Capítulo 28: Desesperación

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Perspectiva de Kenta

Los destellos de acero y el estruendo de la batalla llenaban la cueva mientras los cuatro amigos enfrentábamos a los guardianes. Aunque éramos superados en número, nuestra determinación era inquebrantable. Cada movimiento estaba imbuido de la voluntad de proteger lo que era importante para nosotros.

Mis katanas cortaban el aire con precisión, encontrando su objetivo en los guardianes que se interponían en nuestro camino. La adrenalina corría por mis venas, alimentando mi espíritu guerrero mientras luchaba junto a mis amigos.

Sin embargo, la alegría de la batalla se vio empañada por los gritos de dolor de Kohana y el estruendo que indicaba problemas en la dirección de Kenzo. Una sensación de impotencia y rabia creció dentro de mí, ardiendo como una llama salvaje que amenazaba con consumirme.

Mis ojos se tiñeron de rojo mientras contemplaba a los guardianes, mis enemigos, aquellos que habían causado sufrimiento a mis amigos. Sentí la furia arremolinándose dentro de mí, exigiendo ser liberada en un torrente de destrucción.

Cuando los guardianes avanzaron para atacarme, no pude contener mi ira por más tiempo. Una poderosa aura de energía se alzó a mi alrededor, haciendo retroceder a los guardianes con su intensidad abrumadora. Era como si mi espíritu se manifestara en forma de pura furia, lista para desatar el caos sobre aquellos que osaban desafiarnos.

En silencio, canalizando toda mi ira y determinación, ejecuté mi ataque más devastador: "Nitōryū: Ashura: Sen jigoku no ikari (Estilo de dos espadas: Ashura: la ira de los 1000 infiernos)."

Mi aura se transformó en la figura imponente del dios Ashura, una presencia imponente que llenaba la cueva con su energía morada y escalofriante. Mis katanas brillaron con un resplandor sobrenatural mientras las dirigía hacia los guardianes, liberando una fuerza destructiva que los consumió por completo.

El silencio que siguió fue ensordecedor, solo interrumpido por el sonido de mi respiración agitada y el crujir de los escombros. Me quedé allí, en el centro de la destrucción que había causado, sintiendo el peso de mi propia desesperación.

Comprendí entonces que mi ira no era más que una sombra que amenazaba con oscurecer mi camino. Si queríamos tener alguna esperanza de éxito en nuestra misión, debía aprender a controlarla y canalizarla de manera positiva

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