𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟑𝟕

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Sonrió divertido al nuevamente imaginar lo que dirían sus amigos. Panda probablemente le alzaría el dedo en aprobación, sonriendo con picardía, y la pelinegra se reiría ante el esfuerzo que estaba poniendo por hacer aquello con Megumi. Otros lo juzgarían por querer acostarse con un alfa que no era su pareja, por ser un omega que quería acostarse con un alfa que no era su pareja. A él no le importaba, a sus amigos menos, y eso era una de las cosas que más le agradaba de ellos. Pocas cosas odiaba más que aquella gente que creía que por ser un omega no podía tener una vida sexual activa con quien quisiera, como si tuviese la obligación impuesta por su biología de mantener la castidad hasta el matrimonio. Qué maldita burrada, porque así como pocas cosas odiaba más que eso, pocas cosas disfrutaba tanto como su sexualidad, y ningún idiota de internet cambiaría eso.

Feliz, emocionado como un niño que esperó pacientemente a que llegara navidad para abrir su regalo, se sentó sobre la cama. Hubiese querido contarle a sus amigos, pero no tenía tiempo. Miró la hora en su teléfono; dos horas para las diecinueve. Bien, tenía dos horas para prepararse, física y mentalmente. Así, sin tiempo que perder, se apresuró a tomar ropa y toalla, encaminándose al baño. Primero se duchó, dejando su piel más reluciente que nunca, luego se relajó unos minutos en la tina, dejando que sus músculos descansaran tranquilamente -esperaba tener que llegar a necesitarlos-. Se pasó una crema corporal sin olor que le regaló una vez Maki y que nunca solía usar, desde los muslos hasta los pies, secó sus cabellos y procuró ponerse la ropa interior más nueva de su cajón.

Fuera, el sonido de la lluvia captó su atención cuando las gotas comenzaron a golpear su ventanal. "No ahora" resopló, preocupado. Faltaban veinte minutos para las diecinueve, ¡veinte minutos! El clima no podía hacerle eso.

Como sea, tratando de ignorar la lluvia continuó aprontándose. Se vistió con una calza térmica, unos shorts deportivos y una remera blanca. Eligió especialmente una campera deportiva verde militar por sus bolsillos con cierre. Así, revolvió en su cajón, tomó la pequeña cajita mostaza de condones que había guardado allí desde el día que la compró y la metió en el bolsillo. Aunque hubiese podido sacar simplemente un par de la caja, la verdad le hacía algo de gracia imaginar la expresión que pondría Megumi cuando la viera, si es que se daba cuenta de cuál se trataba.

La suave sonrisa que tenía se esfumó brevemente al recordar la lluvia. Preocupado, se asomó al ventanal y miró fijamente el exterior. La noche ya había caído, así que le costó darse cuenta, pero la lluvia había parado.

Su vientre se contrajo con emoción. Miró la hora, 18:53. Apresurado, cerró y salió. Como normalmente solía hacer, esperó a Megumi en la puerta. Apoyado contra la pared, miraba nerviosamente la hora. Cincuenta y ocho, cincuenta y nueve... los minutos pasaban y el pelinegro no aparecía. No era propio de él llegar sobre la hora, de hecho, Inumaki podría contar con los dedos de la mano las veces que bajó y no lo encontró ya esperándolo.

Diecinueve; con dos, con tres, con seis...

Suspiró. Dio unos pasos hacia el pasillo y se inclinó. La calma del lugar, el silencio que allí abundaba, lo hizo pensar que quizás ya habría salido. Entonces, salió por su propia cuenta. Resultó algo decepcionante llegar y descubrir la oscuridad y el silencio que reinaba. Las puertas del gimnasio estaban cerradas; nadie estaba allí.

Sentándose en los escalones que daban a la puerta, observó la oscuridad. Con las piernas estiradas, chocaba la punta de sus zapatillas mientras miraba a los alrededores. No se escuchaba más que el viento corriendo de un lado al otro, azotando las ramas de los árboles que rodeaban la zona.

Suspiró, dejando caer hacia atrás la cabeza. El cielo nublado daba una vista angustiosa y aunque él solía amar ese tipo de días en los que podía excusarse para no hacer nada, aquel en particular no le transmitía nada agradable. Todo parecía haber salido mal desde que comenzó y cada segundo se preguntaba si simplemente debería abandonar la idea que tanto perseguía.

𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora