Cuarenta minutos habían transcurrido desde el comienzo del evento. A través de las diversas pantallas frente a ellos, Gojo Satoru, Geto Suguru, Mei Mei, Yaga Masamichi y Gakuganji Yoshinobu observaban las peleas que se llevaban a cabo. La técnica maldita de Mei Mei, conocida bajo el nombre de «Técnica de Manipulación de Cuervos», tenía como una de sus características ser capaz de compartir la visión de aquellas aves para con el resto. Esta resultaba una técnica muy buena para el espionaje, guardia, o incluso para algo tan simple como poder ver el evento.
Diferente a lo que se había propuesto, los grupos de cada escuela se enfrentaban entre sí, olvidándose completamente de las maldiciones que se suponía debían exorcizar.
— ¿Qué acaso no pueden llevarse bien? —resopló Geto. A su lado, Gojo suelta una risilla entretenido.
— Está bien, está bien —aseguró, palmeando la rodilla ajena en confianza—, hay que dejar que los niños se diviertan de vez en cuando.
Sin dudas, para el alfa peliblanco sonaba demasiado aburrida una cacería de maldiciones. La idea de ver a sus queridos alumnos pelear tan particularmente bien, haciéndoles frente a los de Kyoto de forma efectiva y aplastante era mucho mejor. Esos eran sus estudiantes, y ojalá todos vieran de lo que estaban hechos. Aún así, no podía saborear tanto como quisiera la situación porque sabía lo que significaba. Los conocía bien, del primero al último, y sabía que sus alumnos no elegirían los enfrentamientos. Quizás Yuji, Panda e incluso Nobara, pero ¿Megumi y Maki? No, ellos no. Además, estaba eso.
Paseó su mirada por las pantallas una vez más, deteniéndose en aquella que durante unos largos minutos al inicio había mostrado estática—. Por cierto, ¿no es extraño? —dejó caer la cabeza hacia atrás, observando a la mujer de elegante figura y cabellos platinados que recogía en una trenza— la cámara de Yuji ha sido un poco... inconsistente.
Mei mantuvo su sonrisa relajada— Bueno, supongo que los animales siguen siendo animales después de todo. No puedes confiar del todo en ellos, ¿verdad?
A Gojo no se le mueve un pelo, pero internamente quisiera chasquear la lengua ante la liviandad con la que el resto hacía actos como aquellos. Mei vendería el alma de cualquiera de ellos por dinero, y eso estaba bien para él de todas formas, no podría importarle menos. Sin embargo, cuando ésto involucraba a sus alumnos, a Yuji, las cosas ya no eran tan triviales. No quería siquiera saber por cuánto la mujer se había dejado comprar porque no había cifra alguna que fuese capaz de calmarlo. No importaba si eran cientos, miles o millones. Saber que las personas a su lado jugaban a conveniencia con la vida del pelirrosa le revolvió las entrañas con rabia. Aquellos corruptos harían fácilmente la vista gorda ante cualquier cosa que le ocurriera al menor, aún si el chico no lo merecía. No, no lo merecía, y más aún era en momentos como éste en los que pensaba que Yuji era demasiado para aquel oscuro mundo de la hechicería, que su corazón no estaba preparado para moverse entre las aguas turbias y sucias figuras que gobernaban desde lo profundo.
Saber que Yuji se sacrificaría por cualquiera de esos seres que lo vendían no hizo más que intensificar las emociones.
— Tengo una pregunta para ti, Mei —mantuvo su lacónica sonrisa al hablar—. ¿De qué lado estas?
— ¿Yo? —rió en un bufido— del lado del dinero, por supuesto. No hay valor en algo que no puede ser vendido, ¿sabes?
El vendaje hizo un buen trabajo en ocultar la oscura expresión que se asomó brevemente por el rostro del peliblanco, aunque para Geto fue evidente el efecto de aquellas palabras cuando Gojo dejó de mover nerviosamente su pie. Aquella mierda del dinero por sobre cualquier cosa sonaba tan familiar que el recuerdo de cierto hombre de cabellos negros que había conocido años atrás le produjo acidez al profesor de Kyoto.
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𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐋 - 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ||𝐆𝐎𝐘𝐔𝐔 - 𝐌𝐄𝐆𝐔𝐊𝐈||
FanfictionA una temprana edad, Itadori Yuji ya había aceptado vivir con la muerte a los hombros. No le importaba abandonar su vida, su hogar o su ciudad, porque no había nadie más allí por quien quedarse. Sumergiéndose en un mundo de maldiciones y hechicería...