Desde que conocí a Mónica he pensado que su amistad ha sanado en parte todo lo que he sufrido antes, aunque las cicatrices hayan perdurado en el tiempo. No sé qué haría sin ella, hace que la vida sea más sencilla y que me sienta un poco menos sola.
Durante el camino yo finjo que duermo porque no tengo ganas de hablar. Mis pensamientos son un desorden y mi corazón late con fuerza por volver luego de tantos años.
Recuerdo perfectamente el día en que salí de allí con un bolso cargado de más miedos que provisiones para la vida, con una mochila llena de esperanzas y con el abrazo de los míos guardado en los bolsillos de mi chaqueta. Llevaba también el colgante de girasol que me regaló Gonzalo el último año que nos vimos, y que funcionaba como un talismán para mí. Sabía que no iba a ser fácil, pero estaba segura de lograrlo costara lo que costara, porque debía demostrarle al mundo que yo podía, que no era distinta, que tenía las mismas posibilidades que cualquier otra persona.
No podía fallarle a mis padres que habían confiado en mí y habían hecho todo lo posible incluso aunque mi padre no estaba de acuerdo. Algunos en la tribu los criticaban por darme alas, por incitarme a vivir en un mundo que no me pertenecía y que no lo haría jamás, por traicionar a la tribu, pero mi madre me decía que no escuchase a nadie más que a mi propio corazón y yo hacía años que decidí hacerle caso.
Sabía lo mucho que les había costado soltarme, pero lo habían hecho y no había prueba de amor más grande que esa.
Y ahora regreso y lo hago por la puerta grande, como una de las médicas que ayudará a mitigar la situación del pueblo y de la tribu. En las últimas semanas, el calor y la escasez de agua ha dado paso a enfermedades como el dengue y virus gastrointestinales que están azotando con más fuerza a la población.
Tanto Mónica como yo hemos pedido formar parte de la delegación que va a mi pueblo, no hubo inconvenientes con eso, por el contrario, al saber que formo parte de la tribu ellos me dejaron al mando del equipo destinado a esta zona. Así que voy con todo y no les he contado a los míos para que fuera una sorpresa.
Bajo de la ambulancia con la cabeza en alto y el corazón al galope, ingreso al centro de salud y pido hablar con la directora para ponernos a su disposición. Hay un protocolo que seguir y para el cual hemos sido preparados durante una semana, también traemos medicinas y donaciones.
La directora me recibe en su despacho, es una señora mayor a la que no recuerdo, pero me saluda con cordialidad y alegría.
—Los esperábamos con entusiasmo —dice—. Llamaré a mi secretaria para que les diga dónde pueden bajar lo que traen.
Entonces hace una llamada y unos minutos después una joven entra por la puerta del despacho.
—Hola —dice y me mira.
Mi primer objetivo se cumple sin siquiera haberlo planeado, es Laura, aquella muchacha tan bonita que durante toda la primaria y la secundaria me hizo la vida de lo más difícil. Puedo ver en su rostro cómo se le cae el alma a los pies al verme, no puedo evitarlo, sonrío con orgullo.
—Amaru —añade.
—Pensé que no sabías mi nombre, recuerdo que solías llamarme «indiecita» en la escuela —respondo con rencor sin poder evitarlo.
La directora siente la tensión y carraspea con nervios, Laura baja la mirada y la pierde en sus zapatos.
—Laura, ¿puedes llevar a la doctora y a su equipo y mostrarles donde pueden dejar las cosas que han traído?
—Sí, señora —responde Laura y asiente, luego me mira para que la siga.
—El ministro llegará en unos minutos para indicarles dónde pueden comenzar, tenemos un calendario que queremos mostrarles para que nos den su visto bueno, la idea es visitar los barrios con la ambulancia y llevar provisiones y medicamentos, atender a los enfermos de la zona y tratar así de descongestionar el tráfico de gente que llega aquí a diario —explica.
—Me parece bien —asiento.
Nos despedimos por el momento y yo sigo a Laura que camina erguida y sin mencionar ni una sola palabra más.
Solo puedo pensar que, aunque una parte de mí se regocija por haberle demostrado a dónde he llegado, otra parte sigue vacía. Pensé que estas cosas harían que me sintiera mejor, pero no es así. A lo mejor solo necesito un poco más de tiempo.
Voy a subir otro cap porque este está cortito.
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El verano que derritió tu corazón
RomanceUn verano para conocerse, Ocho veranos para enamorarse, Muchos veranos para odiarse, Y un último verano para reencontrarse. Amaru y Gonzalo son como el agua y el aceite, a simple vista no tienen nada en común más que el amor por la naturaleza y por...