Una sensación incómoda le recorrió el cuerpo cuando una de aquellas chicas, de largo cabello castaño y figura delgada, le sonrió ampliamente al pelinegro. No quiso creer que era algo como celos, no es que le molestara ver al chico hablando con alguien más, la sola idea se le hacía estúpida. No, no eran celos. Ni siquiera se atrevía a confirmar qué le molestaba tanto de eso, simplemente había algo que no le gustaba de lo que veía, algo que le generó un ligero rechazo.
Se sintió atrapado, de pronto, cuando Megumi lo señaló, y ambos se miraron. No quiso ser el primero en apartar la mirada, pero más rápido de lo que hubiese querido terminó cediendo. Miró más allá de la vista de la terraza, observando la ciudad sin mucha atención. El barullo de las calles se sintió un poco ensordecedor esos largos segundos en los que esperó a que Megumi llegara.
— Lamento la tardanza —oyó y solo entonces volteó. Sentándose derecho, vio al chico dejar las tres bolsas de papel sobre la mesa y suspirar mientras tomaba asiento—. Esto es lo tuyo —pasó dos de los paquetes.
Cada uno comenzó a sacar en silencio su comida. Inumaki, alguien con un apetito más grande de lo que Megumi alguna vez creyó que tendría, se consiguió dos hamburguesas y una porción de papas grande. Megumi, por el contrario, optó por no más que una hamburguesa simple y unas papas fritas medianas.
《Gracias》escribió. Megumi asintió suavemente. Una vez comenzaron a comer, el rubio esperó que el otro le dijera algo de lo que había ocurrido, pero no hubo nada. El pelinegro simplemente comía tranquilamente mientras admiraba el paisaje.
— ¿Takana? —«¿Todo bien?». Sin entender concretamente a qué se refería, Megumi miró al rubio, inclinando la cabeza. Este solo le señaló un punto detrás de él y, al seguir con la mirada aquella dirección, encontró a las mismas chicas que momentos antes se le habían acercado, sentadas a unas mesas de distancia.
— Oh... ¿Lo viste? —preguntó— querían que comiera con ellas. O bueno, con una de ellas —despreocupadamente, dio un mordisco a su hamburguesa.
— ¿Tuna?
«¿Una?», alzó un dedo, pero ya sabía la respuesta.
— Hm, sí. La chica de celeste —sin prestarle mucha atención, no notó como Inumaki miró detrás de él.
"Por supuesto" pensó, mirando a la castaña. Mientras masticaba distraído, un tanto más lento, volvió a Megumi. Sabía que el chico no aceptaría tal cosa, no solo porque era demasiado educado para abandonarlo, sino que simplemente no parecía el tipo de chico que aceptaría comer con alguien que no conoce solo porque es bonita. Aun así, quería preguntarle. Quería oír, en sus propias palabras, las razones.
— ¿Okaka...? —«¿Y no...?», inclinó el gesto, luego se señaló a sí mismo y alzó el dedo pulgar antes de decirle que fuera con la mano— Takana, takana.
— ¿Hm? No quiero —aseguró, y en su voz se notó que realmente no quería, como si la idea le causara rechazo extremo—. Y vine contigo, ¿no? —Inumaki recordó que lo había señalado. De alguna forma, saber que se les había negado mostrándoles que estaba con él fue más agradable de lo que pensó que sería. Casi como si acabara de ganar una tonta competencia que solo él sabía -o creía- estar compitiendo— Además, no me gusta la gente así. ¿Por qué te acercarías a un extraño a pedir tal cosa? —resopló. Inumaki sonrió al pensar que sonaba como un anciano que pronto se quejaría de las nuevas generaciones. Luego, la sonrisa se calmó cuando Megumi añadió un último detalle con desagrado—. Su aroma era asquerosamente dulce.
La expresión arrugada que acompañó aquellas palabras hizo pensar de más al rubio. Miró nuevamente hacia la mesa, analizando la figura delgada y femenina.
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𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||
FanficA una temprana edad, Itadori Yuji ya había aceptado vivir con la muerte a los hombros. No le importaba abandonar su vida, su hogar o su ciudad, porque no había nadie más allí por quien quedarse. Sumergiéndose en un mundo de maldiciones y hechicería...