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La ansiedad del primer día de clases era una sensación abrumadora, más cuando se trataba de iniciar en una escuela nueva.

Tantos rostros desconocidos aglomerados en una misma instalación podía resultar catastrófico. Las voces de varios estudiantes en conjunto consumían el silencio; era emocionante para todos presentarse y socializar con gente que cumpliesen su mismo rango de edad.

Entre aquella multitud en espera por ser indicada a separarse por grados, se encontraba Miguel.

Un chico problemático, pero con un padre con las suficientes influencias para conseguir que ingresara a una buena escuela preparatoria a pesar de su historial tan cuestionable.

—¿Me haría un favor quitándose esos lentes de sol, joven?

—No veo en qué afecten mi aprendizaje.

—Distrae a sus compañeros, no lo repetiré.

—No pienso quitármelos.

Desprendía una energía pesada, y se mostraba reacio y testarudo ante cualquier persona. Muchas personas considerarían su forma de ser grosera, pero había una mínima que lo veía como alguien que encontrase su intimidación admirable.

En esa mínima, casi inexistente, se encontraba Pablo. El típico enclenque con perfil de víctima de manipulación; que no únicamente admiraba la forma en que defendía su individualidad, sino también que nunca se mostraba doblegado; cualidades que a la sumisión en la naturaleza de Pablo le parecían completamente ajenas.

Ninguno de los dos realmente tenían las suficientes cosas en común como para entablar una relación, siendo que esto mismo lo agraviaba el temperamento de Miguel. Se restaba a una simple convivencia forzada.

—Hola, Pablo. ¿Tienes lo que encargaron la clase pasada? Es que no vine...— Eran las palabras habituales que intercambiaban con él. Nadie realmente parecía estar interesado su persona, hasta que en algún momento le tocó dar asesorías a un prodigio en los deportes que era parte de otro grupo.

Esteban.

Cualquiera lo catalogaría como el deseo superficial de popularidad que tendría cualquier adolescente masculino. Un talento innato bien desarrollado; físico definido y trabajado, un rostro sin imperfecciones notorias; facilidad para relacionarse, y una cantidad innecesaria de féminas interesadas en él.

¿Cómo alguien como él se fijaría en un "Don Nadie" como Pablo? Sencillo, un ególatra siempre necesitará de un adulador.

Desde el primer momento en que entablaron una conversación, la admiración de Pablo por cualquiera de sus acciones se hizo presente; alimentándolo constantemente con un sin fin de cumplidos.

—¿Qué opinas de esta?— El estilo de vida de ambos era completamente opuesto, pero su "amistad" los convergía.

Una buena explicación al porqué alguien tan... soso como Pablo asistía a cualquier reunión a la que Esteban, desde su estatus, era invitado.

—De ve badtante bien...— Aprobación era algo por lo que ambos tenían necesidad, así que en esencia, era una relación de beneficio mutuo.

love me back | papufrescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora