Capítulo 34: El Despertar de las Espadas Legendarias

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Después de despedirse de Kohana y emprender su viaje en solitario, Kenta encontró refugio en un bosque tranquilo para descansar. Sin embargo, su breve momento de paz fue interrumpido por la súbita llegada de cinco enemigos vestidos completamente de negro, quienes afirmaban ser miembros del antiguo clan Jaakuryū.


Con determinación, Kenta se levantó para enfrentar a sus adversarios, consciente de que no podía permitirse perder tiempo en batallas innecesarias. Enfrentó la lucha con valentía, enfrentándose a las habilidades formidables de sus oponentes.


Al expresar su sorpresa por la destreza de sus enemigos, uno de ellos se identificó como uno de "las 7 sombras del Akuma no Yami no shujin". El nombre resonó en la mente de Kenta, llenándolo de una inquietante sensación de peligro.


Decidido a salir victorioso, Kenta desató un ataque especial, nombrado "Kasai no Tenshi" (El Ángel del Fuego), con el que derrotó a uno de los miembros del clan Jaakuryū que se jactaba de su posición dentro del grupo.


Sin embargo, la batalla estaba lejos de terminar. Los cuatro miembros restantes del clan redoblaron sus esfuerzos, desatando una ferocidad renovada contra Kenta. A pesar de su fatiga, Kenta no se rindió, utilizando todo su ingenio y habilidad para defenderse de los ataques implacables.


Cuando parecía que la situación estaba llegando a su fin y Kenta se encontraba en una posición precaria, la espada legendaria Tensei no Yari comenzó a emitir una luz brillante, cegando temporalmente a los dos hombres restantes del clan.


Kenta quedó asombrado al presenciar el fenómeno, pero su sorpresa se convirtió en determinación cuando vio que la espada se dividía en dos, transformándose en dos espadas legendarias Tensei no Yari que brillaban con un resplandor dorado oscuro.


Los miembros restantes del clan Jaakuryū se burlaron de la situación de Kenta, pero su confianza se desvaneció cuando Kenta desató un poderoso ataque con sus dos nuevas espadas, llamado "Ryūjin no Kyōi" (La Amenaza del Dragón Divino), que terminó con su resistencia y puso fin a la batalla.


Con los enemigos derrotados, Kenta contempló las espadas legendarias en sus manos con asombro y gratitud. Sabía que había enfrentado una prueba difícil, pero también entendió que había descubierto un nuevo poder que lo acompañaría en sus futuras batallas.


Después de la intensa batalla contra los miembros del clan Jaakuryū, Kenta se encontraba exhausto pero al mismo tiempo lleno de determinación. Con las dos espadas legendarias Tensei no Yari en sus manos, se encaminó hacia el pueblo más cercano, con la esperanza de encontrar respuestas sobre su destino y el propósito de las armas que ahora poseía.


El camino hacia el pueblo fue largo y agotador, pero Kenta se mantuvo firme en su determinación de continuar adelante. Finalmente, después de varios días de viaje, divisó las luces del pueblo a lo lejos, señalando su llegada inminente.


Al entrar en el pueblo, notó inmediatamente la atmósfera sombría y tensa que se cernía sobre el lugar. Las calles estaban desiertas y las casas parecían abandonadas, como si el peso de la opresión se hubiera instalado en cada rincón.


Decidió buscar un lugar donde pasar la noche y descansar antes de continuar su viaje. Encontró una modesta posada en el centro del pueblo y solicitó una habitación para descansar.


Mientras descansaba en su habitación, reflexionó sobre los eventos recientes y sobre el misterioso clan Jaakuryū que había cruzado su camino. Sabía que aún quedaban muchas preguntas sin respuesta, pero por ahora, su prioridad era recuperar sus fuerzas y planificar su próximo movimiento.


Al día siguiente, partió del pueblo temprano en la mañana, decidido a continuar su viaje hacia el destino que le aguardaba. Sin embargo, en su corazón, sentía una extraña sensación de familiaridad, como si hubiera estado en ese lugar antes.A medida que se alejaba del pueblo, una corazonada le llevó a desviarse de su camino original y dirigirse hacia una dirección diferente. Sin saberlo, se dirigía hacia el encuentro con un destino entrelazado con el de otro grupo de viajeros que se encontraban en aquel mismo pueblo, pero por ahora, sus caminos permanecían separados, cada uno con su propia misión y destino por cumplir.

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