Con el corazón latiendo con la urgencia de la batalla y la esperanza de la victoria, Koko, Kiyomi y Yûko se apresuraron a través del bosque, sus pasos rápidos y decididos resonando en la quietud de la noche. Sus mentes estaban llenas de preocupación por su amiga Kiomi, pero también de determinación para llegar a su lado lo antes posible.
Finalmente, llegaron al lugar donde Kiomi había estado luchando contra las figuras enmascaradas, solo para encontrarse con una escena sorprendente. En el suelo yacían cuatro figuras enmascaradas, inertes y derrotadas, mientras que Kiomi se mantenía de pie frente a ellas, sin un rasguño en su cuerpo.
El alivio inundó los corazones de Koko, Kiyomi y Yûko al ver a su amiga sana y salva. Sin embargo, también sintieron curiosidad por lo que había sucedido en su ausencia y cómo Kiomi había logrado salir victoriosa.
"¡Kiomi, estás bien!", exclamó Koko, corriendo hacia su amiga con preocupación evidente en su voz.
Kiomi asintió con una sonrisa tranquila en su rostro. "Estoy bien, gracias a todas ustedes", respondió, su voz llena de gratitud y alivio. "Pero antes de que llegaran, algo increíble sucedió."
Las chicas se agruparon alrededor de Kiomi, ansiosas por escuchar su relato de lo que había ocurrido. Con calma y claridad, Kiomi les contó cómo había enfrentado a las figuras enmascaradas, utilizando su habilidad y astucia para derrotarlas una por una.
"Al principio, pensé que estaría en desventaja numérica", explicó Kiomi, "pero rápidamente descubrí que eran más débiles de lo que parecían. Aproveché sus puntos débiles y los derroté con movimientos rápidos y precisos."
Koko, Kiyomi y Yûko escucharon con asombro mientras Kiomi relataba su experiencia en la batalla. Admiraban su valentía y habilidad, y se sintieron agradecidas de tenerla como amiga y aliada en tiempos de peligro.
Con la amenaza de las figuras enmascaradas neutralizada y Kiomi a salvo, las chicas se tomaron un momento para recuperar el aliento y recogerse. Estaban cansadas pero triunfantes, llenas de un sentido renovado de camaradería y determinación.
"Ahora que la batalla ha terminado, ¿qué haremos a continuación?", preguntó Kiyomi, mirando a sus amigas con determinación en sus ojos.
Koko sonrió con determinación. "Regresaremos al clan Tártaro y informaremos a los líderes sobre lo que ha sucedido. También debemos asegurarnos de investigar más a fondo sobre estas figuras enmascaradas y descubrir quiénes son y qué quieren."
Justo cuando estaban a punto de partir de regreso al clan Tártaro, el silencio de la noche fue roto por un repentino ataque. Un kunai se clavó en la pierna izquierda de Kiyomi, haciéndola gritar de dolor, mientras que dos shuriken alcanzaron la pierna derecha de Koko, quien también soltó un grito de angustia. Al mismo tiempo, Yûko, con sus reflejos agudos, cortó en dos una bomba explosiva que había sido lanzada hacia ellas, revelando la figura de un hombre alto de dos metros y medio que portaba dos Ninjatō.
Kiyomi y Koko cayeron al suelo, agarrándose las piernas heridas, mientras Yûko se ponía de pie con furia palpable en su rostro.
"¡Maldita sea!", gritó Kiyomi, sintiendo el dolor punzante del kunai en su pierna. "¡¿Qué demonios está pasando?!"
Koko, con los dientes apretados por el dolor, asintió con frustración. "¡No tenemos tiempo para esto! ¡Debemos lidiar con él y regresar al clan!"
Mientras tanto, Yûko empuñaba su Tachi con determinación, su rostro enrojecido por la ira. "¡Te arrepentirás de haber cruzado nuestro camino!", exclamó, lanzándose hacia el hombre con una ferocidad implacable.
El hombre enmascarado se mantuvo impasible ante la embestida de Yûko, sus ojos fríos y calculadores mientras evaluaba a su oponente.
Kiomi, aunque también enfadada, trató de mantener la compostura mientras enfrentaba al hombre. "¿Quién eres tú y por qué nos atacas?", preguntó con voz firme, su mirada fija en la figura enmascarada.
El hombre enmascarado sonrió con sorna, sus ojos brillando con una malicia calculada. "Soy un mensajero de aquellos que desean ver el fin del clan Tártaro", respondió con frialdad. "Y ustedes, queridas guerreras, son simples peones en su juego."
La respuesta del hombre enmascarado solo sirvió para aumentar la ira de Yûko, quien se lanzó hacia él con aún más ferocidad, su Tachi brillando con determinación.
Kiyomi y Koko, a pesar del dolor de sus heridas, se pusieron de pie, listas para apoyar a su amiga en la batalla que se avecinaba.
Con el sonido de la batalla resonando en el oscuro bosque, las chicas se prepararon para enfrentar a su enemigo con todo lo que tenían, decididas a proteger a su clan y a sus seres queridos a cualquier costo.
El hombre, a pesar de su imponente tamaño, demostró una agilidad sorprendente al esquivar el ataque de Yûko y ponerse detrás de ella en un abrir y cerrar de ojos, encestándole un golpe que la mandó a volar tres metros atrás.
Yûko, sorprendida por la velocidad y fuerza del golpe, se levantó con dificultad, con una mirada de determinación ardiente en sus ojos.
"¡Maldita sea!", exclamó Yûko, limpiando la sangre de su boca. "¡Este tipo es más fuerte de lo que parece!"
Kiyomi y Koko, observando la escena con preocupación, intercambiaron una mirada de complicidad. Sabían que debían confiar en la habilidad de Kiomi para manejar la situación, pero no podían evitar sentir la urgencia de intervenir y ayudar a su amiga.
"¿Qué hacemos?", preguntó Koko, su voz llena de preocupación mientras mantenía su posición, lista para actuar si fuera necesario.
Kiyomi frunció el ceño, evaluando la situación con atención. "Por ahora, mantenemos distancia. Kiomi sabe lo que está haciendo. Confíen en ella."
Con determinación en sus corazones, las chicas asintieron en acuerdo, confiando en la sabiduría y habilidad de su líder. Sabían que Kiomi tenía un plan y estaban dispuestas a seguir sus órdenes, sin importar lo difícil que fuera.
Mientras tanto, Kiomi se preparaba mentalmente para enfrentarse al enemigo que tenían delante. Con una calma serena en su rostro, dio un paso adelante, lista para desatar todo su poder contra su adversario. La batalla estaba a punto de comenzar.
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Wanpisu
Ciencia FicciónEn un día cualquiera en el campo de batalla, en medio de la lucha interminable entre los clanes Ragnarok y Tártaro, dos jóvenes de 10 años se encontraron, ambos con el rostro cubierto por la determinación y el misterio. Kenta, del clan Ragnarok, y K...