Capítulo 26: No hay honor sin sacrificio

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Perspectiva de Kenzo

Kenzo avanzaba por el túnel oscuro, sus pensamientos eran un torbellino. Debo admitirlo, Ryu es bastante inteligente. Aunque este plan es extremadamente peligroso, también es el más eficaz para sobrevivir. Aun así, me siento frustrado por no poder enfrentar más guardianes, pero al menos cumpliré mi parte del plan acabando con estos tres.

Mientras divagaba, uno de los guardianes se adelantó atacándolo de frente. Kenzo logró esquivarlo por poco, pero antes de que pudiera recuperar la compostura, otro guardián lo atacó por la espalda. Kenzo levantó su Naginata para bloquear el ataque, pero esto lo dejó vulnerable. El tercer guardián aprovechó la oportunidad y le propinó una fuerte patada en el hombro derecho, enviándolo al suelo con un impacto que resonó por todo el lugar, levantando una nube de polvo que dificultaba la visión.

Adolorido, Kenzo se levantó, sintiendo el impacto de la patada en cada movimiento. Miró a los guardianes, su frustración se transformó en furia. "¡Me las van a pagar!" gritó, mientras pensaba para sí mismo, esto se está complicando más de lo normal. No pensé que fueran tan fuertes. Espero que Kohana pueda con este desafío.

Dejando sus pensamientos a un lado, Kenzo decidió atacar con toda su fuerza. "Naginata no ranji: Atorasu no batsu (Estocada de Naginata: Castigo de Atlas)," exclamó, cargando una poderosa estocada con su Naginata. La imagen del Titán Atlas cargando el mundo en sus hombros apareció delante de él, reflejando la inmensa fuerza del ataque. Los tres guardianes se pusieron en guardia juntos para detenerlo, pero el poder del ataque los hizo volar, sufriendo cortes ligeros.

"¡No será fácil acabar conmigo, señores!" les dijo Kenzo, su mirada firme y decidida. Los guardianes se levantaron y atacaron sin perder tiempo. Kenzo giró su Naginata con habilidad, bloqueando los ataques. Uno de los guardianes retrocedió, observando a Kenzo. Aunque sospechaba de sus intenciones, se sintió aliviado de que ahora solo fueran dos. Decidió aprovechar la ventaja para realizar otro ataque. "Naginataranji: Hahanarudaichi no fukushū (La venganza de la Madre Tierra)," dijo, acabando con ambos guardianes.

Lo que Kenzo no esperaba era que el guardián que se había alejado estuviera esperando el momento perfecto. En el instante en que Kenzo bajó la guardia, el guardián lo atravesó con su espada en el abdomen. El frío del acero lo sacudió. Miró hacia su abdomen, escupiendo sangre, y luego miró al guardián, sonriendo con dificultad. "Ya veo por qué son los antiguos guardianes de una reliquia tan valiosa. Tienen mi respeto," dijo, cayendo de rodillas.

Mientras los recuerdos felices de su infancia con Kenta y Kohana, y los momentos de camaradería con Ryu, pasaban por su mente, una sonrisa se dibujó en su rostro. Pensando que estos recuerdos eran su último refugio, sintió una oleada de fuerza renovada. Apretando con fuerza la espada que lo atravesaba para evitar que el guardián la retirara, gritó con furia, "Naginata katto: Sora o futatsu ni waru (Parte el cielo en dos)." Con su último ataque, cortó al guardián en dos y destruyó grandes rocas al final del pasillo.

Kenzo, con gran esfuerzo, se levantó y retiró la espada de su abdomen. La lucha había sido la más difícil de su vida, pero su espíritu indomable no se había roto. A pesar del dolor y la fatiga, se mantuvo firme, sabiendo que su sacrificio era necesario para proteger a sus amigos y el mundo que amaba.

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