Kenta se encontró rodeado por los últimos cuatro guardianes espectrales del templo. Observó con cuidado, contando rápidamente a los enemigos: catorce en total. Antes de que pudiera idear una estrategia, Ryu tomó la iniciativa y se lanzó hacia cuatro de los guardianes.
"¡Vamos!" gritó Ryu, golpeando a los cuatro guardianes con una fuerza feroz. Luego, se alejó del grupo, logrando que lo persiguieran.
Kenzo y Kohana entendieron la táctica de inmediato. Sin perder tiempo, se separaron también, cada uno atrayendo a tres guardianes, dejando a Kenta frente a los últimos cuatro, mirándolos fijamente.
Perspectiva de Kohana
Kohana corrió hasta detenerse en un río subterráneo que solo le cubría los tobillos. El agua fría le proporcionó un instante de alivio, pero no había tiempo para relajarse. Sacó su Tachi y se puso en guardia, lista para enfrentar a los tres guardianes que se acercaban. Los guardianes se movieron con precisión letal, atacando simultáneamente: uno de frente, otro por la derecha y el último por la izquierda. La coordinación y agilidad de sus movimientos tomaron por sorpresa a Kohana, quien apenas logró esquivarlos, recibiendo un pequeño corte en el proceso.
"Sólo un pequeño corte," pensó Kohana, sintiendo el ardor en su costado. "Si no lo doy todo aquí, será el final para mí. No podré seguir acompañando a Kenta... al menos no en vida." Una sonrisa amarga cruzó su rostro ante el pensamiento irónico.
Con una determinación renovada, Kohana se lanzó al ataque. Durante cinco minutos, intercambió golpes con los guardianes, sus espadas resonando en la cueva. Cada movimiento era una danza mortal, un balance precario entre vida y muerte. La respiración de Kohana se volvió pesada, pero no podía permitirse dudar.
Finalmente, con un grito de desafío, exclamó, "¡No pienso morir aquí, no lo aceptaré!"
Apretando fuertemente su Tachi, realizó un giro rápido y pronunció las palabras, "Tachikatto: Yamazakura antēze." Su Tachi dibujó líneas de luz blanca, formando una Yamazakura que cortó a uno de los guardianes. Los dos restantes no le dieron respiro, atacándola al instante. Kohana, con esfuerzo, logró defenderse y contraatacar con "Tachikatto: Itetsuku jigoku." Su espada se cubrió de copos de nieve que cortaron a otro guardián.
Los ataques habían surtido efecto, pero Kohana sentía la fatiga acumulándose. Su respiración era irregular y sus músculos ardían de cansancio. El último guardián la atacó mientras recuperaba el aliento, y antes de que pudiera reaccionar, el filo de la espada del guardián desprendió su brazo izquierdo con un corte limpio. Un grito de dolor resonó en toda la cueva, reverberando en las paredes de piedra.
"¡No puede terminar así!" pensó Kohana, su visión comenzando a nublarse. Apretó los dientes y, usando la última gota de su fuerza, realizó su ataque final, "Tachikatto: Suītodesu." Su Tachi tomó la forma de una espada congelada, desprendiendo un halo de frío. Con una velocidad milagrosa, realizó un corte que terminó con el último guardián.
El último guardián se desvaneció en una nube de partículas brillantes, y Kohana cayó de rodillas, su cuerpo temblando por el esfuerzo. Su Tachi aún brillaba con la luz helada de su último ataque, y el frío se extendió por el suelo, congelando el agua del río a su alrededor.
Kohana: con la voz apenas audible Lo... lo logramos...
Miró hacia el techo de la cueva, donde las estalactitas reflejaban la luz de su Tachi. A pesar del dolor y la fatiga, una sensación de logro la invadió. Sabía que había dado todo lo que tenía, y más.
Antes de perder la conciencia, pensó en Kenta y en el resto de sus amigos, esperando que estuvieran a salvo y que su sacrificio hubiera valido la pena. Kohana cerró los ojos, dejando que la oscuridad la envolviera, mientras su mente se aferraba a la esperanza de un nuevo amanecer.
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Wanpisu
Science FictionEn un día cualquiera en el campo de batalla, en medio de la lucha interminable entre los clanes Ragnarok y Tártaro, dos jóvenes de 10 años se encontraron, ambos con el rostro cubierto por la determinación y el misterio. Kenta, del clan Ragnarok, y K...