𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟑𝟒

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Yuji guardó silencio unos segundos, esperando. Aguardaba a la voz de Gojo, al rechazo, que se negara a escucharlo. Esperaba palabras de desagrado o molestia, gestos cansados o murmullos irritados; señales que nunca llegaron. En el alfa frente a él no logró identificar ni un atisbo de inquietud, ni en él ni en su aroma, tan calmo como siempre. Yuji no sabe qué pensar al respecto. ¿Sería bueno?, ¿sería malo? Cualquier idea le aterraba en algún punto.

La verdad, por otro lado, es que Gojo no tenía nada para decir. Cuando el chico se presentó en la puerta del aula se emocionó y pensó que su plan había funcionado, y sin importar cómo o por qué, Yuji finalmente había vuelto a él. No esperaba para nada que quisiera discutir lo que había pasado aquella tarde; si de él dependiera, simplemente seguiría fingiendo que nada ocurrió. Sin embargo, al ver al chico frente a sí, al ver su figura afligida y sus feromonas que delataban pesadumbre, no dudó que escucharía cualquier cosa que tuviera para decir.

Quizás y en realidad el chico sí había comenzado a odiarlo con el tiempo.

"Por supuesto que no", rio internamente, negándose a siquiera reconocer la forma en la que su pecho se estrujó ante la idea.

Antes de que cualquiera de los dos idiotas que se autotorturaban siguieran ahogándose en sus irreales ideas, Yuji dobló el cuerpo en una reverencia que, más que agachar la cabeza, se sentía como inclinar el corazón. Apretando los labios, cerrando los ojos con fuerza, contuvo el aire al hablar.

— Lo siento.

— ¿Eh-...?

— Yo n-no debí hacer eso, no debí... —la voz le temblaba, aguada, ahogada. Todas las angustiantes emociones que durante mucho tiempo ocultó, el miedo, la culpa, comenzaron a aflorar—. Lo siento, sensei. Hice algo horrible y... y yo... —el corazón se le hizo pequeño. Había muchas cosas que quería decir, tantas disculpas que quería ofrecer y, sin embargo, su garganta no le permitía más que eso.

— Espera, espera. Yuji —el tono confundido de Gojo contrastó con el húmedo del menor.

— Sé que no estuvo bien, sé que lo que hice... Si sensei está enojado, yo-

— Yuji, por favor, levanta la cabeza.

— No, no puedo. Hui de la culpa demasiado tiempo, lo menos que puedo-

— ¡No fue tu culpa!, sé lo de la droga —habló de forma apresurada y por fin, Yuji calló. En todos los posibles escenarios que el mayor alguna vez imaginó o podría llegar a imaginar, que el pelirrosa se recriminara lo sucedido nunca pareció una posibilidad. Podría creer que el chico le echaría la culpa a él, podría creer que le desagradaría su presencia, podría creer que estuviese avergonzado. Pero, ¿que Yuji tuviera la culpa? No, él nunca podría pensar algo así. Cómo podría siquiera atreverse a tener tal idea, si Yuji no era más que un inocente joven que había sido víctima de la crueldad de ese oscuro mundo.

Si había algo que sentía el mayor era orgullo: de cuánto el menor soportó; de cómo, a pesar de toda la crueldad que le era lanzada sin razón, aún mantenía su corazón puro y auténtico. Incluso podía admitir miedo; de que el pelirrosa nunca volviera a él, de que las sonrisas y divertidas risas del menor se volvieran no más que algo del pasado. Y, secretamente, algo de alivio de que las cosas finalmente hayan sucedido de aquel modo. Alivio de que había sido él quien se enfrentara a ese Yuji, de que no fueron otras las manos que lo tocaron.

Pero nunca molestia o irritación.

Yuji levantó la cabeza, dudando. Gojo sabía, sabía de la droga. Brevemente, el alivio lo inundó. Sabía que se había visto influenciado por ella, sabía que...

𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora