chico cada ciertas horas si pretendo que no esté mucho más en el ala médica —tiró las cenizas en una pequeña taza que traía en manos—. ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí? ¿No deberías estar en clase?

— Hm, sí. Gojo nos dio un pequeño descanso, así que quise venir a buscar algo de café —señaló la máquina frente a él con un suave gesto de mano—, pero no hay ni una lata.

— Oh... —soltó y dio una larga pitada, exhalando poco después el humo—. Bueno, hay una máquina de café en el cuarto de Inumaki.

Megumi alzó la cabeza. Claro, de ahí la taza. Recordó entonces haber visto a la mujer el día anterior con la bebida allí cuando él llegó.

— ¿Podría-?

— Sí, sí —meneó la mano enseguida, sin muchos ánimos—, pero ten cuidado, creo que se durmió.

Asintió— Gracias —Shoko le restó importancia con un gesto.

A medio camino, Megumi se detuvo, pensando que sería una buena idea llevarle de paso la comida que había preparado. Después de todo, seguramente el rubio no comería nada hasta la tarde si no lo hacía, y no era buena idea que se salteara algo tan importante como el desayuno cuando estaba en pleno tratamiento. En una rápida ida, tomó la caja que había dejado a un lado de su mochila y dio un breve aviso de dónde estaría. Así, con la caja bajo el brazo, caminó relajadamente hacia el ala médica, saboreando ya el café que esperaba lograra despertarlo.

Golpeó suave la puerta.

— ¿Inumaki-senpai? —preguntó, nadie respondió. Bueno, no es como que pudiese hablarle mucho por su reposo, pero esperó pacientemente algún ruido, alguna señal que le indicara algo. Nada pasó. Con miedo a despertarlo, abrió y habló en voz baja—. Voy a entrar... —avisó, por si las moscas. Nuevamente no oyó nada.

Caminó dentro y no le sorprendió descubrir al mayor descansando pacíficamente. Según recordaba, le habían dicho alguna vez que el rubio tenía el sueño pesado, así que se sintió más en confianza para moverse por la habitación. Se acercó a él y dejó cuidadosamente la caja con comida sobre la pequeña mesita de luz a un lado de la cama. Al mirarlo una vez más, se distrajo brevemente, admirando en silencio el rostro del omega. Dormía plácidamente, sin rastros de emoción alguna en su expresión, simplemente en calma. Sus labios se separaban ligeramente y los cabellos le caían despeinados.

𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora